“Corito, que se toma los diversos actos públicos, es la expresión colectiva, de un amplio sector ciudadano, que se extiende como un clamor social contra un personaje peligroso, profundamente resentido, testarudamente incompetente, agresivo con el que osa pensar diferente, y quien demuestra que la ignorancia es atrevida.”
Desaprobación social que persigue a Gustavo Francisco Petro Urrego ya está en un índice del 66%, como lo indicó el último “Opinómetro” de Datexco solo el 26% persiste en la aprobación de quien dice liderar un pacto histórico por Colombia. Victimización que quieren encarnar en la figura de una menor de edad, la hija de su presidente, es la estrategia oscura de una izquierda política que es experta en tirar la piedra para ver a quién le cae. Necesario es dejar de llorar y que su mandatario reconozca que le quedó grande gobernar a Colombia, día a día la crisis se agudiza ante la negligencia, la mentira y el oportunismo de un Sensei que delira contra la extrema derecha y un sistema neoliberal que según él ya no tiene una propuesta que responda a los problemas actuales de la humanidad. Importante es que su dignatario entienda que cada vez son más los que creen algo diferente, y que en el país son muchos los que opinan que la propuesta de cambio representa una amenaza que destruye la economía, desestabiliza y fomenta la violencia desde pactos non santos con grupos criminales, terroristas y narcoguerrilleros.
Pregunta que ronda, por estos días, a la sociedad latinoamericana es si las propuestas y decisiones incoherentes de los burgomaestres de izquierda, la una cada vez más nefasta que la anterior, son la consecuencia de un verdadero interés, acabar con la democracia y el futuro económico de la región. Entrega de la seguridad de la nación a la guerrilla, que hizo Gustavo Francisco Petro Urrego, no es menos grave que la intención que ahora tiene de entregar Ecopetrol, empresa líder e insignia de los colombianos, a Venezuela. Problema del socialismo es el negar la viabilidad de un pensamiento liberal para atender el déficit fiscal, atajar la inflación, e incentivar la economía para propiciar un crecimiento que dé solución al desempleo. El odio que muchos profesan, y profesaron, contra Álvaro Uribe Vélez fue el que llevó al poder a su presidente, un sujeto que, así lo traten de negar sus redes caóticas, tiene como gran perdedor al pueblo, los “nadies” que votaron con una esperanza de cambio.
Decisión que ya han expresado en las urnas los uruguayos, en los últimos meses, los ecuatorianos y ahora los argentinos, es la demostración de que el progresismo socialista lejos se encuentra de atender los problemas actuales de la humanidad. El triunfo de la derecha se constituye en un revés para Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Francisco Petro Urrego, Gabriel Boric Font y Andrés Manuel López Obrador, que, desde Brasil, Colombia, Chile y México, ven cómo se diluye la apuesta de la izquierda, que solo habla y no lleva nada a la práctica, frente a una corriente liberal que toma fuerza y se comienza a apoderar del continente. Virus de amenaza contra los derechos humanos y la igualdad, proclama de deudas ancestrales contraídas con los indígenas o los colectivos sociales menos favorecidos, se desgasta frente a figuras extremas, de derecha, que con hechos y acciones demuestran que el discurso de la izquierda no pasa de ser un retroceso político, económico y social que se debe obstaculizar con una mano firme.
Temor que expresan desde la izquierda contra figuras como Nayib Armando Bukele Ortez, Jair Messias Bolsonaro o Javier Gerardo Milei es la consecuencia del fracaso que carga a sus espaldas el populismo extremo que deformó la democracia, abusó del poder, y condujo al colapso y fracaso económico que circunda Latinoamérica. Vergüenza ajena es lo que produce escuchar funcionarios, casi siempre impuestos y sin preparación para asumir el cargo que ostentan, tendiendo en el ambiente una narrativa tipo Google para desde la mentira apoyar y defender los disparates de sus jefes, pese a que poco y nada resisten la opinión y análisis de los expertos que ven todo lo contrario a lo que el gobierno quiere hacer creer a los ciudadanos. Desprecio que Gustavo Francisco Petro Urrego expresa contra los líderes de derecha, y adoración que profesa por las dictaduras socialistas, denotan que en Colombia no se está lejos de padecer la locura que significaron Chávez, Correa o los Kirchner para sus naciones.
