Logoi – Estatua

Foto:Minuto 30

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

Uno de sus admiradores dijo a Esopo:

Serás inmortal y los hombres te erigirán una estatua.

Y contestó Esopo:

No permitan los dioses que el bronce y el mármol perpetúen mi joroba. La estatua que es un premio para otros, sería mi castigo.  

(Tomado del Diccionario ilustrado de anécdotas de Vicente Vega)

Saber que J. Balvin tendrá una estatua en la ciudad de Medellín (otros artistas y deportistas nacionales ya las tienen en sus ciudades de origen), específicamente en el Parque Lleras del barrio El Poblado, una zona que pretende llamarse la ruta del talento, hace pensar en la posibilidad de que, en unos años, no sé precisamente cuántos, una nueva oleada de «iconoclastas» puedan aparecer en Colombia y en el mundo.

La palabra estatua, protagonista de esta columna, tiene sus raíces en el término latino stătŭa (estatua) y se relaciona con el verbo “statuere” que significa: establecer, fijar, poner de pie o colocar. En cuanto a sus sinónimos, el diccionario de la Real Academia trae los siguientes: escultura, talla, figura, imagen y efigie.

Unos años atrás, se popularizó la idea de derribar estatuas en muchas partes del mundo, bajo el argumento de acabar con unas narrativas impuestas que al parecer obviaron historias macabras y las aceptaron como verdaderas y únicas.

Sin embargo, eso de derrumbar estatuas ya era como un «deporte nacional» en el mundo judío, pues cada vez que imperios extranjeros, entre ellos griegos o romanos, trataban de imponer estatuas o efigies de sus dioses o emperadores, los judíos se rebelaban y buscaban destruirlas, así como a cualquier intento de obligarlos a rendirles veneración o culto a ese tipo de imágenes.

Incluso, a finales del siglo XX, ciudadanos de la agonizante URSS salieron a las calles a derrumbar estatuas de personajes como Lenin, Stallin y Félix Dzerzhinski (el mítico fundador de la KGB); o figuras como las del martillo y la hoz, estas últimas, símbolos del proyecto comunista. No obstante, estas estatuas no fueron destruidas completamente y años después, un proyecto liderado por artistas y por algunas entidades gubernamentales “resucitaron” estas estatuas para adornar un parque en Moscú que hoy es conocido como el cementerio de las estatuas. Un claro ejemplo de la diferencia que existe entre derrumbar y resignificar.

Pero no siempre las estatuas han sido tan respetadas, sobre todo cuando estas pueden ser convertidas en un mecanismo ideológico. Un ejemplo de ello fueron las estatuas de un lancero y de un militar que se ubicaron al frente de la Casa Museo de la Memoria de Medellín en el mes de diciembre de 2019. Según fuentes militares y gubernamentales, con el fin de conmemorar los 200 años de la batalla de Boyacá, pero según otras fuentes, como una clara incitación a la destrucción de la memoria. La escultura duró en pie menos tiempo de lo que tardó en instalarse.

Religiosamente hablando, la historia cuenta que judíos y musulmanes rechazan las estatuas o las imágenes, considerándolas idolatría. Los Cristianos Bizantinos las persiguieron durante mucho tiempo, pero finalmente terminaron aceptando los iconos. Los Cristianos Católicos, por su parte, las veneran, un hecho que los mantiene separados de la mayoría de las sectas evangélicas o también conocidas como cristianas no católicas.

Es cierto que hay estatuas inofensivas, que traen buenos recuerdos y que permiten reconocer la importancia de personajes o acontecimientos históricos. Pero también es real que hay efigies que deberían estar en museos, resguardadas (jamás destruidas) y sometidas al juicio critico sobre las acciones cometidas por el personaje a quien representan.

En una plaza en Sídney (Australia) hay una escultura de un hombre con grilletes en uno de sus pies. Una representación que recuerda a los australianos que muchos de sus antepasados llegaron a ese continente como prisioneros. Por otra parte, en un parque de la ciudad de Pasto (Colombia) se erige una estatua de Simón Bolívar considerado por muchos como el libertador, pero repudiado por una buena cantidad de pastusos por los funestos hechos que llevó a cabo en la siempre tristemente recordada Navidad negra de 1822.

Así las cosas, las estatuas son referentes para una sociedad que las construye o las exige. Pero también pueden ser modelos impuestos por intereses políticos o comerciales, como parece ser el caso de algunos de nuestros llamados artistas. En algunos años, no sé cuántos, las estatuas que se construirán en esa llamada ruta del talento tendrán más popularidad y serán más conocidas que los bustos de la avenida La Playa.

Logoi

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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  • ¡Excelente columna! Felicitaciones a los autores. La estatua, ese ícono proveniente del alma humana debatido eternamente entre lo que quiere perpetuar y lo que quiere olvidar.