El pasado 26 de septiembre, fue un día de contrastes; mientras en 45 municipios de 23 departamentos salieron a protestar pacíficamente en contra del Gobierno Petro miles de ciudadanos; éste, junto a otros altos funcionarios colombianos se hicieron presentes en la frontera con Venezuela, para lo que sería su reapertura formal; por supuesto, no fue casual que lo programara el mismo día en que la ciudadanía se movilizaría en su contra; el show estaba servido, pero sin uno de los actores principales.
Aunque Petro y su embajador en Venezuela contaban con el acompañamiento del vecino Dictador, éste nunca apareció, recordándonos la imagen de Tirofijo, cuando dejó la silla vacía en el encuentro con el expresidente Pastrana para la instalación de los diálogos en el Caguán; para colmo, ambos justificaron su ausencia por supuestas “razones de seguridad”. Lo cierto es que, analizado los contextos en cada ocasión, resulta incuestionable que ni aquel 7 de enero de 1999 ni el pasado 26 de septiembre, había motivos serios para que ninguno de los dos criminales temiera por sus vidas; el desplante al país en el Caguán fue el presagio del fracaso de las negociaciones con el terrorismo, y, con absoluta seguridad, el de la frontera lo será, para el restablecimiento de unas relaciones rotas por el propio ausente.
Por más que funcionarios petristas alardeen con este suceso calificándolo de “histórico”, y que el Ministro del Interior, Alfonso Prada, se atreva a afirmar que Colombia debería pedir perdón a Venezuela por la ruptura de relaciones diplomáticas y el cierre de la frontera (lo cual no es cierto, porque fue Maduro quien lo hizo, y quien además marcó las casa de nuestros compatriotas, derribando algunas, llevando a muchos presos injustamente y expulsando a miles que tuvieron que huir por trochas con los enseres al hombro como vimos en desgarradoras imágenes ese agosto de 2015), el desplante a Petro expresa el desprecio del régimen de Venezuela hacia un pueblo hermano que, además, ha acogido a más de dos millones de refugiados.
La verdad sea dicha, ningún análisis serio y objetivo pronosticaría un final feliz en el restablecimiento de relaciones entre los dos países, tras este desplante y teniendo en cuenta algunos antecedentes que no pueden olvidarse, como el engaño con el envío de gas durante el gobierno del expresidente Uribe, luego del compromiso y la construcción del gasoducto que va desde La Guajira hasta el Lago de Maracaibo (y que hoy parece querer repetir la Ministra de Minas cuando insiste en comprar el hidrocarburo al vecino); la deuda por USD 300 millones a empresarios colombianos, y los recursos perdidos en las comisiones a políticos como Piedad Córdoba de cuenta de Cadivi; la expropiación de la que muchos fueron víctimas como, Avianca, Nutresa, Argos, Éxito, Alpina, Colombina y Cementos Caribe, para citar algunos casos; las reiteradas rupturas de relaciones, primero por parte de Chávez y luego de Maduro, y la presencia, protección y albergue de organizaciones terroristas colombianas en ese país, que pasaron de tener allí santuario a retaguardia estratégica.
Así, la ausencia de Maduro en el show de la frontera el pasado 26 de septiembre, deja un mal augurio sobre el restablecimiento de las relaciones entre las dos naciones, y evidencia el desdén del Dictador y que el afán lo tiene Petro.
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