Hablar sobre el machismo dentro de la izquierda es un tema que a los hombres en general no nos gusta mucho referirnos, ya que nos interpela directamente y nos obliga a reflexionar sobre nuestra forma de pensar y nuestras propias prácticas no sólo en relación a las mujeres, sino también entre nosotros los varones.
De ahí que muchos hombres que se identifican de izquierda reproduzcan discursos y prácticas machistas, y nunca se sientan aludidos cuando una mujer se los señala, e inclusive algunos se molestan y se sienten ofendidos por ello, negando así cualquier tipo de comportamiento patriarcal y posibilidad de transformación.
La idea de que un hombre por ser de izquierda no puede ser machista ya que solamente lo serían quienes se identifican con la derecha, es solo una falacia en la práctica, dentro de un mundo en donde la masculinidad hegemónica se sigue imponiendo brutalmente a través de distintos compañeros que violentan de múltiples formas a mujeres a diario en diferentes espacios.
Es cosa de ver la larga lista de destacados políticos, dirigentes e intelectuales de izquierda acusados por mujeres de acoso, abuso y violencia física y sexual contra ellas, que van desde Boaventura de Sousa Santos, Alberto Fernández, Carlos Ruiz Encina, Pedro Brieger, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Manuel Monsalve, entre otros.
Algunos podrán decir que son casos aislados y que tiene que ver con rasgos individuales de ellos, pero es evidente que hay una estructura patriarcal detrás que ha sostenido aquello, en donde abundan formas machistas menos evidentes de hombres, que se podrán presentar como aliados del feminismo y hasta deconstruidos, pero se relacionan finalmente desde la competencia y la dominación.
En consecuencia, que a muchos hombres que se identifican con la izquierda, les cueste hablar de masculinidades no es porque si, tiene relación con preservar una cultura autoritaria, vertical, caudillista y del gran líder, que concibe la revolución desde arriba, de manera violenta y que es capaz de llegar al extremo de defender a personajes deleznables en la historia por estar en contra de la derecha.
Asimismo, más allá de que digan que acompañan al movimiento feminista, muchos hombres minimizan su importancia desde una mirada de clase y economicista, señalando que el verdadero problema es el capitalismo, el neoliberalismo o las condiciones materiales, planteadndo de manera despectiva que es un tema más bien identitario, posmoderno y hasta woke, al igual que la lucha LGBTQ+.
No hay que sorprenderse por tanto que cuando se trata de hablar de la construcción de la masculinidad , muchos hombres de izquierda no tengan nada que decir y lo vean como una discusión amenazante, ya que aparte de tocar nuestros privilegios, abre una puerta para reflexionar sobre no solo cómo nos relacionamos con las mujeres, sino también con nuestra sexualidad, emocionalidad y entre nosotros mismos.
En otras palabras, es una forma de evitar discusiones incómodas para nosotros los hombres, como lo es el rol que tenemos en los cuidados y en el trabajo doméstico, y las muchas formas que violentamos sutilmente a las mujeres y también a otros hombres, monopolizando la palabra, burlándonos y mirando en menos a quien piensa y es diferente.
Dicho todo lo anterior, que este nuevo 8 de marzo no sea una nueva oportunidad perdida para los varones, en especial quienes nos sentimos de izquierda, para reflexionar sobre lo que es ser hombre y cómo podríamos ser un verdadero aporte a la sociedad, en vez de seguir haciéndonos los desentendidos y ser los mejores instrumentos del patriarcado.
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