50 victimas en Jericó piden y merecen respeto

No importa si uno está a favor o en contra de la minería. Ese debate, como cualquier otro en democracia, se debe dar con argumentos, con información, con diálogo. Pero nunca con intimidación. Nunca con bloqueos. Nunca con actos que cruzan los límites de la legalidad.

Hoy, Jericó enfrenta una situación dolorosa: 50 personas, entre ellas campesinos, comerciantes y hasta turistas, decidieron denunciar penalmente a 11 individuos por hechos que van desde retenciones ilegales hasta amenazas y agresiones. No fue una empresa la que interpuso estas denuncias. Fueron personas comunes, muchas de ellas que ni siquiera se conocen entre sí, pero que coincidieron en algo: ya no se puede seguir tolerando el abuso.

Y es que a Jericó han llegado politiqueros, oportunistas y activistas que buscan lanzarse a campañas en 2026. Muchos aspirantes a un cargo público llegan a dividir y a desinformar, todo para ganar visibilidad y por un like.

Jericó es un lugar de tradiciones, de historia, de montañas que nos enseñan grandeza y de gente que, a pesar de las diferencias, ha sabido convivir. Un pueblo que ha sido destino para caminantes, cafeteros, ambientalistas, artistas, empresarios y soñadores. Pero algo se ha venido quebrando. Y es el respeto.

Sin embargo, algunos sectores han intentado convertir esta reacción legítima en una supuesta persecución. Pero no hay persecución cuando hay hechos concretos, denunciados por víctimas distintas, con nombres propios. Lo que hay es cansancio. Cansancio de quienes quieren vivir en paz. Cansancio de quienes creen en el respeto como base de la convivencia.

Jericó no puede permitirse ser un pueblo donde unos pocos se crean por encima de la ley. Donde un visitante tenga que pensarlo dos veces antes de venir. Donde expresar una opinión implique ser blanco de señalamientos o actos hostiles. No. Jericó no es eso. Jericó merece más. Merece volver a ser un territorio de puertas abiertas, no de retenes civiles.

A quienes protestan con respeto, nadie los persigue. Pero a quienes convierten esa protesta en una excusa para vulnerar los derechos de otros, sí se les debe aplicar la ley. Porque la democracia se construye con diferencias, sí, pero también con límites.

 

Este no es un llamado al silencio. Es un llamado al respeto. A que todos —independientemente de lo que pensemos— podamos convivir sin miedo. Y a que entendamos que la justicia no es enemiga del debate, sino su garantía.

Jericó merece respeto. Para todos. Sin excepciones.

María Ángela Arango Garcés

Campesina de Palocabildo, Jericó

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