Semanas atrás, nuestro vecino Colombia fue a las urnas para elegir a su Presidente, reafirmando una tendencia que se avizoraba desde hace un par de años: la elección de Gustavo Petro como Jefe de Estado. Este resultado en algún momento pareció eludible, pues el país cafetero se ha caracterizado toda su historia republicana por tener Gobiernos de centroderecha, o “liberales” o “conservadores” –intentos–, pero no con un mandatario de izquierda radical, y más aún, con el pasado guerrillero que pesa sobre sus hombros.
Todo ello refleja, además, como ocurrió en los demás países de América Latina, el hartazgo de los ciudadanos hacia los políticos tradicionales y que, al escuchar los “cantos de sirena” de un “nuevo mesías”, desea ir por ese camino que le ha sido ofrecido, prometiendo en la misma receta el refundar al país. En todo caso, cada país tiene el derecho de escoger su propio destino –de autodestrucción, inclusive–. Vemos pues, como esa marea cubre nuevamente todo el continente, siendo el próximo, probablemente, Brasil. Y es que después de Gobiernos de estas características se acentuaron la pobreza y corrupción en el continente, y con la promesa “incumplida” de los Gobiernos de “derecha” que dieron su palabra de arreglar las cosas y no lograron hacerlo, pues, el costo de realizarlo otra vez no era políticamente aceptable. El péndulo político se refleja nuevamente.
Ahora le toca el turno a Colombia de vivir esa realidad. Pero, ¿qué trae para el Ecuador, la elección de Petro? Evidentemente, la pérdida de un aliado en la balanza regional que venía siendo un pilar importante en la búsqueda de objetivos comunes, ligados a la apertura comercial, a la defensa territorial, a la lucha contra el narcotráfico, entre otros; recordemos que el vecino del norte es nuestro primer socio comercial a nivel regional, con él se impulsa nuestro ingreso a la Alianza del Pacífico, se cuenta con un flujo de inversión binacional importante entre las dos naciones, y demás. Será imperante que Ecuador analice cuidadosamente la relación política y comercial, debido a que fomentará la diversificación de socios comerciales y mercados para reducir la dependencia con respecto a cualquier nación, y pues dada la cercanía de Gustavo Petro con el anterior mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, sin duda la nueva agenda política estará sobre la mesa y quizás no habrá el interés de apoyar iniciativas de colaboración que beneficien a ambos países, en especial al nuestro.
No queda de otra que esperar las acciones en el marco de la política económica que impulsará el Presidente colombiano electo, a fin de conocer cómo reaccionarán los actores de cada país; pero, ante cualquier escenario, es preponderante ir hacia adelante sin guardar esperanzas de que será fluida y positiva como la mantenida con Iván Duque. Adicionalmente, la coyuntura política regional que cada vez más se inclina a la izquierda, debería ser un empujón para que las inversiones que recepta el continente se direccionen de a poco al Ecuador –aunque, por supuesto, sin las reformas necesarias esto no se cristalizaría en un potencial futuro–. Es así como nuestro país debe asegurar su futuro insertándose cada vez más en el mundo y aprovechar las ventajas que le ofrece, y a nuestro hermano país (Colombia) desearle el éxito ante los oscuros días que le vendrán.
La versión original de este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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