¿Y ahora, quién podrá defendernos?

La policía va de mal en peor. Desde hace una década la policía empezó a perder prestigio por culpa de algunos que se apoderan de su uniforme y hacen de las suyas a nombre de la institución. Desde las llamadas vacunas que se efectuaban en barrios de Bogotá, hasta en el contrabando y protección de alucinógenos que terminaron en las grandes ollas que con el tiempo se han ido desmantelando. La policía y su prestigio se fueron para el piso, empezando porque no hay un control preciso sobre las personas que ingresan a la institución, no se cuenta con un verdadero control psicológico tanto para los antiguos empleados como para los nuevos. Van soltando armas a quien vaya cumpliendo un tiempo determinado y eso, le ha costado bastante a la institución. Sólo basta ver un poco las muertes generadas por policías en sus domicilios por culpa de los tragos, por culpa de los celos y hasta por el sentido de un poder que a ciencia cierta, no tiene, no han tenido ni tendrán.

El objetivo de la policía como fuerza pública es cuidar y velar por los ciudadanos, “la policía y yo un solo corazón” como versaba el comercial protagonizado por Falcao para la campaña que buscaba acercar y romper los miedo que empezaban a generarse por culpa de aquellos hombres de poderes efímeros. La cuestión no va nada bien para la policía que en el 2009 crea el escuadrón policial para cuidar a los animales y combatir la crueldad, pero hasta la fecha, son varios los casos denunciados por redes sociales, por medios de comunicación del maltrato de animales por parte de policías. Entonces no queda otra cosa que pensar que la misma policía está dividida, que no hablan el mismo idioma y que sus agentes, no son más que un puñado de seres inconscientes que tienen de todo menos los dos principios básicos: honrar a su institución y ayudar al ciudadano.

Y el camino sigue peor, en los dos últimos años se ha revelado ciertas mafias que andan por los corredores de la dirección de la policía, la llamada comunidad del anillo, las denuncias de Daniel Coronel, los extraños nexos de algunos uniformados con el Bronx. Esto no es otra cosa que la viva estampa de lo que fue la época del narcotráfico en donde se descubrieron los implicados que estaban con el patrón del mal, los que ayudaban a matar y enredar el proceso para que no se llevara a cabo la ley de extradición. De ahí muchos de los policías que tenían un sueldo promedio, terminaron viviendo en la zona norte de Bogotá, con carros que ni con cinco años de trabajo podían pagar. Eso sin contar los reintegros y los movimientos bajo cuerda que se hacían con aumento de grado a policías que no lo merecían, con los ya destituidos que volvían a laborar sin un control claro.

No sobra contar la falta de garantía que hay por parte de la policía hacía los periodistas, la libre expresión en este país es poca, casi nula. Recordemos el incidente en el centro de Bogotá al periodista de Citytv que grababa lo que sucedía en la ciclovia nocturna. El hecho que está más que registrado por varias cámaras y miles de testigos, no tiene otro nombre que brutalidad policial. No tengo nada en contra de la policía, no pertenezco a ningún grupo de izquierda, lo digo para que no encasillen este texto a una rabia ideológica, quiero que lo ubiquen como una voz de cansancio y de llamado de atención sobre el actuar de la policía que todos hemos visto.  O que lo diga la comunidad LGBTI, quien en este año lleva registrado un 7% de abuso policial. Es una cifra pequeña a comparación de años anteriores pero que no debería existir, porque estamos hablando de una fuerza que defiende, no que acaba a sus defendidos. Esto lo publicó el boletín número 38 de la Defensoría del Pueblo.

No hay quién nos defienda, no hay quién nos cuide. Esta sociedad va de para atrás si no se puede confiar en la fuerza que los cuida, que debería velar por su seguridad, entonces no hay garantías para un camino de paz, de soluciones para las generaciones futuras. Señor director de la policía, ministro de defensa, jefe de estado, patrullero regular, por favor, las cosas en su lugar. Ustedes cuidan y dan garantías y nosotros apoyamos sus labores.

Editor Cultura: Juan Camilo Parra Martinez

Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomás, columnista y periodista freenlace. Ha escrito para varios medios de comunicación. Su pasión entre la literatura y el periodismo lo llevó a buscar un punto central en donde la ficción y la realidad se crucen, se toquen pero no se confundan.