No

José María Dávila Román

“Comprometerse sin convicción ni compromiso, es luego quedar mal y por partida doble”.

Decir “no” es de las respuestas más incómodas y difíciles que puede dar una persona, sobre todo si la negativa es ante gente cercana a la que no se quiere decepcionar; sin embargo, decir “no” y oportunamente, cuando realmente no se puede o no se quiere hacer algo, en lugar de decepcionar, se está dando una muestra de respeto.

Lo que sí está mal es comprometerse con situaciones que de entrada no se tiene la verdadera intención de participar. Se pierde la confianza y credibilidad. Como dice el dicho, “es mejor ponerse colorado un ratico y no pálido toda la vida”. El tiempo es oro. Saber cuáles son nuestras prioridades son el mejor filtro para saber en qué momento decir que “no”.

El tiempo, al ser limitado, hace que sea imposible decirle sí a todo y a comprometernos con todo el que nos requiera.

Tim Ferriss, en su texto Mentores, entrevista a más de cien personas exitosas de diversas industrias: tecnología, deportes, música, cine, inversores, etc., que responden a las mismas 11 preguntas. El propósito del autor es conocer sus secretos de vida y que estos le sirvan a él y a los lectores, para sus propias vidas.

Dentro de estas preguntas, está la de cómo hacen los “mentores” para decir que no, literalmente les pregunta: “En los últimos cinco años, ¿a qué has aprendido mejor a decir que no?

Ante tanta diversidad de entrevistados, las respuestas a cada pregunta son distintas e incluso contradictorias, pero eso hace que coincidan en un aspecto, dicen que cada persona debe construir su propio camino. Tomar los consejos y recomendaciones de las personas que han tenido éxito y han adoptado hábitos positivos, pero sin perder la propia esencia y ajustarlos a su propia vida. Que una persona tenga éxito siguiendo un camino, no significa que sea el único que deba seguirse.

Aniela Gregorek, una de las “mentores”, menciona que ha aprendido a decir que “no” a “culpar, quejarme, criticar (…) Si no tengo nada positivo que decir, no digo nada. La negatividad es como la contaminación. Contamina la mente y las relaciones. Cuando la crítica es constructiva y su intención es ayudar a alguien a ser o a actuar mejor, entonces el acto es activo”. No en vano el proverbio árabe: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio mejor no lo digas”.

Esther Dyson, inversionista en empresas emergentes, menciona que ha aprendido a decir que no a eventos que sucederán en más de una semana “Es muy fácil comprometerse a cosas para las que faltan semanas o meses, cuando tu agenda aún está libre”.

Anna Holmes, escritora y editora estadounidense, dice que “He aprendido a decir ‘no’ a los que me piden ayuda y consejo. (…) Me pasaba más tiempo respondiendo a lo que me pedían personas completamente extrañas, que estando con las personas que realmente me importaban, mis amigos y mi familia”.

Decir que “no” es un acto de madurez y no implica ser grosero ni descortés; el tono es esencial para saber decir que no de una manera gentil. Comprometerse sin convicción ni compromiso, es luego quedar mal y por partida doble. El saber decir que “no” está en línea con uno de los cuatro acuerdos toltecas: ser impecable con la palabra, que si los seguimos, seguramente nos ayudarán a vivir mejor.


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José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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