El 24 de septiembre de 2015 fue un día decisivo para consolidar el proceso de paz entre el gobierno Santos y las Farc-ep, fue el día en el cual se llegó al “punto de no retorno”, ya que, tras varios meses de ires y venires, las delegaciones desenredaron el principal nudo de la negociación: la justicia transicional. Se llegó al borrador de un acuerdo parcial que se tituló Víctimas y que disponía la creación de un Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR).
Su presentación supuso un momento clave en el proceso y legó una fotografía para la historia: Santos y Timochenko en un sólido apretón de manos.
Llegar a ese icónico apretón de manos nunca hubiera sido posible si una subcomisión de seis juristas -tres en representación de gobierno y tres en representación de las Farc- no se hubieran echado sobre los hombros la titánica labor de diseñar un modelo de justicia transicional que, por un lado, no se saliera de las “líneas rojas” trazadas por Santos (que implicaban sanción a los máximos responsables y armonización con los compromisos internacionales), y por el otro, tuviera plena aceptación entre los voceros de la guerrilla; pues bien, tras intensas jornadas de trabajo, los juristas encontraron la “comba al palo” y diseñaron el borrador del SIVJRNR.
Y la antesala privada de ese momento histórico -retratado en los principales medios del mundo- ocurrió en el apartamento de uno de los juristas designados por el gobierno, el expresidente de la Corte Constitucional y por entonces rector de la Universidad Externado, Juan Carlos Henao.
El pasado 2 de enero el país político y académico se sacudió con la muerte del destacado jurista, desde casi todas las orillas políticas e ideológicas llegaron mensajes de exaltación, elogio y reconocimiento a su trayectoria y buenos oficios en respaldo a la paz, y digo casi, porque los representantes más visibles de la derecha no se pronunciaron; tal vez, el talante profundamente liberal y democrático de Henao chocaba con sus dogmas más arraigados.
Personalmente, conocí a Juan Carlos Henao desde su capacidad pedagógica para presentarle a públicos amplios y diversos los alcances del modelo de justicia transicional, y recuerdo que lo hacía con rigurosidad académica, pero con la sencillez de un experto curtido que no necesitaba refugiarse en los pergaminos o en la “trayectoria” para sonar altisonante, no, en sus charlas y conferencias resaltaba su dimensión pedagógica, el lenguaje cálido y la palabra cordial.
Nunca construía muros o generaba barreas (algo muy frecuente entre los juristas), siempre invitaba al diálogo, la disertación argumentada y al respeto.
Recuerdo que en una conferencia se le consultó por qué la subcomisión de juristas optó por reunirse en su apartamento y no en alguna embajada o directamente en La Habana, su respuesta fue: “En la confianza que fuimos construyendo (entre los juristas) les dije, hombre, vamos para mi casa que allá hay hamacas, podemos almorzar, es un ambiente distinto…. Porque para negociar es necesario tener ambientes cordiales, no muros fríos, sin cuadros.”
Y fue ese ambiente tan cordial como su palabra el que permitió sacar adelante el borrador del acuerdo sobre Víctimas, lo que llevó al proceso de paz a un punto de no retorno y también marcó el punto de partida de una experiencia de justicia transicional que el mundo sigue observado con expectación.
Un gran jurista, un hombre de paz, un cultor de la palabra cordial. In memoriam: Juan Carlos Henao.
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