La inteligencia artificial, entre las corporaciones privadas y las comunidades de código abierto

En la historia reciente de la tecnología, la inteligencia artificial (IA) ha pasado de ser un tema relegado a círculos académicos a convertirse en el centro de las ambiciones económicas y políticas de las grandes corporaciones tecnológicas. Empresas como OpenAI, Google, Microsoft y Amazon han impulsado una carrera desenfrenada por la hegemonía en el desarrollo de modelos de IA avanzados, han hecho énfasis con productos como: ChatGPT o Bard. Sin embargo, en este escenario de competitividad feroz, surge una dicotomía que no se puede ignorar: la filosofía del código cerrado y extractivista que promueven estas gigantes, frente al movimiento del código abierto, representado por actores como Hugging Face la cual está liderada por Thomas wolf, que plantean un modelo, a mi modo de ver, más colaborativo y democratizador.

El poder de las grandes corporaciones radica no solo en su capacidad para desarrollar tecnologías avanzadas, sino también en su control sobre los datos y la infraestructura necesarios para sostener estos modelos. La acumulación masiva de datos por parte de estas empresas, en muchos casos sin un consentimiento claro de los usuarios, les otorga una ventaja inmensa en términos de entrenamiento y despliegue de sistemas de IA. Este monopolio tecnológico plantea serias preguntas éticas sobre la centralización del poder y las barreras que este enfoque genera para que las comunidades, los países en desarrollo e incluso los competidores pequeños puedan participar en el avance tecnológico.

En contraposición, iniciativas como las de Hugging Face, que priorizan la creación de modelos y herramientas de IA accesibles para todos, representan un aire fresco. Su filosofía, basada en la transparencia, la colaboración y la libre disponibilidad de recursos, fomenta una cultura donde el conocimiento no se convierte en propiedad exclusiva de unos pocos, sino en un bien compartido. Este enfoque permite que tanto investigadores independientes como startups puedan contribuir y beneficiarse de la tecnología, promoviendo un ecosistema más diverso e inclusivo.

¡No debemos caer en un optimismo ingenuo! Aunque el código abierto es un pilar esencial para democratizar la IA, también enfrenta desafíos considerables. La falta de recursos económicos y humanos puede limitar la escalabilidad y la capacidad de competir con las corporaciones, que no dudan en integrar o absorber proyectos de código abierto para reforzar su propio poder. Incluso OpenAI, que alguna vez se promocionó como una entidad abierta y ética, ha mirado hacia un modelo cada vez más opaco y comercializado, marcando un precedente preocupante.

Desde una perspectiva crítica, esta carrera no es simplemente una cuestión de competencia tecnológica, sino de visión de futuro. Las decisiones que se tomen hoy en relación con la accesibilidad y gobernanza de la IA tendrán repercusiones profundas sobre cómo se distribuyen las oportunidades económicas y sociales en el mundo. Un modelo dominado exclusivamente por corporaciones podría reforzar las desigualdades existentes y consolidar una especie de «colonialismo digital», donde el conocimiento y las ganancias se concentran en el Norte Global.

Por otro lado, apostar por el código abierto no es solo una cuestión de resistencia ideológica, sino una estrategia pragmática para garantizar que los beneficios de la IA lleguen a más personas y sectores. Pero para que esta filosofía prospere, requiere el apoyo decidido de gobiernos, universidades y organizaciones de la sociedad civil que inviertan en infraestructuras y políticas que protejan los principios del conocimiento abierto.

La pregunta no es si la IA avanzará, sino quién estará en control de ese avance. Las comunidades que promueven el código abierto, como Hugging Face, ofrecen una visión alternativa que merece ser respaldada y fortalecida. De lo contrario, corremos el riesgo de que el futuro de la IA sea decidido por un puñado de empresas cuyo objetivo principal no es el bienestar común, sino el lucro. Y en ese escenario, todos seremos los grandes perdedores.

Andrés David Arana Gutiérrez

Investigador Académico, consultor y asesor en temas relacionados con Geopolítica y Geojurídica Digital e Inteligencia artificial. Columnista y articulista de medios escritos digitales nacionales e internacionales. 

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