Entiendo el papel del periodismo, en el marco del derecho a la libertad de expresión, como uno de los cimientos de la democracia, y Colombia puede preciarse de un periodismo ejemplar, no solo como “informador”, porque solo una sociedad informada será verdaderamente libre, sino como “contrapoder”, vigilante y defensor del interés general.
Por ello el periodista debe ser el más informado, pero con capacidad para escudriñar y analizar la realidad, cada vez más aparente, que se esconde bajo el maremágnum que es hoy “la información”, que debe surgir de los hechos, pero también puede ser construida “desde toda suerte de intereses”. Cuando “se construye” la información y, con ella, la verdad…, la verdad deja de serlo.
Nos encontramos frente al delicado equilibrio entre el periodista investigador e incisivo, y el afanado por “la exclusiva”, sin tiempo para discernir y contrastar; proclive al escándalo fácil, que vende, pero que destruye prestigios labrados con esfuerzo y referentes institucionales para importantes sectores, como el ganadero.
Así sucedió con dos periodistas de La W, que desempolvaron una carta de mayo de 2019, documento privado en que un miembro suplente de la Junta Directiva de Fedegán manifiesta su desacuerdo con una decisión unánime, relacionada con el fortalecimiento financiero de la Federación, incentivando el desarrollo de líneas de negocio con una comisión de éxito, común en el mundo empresarial, legal y compatible con la condición de entidad sin ánimo de lucro y administradora parafiscal.
El 19 de mayo se lanza “en exclusiva”, bajo el título tendencioso de “Presidente de Fedegán recibe comisiones por cerrarles negocios a sus agremiados”, afirmación falsa que ni está ni se desprende de la carta.
¿Era un hecho aislado? En posterior entrevista, aunque usted lo negó cortésmente, era imposible no recordar que, durante años, su programa amplificó la persecución de Santos, a través del ministro Iragorri, que se gastó a dedo más de 4 billones de pesos, sin que a ustedes “les llamara la atención”.
La “verdad oficial” era la verdad de La W, y si me llamaron, no fue para contrastar con objetividad, sino para “acorralar” con agresividad. Por ello debo recordar también, que todas las investigaciones fueron cerradas, a pesar de la animadversión del contralor Maya; verdad, esa sí, que no mereció pronunciamiento alguno en La W.
La ganadería, como el país, atraviesa momentos difíciles por la pandemia y por quienes violentan el derecho al trabajo y la alimentación, mientras vemos leche derramada, animales sin sacrificar, hambre y pobreza agravadas por los que dicen defender a los pobres.
No es momento para abrir abismos, sino para construir puentes, con una labor independiente y crítica de los medios, pero objetiva y responsable frente al presente difícil de Colombia y a su incierto futuro.
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