“la consecución de la bomba nuclear por parte de Irán reconfiguraría el poder unipolar que Israel ha mantenido en términos atómicos en Medio Oriente.”
La reciente paranoia fruto del abandono del acuerdo nuclear iraní por parte de Estados Unidos en la administración Trump, se ha agitado aún más en torno a la finalización de lo que podría denominarse como prórroga de salvoconducto de Irán a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) para sus respectivas visitas a sus instalaciones nucleares. Los tres meses adicionales no son más que un plazo para generar un ambiente de «riesgo inminente»; un margen de maniobra a través de comunicados y pronunciamientos como el del ayatolá Alí Jamenei sobre la posibilidad de aumentar el enriquecimiento de uranio; que lance a Washington a negociar su adhesión al acuerdo nuevamente; y que evite detenerse en el punto del programa de misiles convencionales que gira en torno a la pretenciosa idea de que Irán renuncie a su capacidad defensiva, solo asegurada en el efecto disuasorio.
Bajo el panorama de la inminente retoma de las negociaciones por parte del ejecutivo de Biden, resurge el debate anterior a la misma materialización del acuerdo nuclear despertó el académico Kenneth Waltz, en su publicación en la revista Foreing Affairs, titulado «Why Iran should get the bomb”, en la cual de forma categórica hace alusión a cómo el equilibrio (bipolaridad) fomenta la estabilidad. En este caso, la consecución de la bomba nuclear por parte de Irán reconfiguraría el poder unipolar que Israel ha mantenido en términos atómicos en Medio Oriente.
El poder que conserva Israel como único país en la región con esta capacidad armamentística no crea más que inseguridad para los demás estados a su alrededor, al ser un contendiente indisputado en caso tal de llegar a hacer uso de su capacidad nuclear. Esto se ha demostrado no solo porque en su corta historia ha estado en guerra o ha invadido a casi todos sus vecinos, sino porque hoy día sigue avanzando en sus propósitos de anexión en Palestina y sus reiteradas incursiones en el espacio aéreo sirio.
Más allá de las consideraciones que se tienen que hacer en términos geopolíticos o de RRII, en este caso el aporte de la estabilidad a través de la disuasión es reafirmado por el ejemplo que hace Waltz del periodo de la guerra fría, en la cual la capacidad de ambas potencias en disputa les impedía un enfrentamiento abierto si buscaban su supervivencia. ¿Qué hubiese pasado si en el enfrentamiento alguna de las potencias, ya fuera URSS o EE. UU, quedase rezagada en la proliferación nuclear? La respuesta se asemeja a la actual condición iraní o su posible desenlace.
Frente a este panorama es válido hacerse preguntas como: ¿debió Irán haber perseguido la bomba atómica en un principio?, ¿debió prever que en algún momento la inestable política estadounidense incumpliría unilateralmente el acuerdo?, ¿se habrían atrevido a asesinar a Qasem Soleimani teniendo un arsenal atómico desarrollado? ¿se habrían atrevido a asesinar a Mohsen Fajrizadeh? La posición de Waltz de seguro haría alusión a cómo los episodios de provocación e inestabilidad se evitarían al haber equilibrado la balanza.
Pero hoy día el balancín está totalmente inclinado por un peso pesado que sin ningún tipo de discreción ha afirmado que en ningún caso permitirá un Irán nuclearizado, sin antes llegar a utilizar todos los medios disponibles, que en pocas palabras pueda proveerse la Mossad, y por los cuales ya se ha cobrado la vida de al menos cinco científicos nucleares en toda una cadena de hechos digna de secuelas de película.
Es entonces que el foco de los analistas internacionales debería develar cómo las negociaciones del ejecutivo Biden pasarán por debilitar a Irán en beneficio de Israel e indirectamente a Arabia Saudí. De esta manera, se niega la posibilidad a que el gigante persa se dote de cualquier capacidad nuclear y además disminuya su programa de misiles convencionales, con el cual sucesos como el ataque al complejo americano de Al Asad en Irak, en respuesta a la muerte de Soleimani, tendrían menos posibilidad de repetirse.
La posición estadounidense revela la insistencia de la diplomacia por la fuerza, esa que recuerda la doctrina del llamado «gran garrote» y la insistencia de los realistas como Waltz en que entre los estados no debe haber confianza, lo que se debe de perseguir es la supervivencia, aquella que está en vilo desde la concepción de la primera ojiva nuclear israelí.
Con el devenir de los días se presentarán dos escenarios de negociación, ambos con el mismo desenlace: en el primero, Estados Unidos condiciona su vuelta al acuerdo a cambio de debilitar el programa de misiles iraní ya sea en alcance o en cantidad -o una combinación de ambas características-, si no las sanciones seguirán en pie.
El segundo escenario, es en el que irán decide seguir adelante con el enriquecimiento de uranio y generando mayores porcentajes de otros componentes necesarios para el entramado proceso de obtener armas atómicas. En consecuencia, las sanciones no solo seguirían en pie, sino que podrían agravarse gracias a la confirmada «intransigencia» y «belicosidad» iraní.
En el otro extremo, y en un episodio que parece improbable, Biden accedería a volver al acuerdo bajo las condiciones suscritas durante el gobierno Obama (2015); mantendría el acuerdo original suscrito por el denominado grupo G5+1 y suspendería las sanciones al término de que se compruebe de nuevo el cabal cumplimiento de los acuerdos como había sucedido hasta que la Administración Trump lo abandonase unilateralmente.
Ahora bien, el gobierno de los ayatolas no puede hacer mucho por sí mismo. Ante la imposibilidad de maniobra del grupo de estados suscriptores del acuerdo (Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) maniatados frente al gigante americano e incapaces de hacer cumplir el acuerdo, la única salida aparente es que se plante cara a las pretensiones de Washington y se proceda como en el proceso fallido del “snapback”, que dio paso al final del embargo de armas en octubre del año pasado.
En todo caso, lo que en su momento sonaba como un completo sinsentido (el irán atómico), parece que hoy es más sensato para su propia población (la bomba generaría más certezas que dudas). En un futuro no muy lejano y asumiendo el regreso de EE.UU. al acuerdo, se podrían dar episodios en los que Irán “cruce la línea roja americana” y con el pésimo antecedente de que este país no cumple sus tratados, se generará la duda de que pueda dejar de nuevo sus compromisos y reimponer las asfixiantes sanciones.
La inseguridad de no poder hacer frente a las contrapartes en relativa igualdad de condiciones solo propicia que el ciclo donde gana quien tiene los medios suficientes para subyugar a su antagonista se repita. y el gran temor por la amenaza latente de una lluvia de ojivas sobre Teherán, Mashhad o Isfahán quede incontestada.
Muy buen artículo
Felicitaciones, muy bueno.