Extremos nocivos que polarizan a la sociedad lejos tienen a Colombia de ser una potencia mundial de la vida, inconformismo que se materializó con el grito unísono de “Fuera Petro” que se escuchó en el Metropolitano de Barranquilla, y se replicó en el clásico paisa en el Atanasio Girardot de Medellín, es progresivo y la maduración del chiflido que se escuchó en la inauguración de los Juegos Nacionales en Pereira. Majadero es creer que la libre y espontánea expresión del pueblo es la consumación de una agresión contra una menor de edad, el contexto marca que esto va dirigido contra Gustavo Francisco Petro Urrego y no contra nadie de su familia. Desesperado es el intento del petrismo por parar a como dé lugar lo que se ve venir en Colombia en cada partido y en cada encuentro de multitudes, quieren que la gente tenga temor de penalistas que estudian cómo denunciar por hostigamiento a quienes se expresaron en ejercicio de la libertad.
Los colombianos ya están curtidos frente al miedo, identificación e individualización que se esboza para quienes opinan diferente a la izquierda, y su apuesta de cambio, es una guerra social atroz, inadmisible e inaceptable, que merece el repudio total de quienes no cohonestan con la imposición de un régimen dictatorial. Los colombianos empiezan a demostrar que, desde los escenarios deportivos sin violencia, sin trancar las carreteras, sin violentar buses, sin saquear supermercados, y sin vulnerar el espacio del otro, el pueblo expresa legítimamente sus inconformidades contra este gobierno y contra todas las reformas que están en marcha. Desafío para Gustavo Francisco Petro Urrego será moverse de forma estratégica desde la razón política y no obrar como el exguerrillero comunista radical que todos esperan, si bien llegó a la presidencia desde el ejercicio democrático, cimentado en fuertes calumnias, debe ahora asumir que igualmente hoy es rechazado por quienes tienen el valor civil de gritar ¡Fuera Petro!
El continente empieza a despertar y demostrar que no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista. Destrucción de la izquierda que se palpa en Venezuela, Argentina, Chile, Ecuador, Perú, Nicaragua, y demás naciones que apostaron por el progresismo socialista, aclama por ver florecer la esperanza democrática de las libertades. El destilar odio y desangrar las naciones propiciando la creciente migración no se puede negociar con “cafecitos”, desde la izquierda siempre se victimizan para sacar ventaja de cada situación frente a quienes se prestan para su juego. El elegir mal ya pasó factura de contado a quienes por más de 20 años le creyeron al verso del socialismo igualitario, apuesta política que arruinó su economía y truncó el futuro de muchos, los colombianos en 16 meses ya aprenden de esos errores y evidencian que el camino del cambio no es transitando de la mano de la izquierda, por ello cada vez se escucha con más fuerza ese cantico de ¡Fuera Petro!
Elecciones del 29 de octubre dejaron claro que poco a poco se está acabando con la pandemia que significó la izquierda para un país como Colombia, el constituyente primario se cansó más rápido del progresismo que lo que el propio Gustavo Francisco Petro Urrego se imaginó. Lección para la historia es el triunfo de la democracia frente al populismo y la demagogia que quiere vender un grupo de políticos, con afán de protagonismo, caciques populistas que quieren tener sus narices metidas en todo lado, opinar en donde no los han llamado, desconociendo el caos coyuntural que tienen al interior de las fronteras que supuestamente administran. Sesgo ideológico de quien cree saberlo todo, y tener la solución para los males del mundo, muere en las promesas incumplidas y la baja ejecución de un gobierno que enceguecido camina y se niega a escuchar lo que le gritan en los estadios del país. ¡Fuera Petro! Es el sentimiento popular que sale del corazón, derecho de sanción social es tener la oportunidad de decirle al mundo que Colombia quiere fuera del poder a su mandatario.
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