Yo nos acuso

yo nos acusó con un dolor profundo, porque el acusar altos mandos, que es necesario, no dará resultado hasta que nos demos cuenta de cuál es nuestro papel como sujetos de derecho pero también como sujetos políticos.”


El pasado 25 de agosto se cumplieron 33 años del vil asesinato de Héctor Abad Gómez, uno de los cientos de asesinatos en los que la violencia nos ha arrebatado seres que en su pecho llevan con orgullo el sentimiento de ser colombiano, no con un falso patriotismo como es característico de ciertos sectores, si no el sentimiento genuino y empático hacia el colombiano de a pie que sufre la inclemencia de la indiferencia y desigualdad. Tras leer la obra insignia de su hijo Héctor Abad Falciolince, “El olvido que seremos”, se puede sentir el dolor tras su asesinato, pero también el gozo y amor inmenso del escritor hacia su padre. El mismo dolor y el mismo amor que los familiares de líderes sociales, estudiantes, activistas, policías, soldados, sentían hacia ellos y se les ha arrebatado la vida en medio de la guerra, las masacres y la muerte cotidiana que ronda en el país. No hay voces que le transmitan a sus compatriotas esas historias de quienes perdieron a aquellos seres que anhelaban una mejor Colombia, que abandonaron las filas de la verborrea y la demagogia para enlistarse en las filas del activismo, no hay voces para ellos, no hay quien narre si estas víctimas eran padres, hijos, hermanos, esposos, madres y peor aún, no hay voces de respuesta frente a los ruegos de justicia.

Durante décadas nos han matado a muchos Hector Abad Gomez, “¿Cuál es el significado de la vida humana sobre la tierra? ¿Para qué vivimos? He aquí dos preguntas básicas, que debemos saber contestarnos antes de seguir viviendo y actuando, inconsciente o ciegamente, como agentes de la vida humana porque sí, como defensores de la vida por sí misma.” (Fundamentos éticos de la salud pública, Héctor Abad Gómez) El valor más importante, el valor que Héctor Abad más defendió fue el que le arrebataron y es el que sin el más mínimo pudor nos siguen cegando.  “Digamos, de una vez por todas, que consideramos a todo ser humano vivo, como el máximo valor sobre la faz de la tierra. La conservación de su vida, pero no de una vida cualquiera, sino de la mejor vida posible para él, es la empresa más importante a que una sociedad debe dedicarse. Esto significa que toda sociedad debe asegurarles a todos sus individuos salud, alimentación, dignidad, decoro, en una palabra, bienestar físico, mental y social.” (Fundamentos éticos de la salud pública, Héctor Abad Gómez)

En el 2019 el periódico el tiempo publicó un mapa en el que se ubican solo algunos de los líderes sociales asesinados desde la llegada del presidente Iván Duque al poder, mapa que día a día se nutre y que como este medio lo denomino es una de nuestras peores vergüenzas, es el “Mapa de la vergüenza”.  Al cliquear sobre los puntos que representan dichos asesinatos aparece información básica de las víctimas, nombre, edad, a que se dedicaba y la fecha de su asesinato, tristemente no todos cuentan con los motivos por los cuales se les arrebató su vida, seguramente por lo ya mencionado, por que en el anonimato de sus luchas no contaron con quien alzara la voz en protesta por masacrarles. Su desgracia fue, como la de Héctor Abad Gómez, dirigir su mirada hacia la Colombia olvidada, vejada, hacia la salud pública, hacia los estudiantes, los enfermos, los barrios marginales y sobre los pillos que hacían la vida más dura de los menos favorecidos, al denunciar políticos y entes responsables de ampliar la brecha social.

Yo nos acuso, nos acuso de ser cómplices de cada muerte a causa de la guerra, nos acuso ya que a causa de nuestra indiferencia, de nuestro partidismo, donde unas víctimas duelen más que otras, se pierden las vidas de campesinos, doctores, médicos, ingenieros, pedagogos, profesores, artistas sin siquiera darles la oportunidad de descubrir que llegarían a serlo, yo nos acuso de ser parte de ese plan macabro dirigido por las sombras poderosas que durante décadas han manejado el país a u antojo, yo nos acuso con un dolor profundo, porque el acusar altos mandos, que es necesario, no dará resultado hasta que nos demos cuenta de cuál es nuestro papel como sujetos de derecho pero también como sujetos políticos.

Cristhian Esteban Reyes Oliveros

Tengo 25 años y soy profesional en Trabajo Social, egresado de la Fundación Universitaria Juan de Castellanos de Tunja. Dentro de mi ejercicio profesional, como evidentemente este lo demanda, me he vinculado siempre con la causa del menos favorecido, con el desamparado, con el marginado y desde ahí considero que puedo llevar las experiencias de ese ejercicio profesional a un espacio de reflexión escrita como el de Alponiente.

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