Vicky, al agua

Vicky Dávila destapó su aspiración presidencial. Petro y Claudia López, en el afán de minar su credibilidad y la legitimidad de sus denuncias, la acusaron sistemáticamente de tener motivaciones políticas y, por esa vía, la graduaron como su mayor contradictora. Fue inevitable que cada vez más personas vieran en ella una líder capaz de canalizar el creciente descontento popular. 

Es una candidata muy fuerte. Es una outsider y la corriente de ciudadanos que viene votando por fuera de los partidos, desde la ola verde de Mockus, ha crecido tanto que en las últimas elecciones Rodolfo Hernández pasó a segunda vuelta. Encarna, sin ambigüedad alguna, un mayoritario sentimiento ciudadano antipetrista y antilopista. Ha dado muestras inequívocas de carácter, aguantando los ataques de la izquierda sin dar seña de debilidad. Como siempre ha sido solo periodista, no tiene rabo de paja ni una gestión pública criticable. Puede mostrar una carrera impecable de compromiso en la lucha contra la corrupción y la violencia, dos de los tres temas más importantes para la opinión pública. No tiene el desafío de reconocimiento y de construcción de imagen que sí tienen muchos políticos: la inmensa mayoría de colombianos la identifican plenamente. Cuenta con unas redes sociales muy poderosas, quizás las más fuertes después de las de Uribe y Petro. Es una formidable comunicadora, con capacidad de hablarle a los empresarios y los estratos más bajos con la misma efectividad. Y tiene amplia experiencia en el debate, con sus entrevistados y moderándolos cuando fue anfitriona como directora de medios. Es mujer, que en estos tiempos pesa, y es carismática, de trato amable, sencillo, alegre. Y su historia personal, de superación a pulso, con esfuerzo, disciplina y trabajo, es muy atractiva y en ella pueden identificarse muchos colombianos.

También tiene algunas debilidades. Una, la identificación que algunos hacen de ella con los Gilinski, no muy queridos en algunas tierras, en particular en Antioquia. Se equivoca, sin embargo, quien crea que será marioneta de nadie. Otra, su familia política. El clan Gnecco tiene una merecida mala fama. Para ser justos hay que decir que su marido es un médico prestigioso que jamás se ha metido en política o en los negocios de su familia. Pero con certeza será un flanco por el que la atacarán. Finalmente, el no haber pasado antes por el servicio público es tanto una ventaja en campaña como una debilidad. A Vicky la acusarán de no conocer suficientemente el Estado. Es una lectura parcial. Su trabajo de treinta años como reportera política y como directora de medios, recorriendo, además, buena parte del país, le dan una visión global de los problemas y necesidades ciudadanas como no tiene la inmensa mayoría de los políticos. Vicky tendrá que estudiar a mayor profundidad las soluciones para los grandes problemas nacionales. No dudo de que lo hará. Y tendría que apoyarse en personas con experiencia en la gestión pública y en expertos. Como no tiene ataduras ni compromisos, y está acostumbrada a buscarlos para los programas de análisis y debate que ha dirigido, no tendrá mayor problema en hacerlo. 

Con todo, Vicky debe evitar caer en algunos peligros. Uno, dejarse enzarzar en discusiones personales a las que la van a tentar tanto sus enemigos políticos como algunos colegas envidiosos. Dos, permitir que los partidos tradicionales intenten cooptarla si, como parece, su candidatura se consolida como una alternativa seria. Mantenerse alejados de ellos es vital para preservar su papel de outsider. La experiencia de Fico muestra que, además, esas compañías pueden quemar. Tres, desdibujarse en sus posiciones para complacer distintos potenciales electorados. No es su estilo, no es su carácter, pero recibirá presiones para que lo haga. 

Finalmente, Vicky tendrá que ser capaz de trazar una ruta de encuentros y puentes, oportunos, prudentes y sin desdibujarse, con quienes más adelante serán sus compañeros de viaje en un proceso de unidad del centro a la derecha que es indispensable para ganar en el 2026. Ni a ella ni a ninguno les alcanza solos y Vicky, en su condición de outsider, necesitará bancadas amigas en el Congreso. La unidad es indispensable tanto para triunfar como para reconstruir el país. 

Rafael Nieto Loaiza

Impulsor de la Gran Alianza Republicana. Abogado, columnista y analista político. Ex viceministro de Justicia.

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