Venezuela, la literatura como carrera: 5 licenciados y 2 tesistas

“El pensamiento libre y la academia subsisten en unos pocos núcleos humanísticos de algunas universidades.


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Hay siete jóvenes aún lejos de cumplir sus 30 años, cinco de ellos licenciados y dos en proceso de serlo. Sus tesis están construidas con el rigor que ofrecen las herramientas del pensamiento, se formaron en la Escuela de Letras de la Universidad de los Andes en Venezuela. Ellos son: Oriana, César, Ana Julia, Leonardo, Rosbelis, José Javier y Jorge. Para nadie es un secreto la ruina del contexto sociopolítico venezolano y sus consecuencias en todos los sistemas educativos. Sin embargo, el Departamento de Literatura Hispanoamericana aún cuenta con profesores de excelente formación académica y trayectoria literaria que no viven ni del prestigio ni del sueldo, sino de la certeza de que algo puede hacerse por uno mismo mientras se pueda ayudar-formar genuinamente a otros. Una sobrevivencia activa que genera comunidad entre profesores y estudiantes. La prueba de ello está en la investigación y las respuestas de los jóvenes profesionales:

Una encuesta realizada en Colombia sobre el arrepentimiento de estudiar ciertas carreras, arrojó una fuerte presencia de las humanísticas. ¿Crees que en Venezuela suceda algo parecido, que no sea exclusivo de las humanidades y se extienda a cualquier carrera universitaria?

Rosbelis Rodríguez (Tesis: Una pura caída. Las formas del abismo en Pascal Quignard y Enrique Vila-Matas):

Creo que en Venezuela el arrepentimiento de estudiar humanidades tiene que ver con que las salidas laborales que ofrece son muy mal pagadas. Mi generación no tiene asegurado que va a vivir bien de una carrera humanística. Además, la sociedad y el discurso del gobierno dan primacía a las carreras científicas y técnicas bajo la consigna de que son lo que el país necesita para progresar.

Pero, a pesar de todo, me parece que el hecho de arrepentirse refleja una falta de convicción. Yo me arrepentí de estudiar una carrera cuando me di cuenta de que no tenía vocación. Entonces abandoné. Ahora amo lo que estudié, independientemente de la incertidumbre profesional en la que me encuentro. Un humanista convencido no se arrepiente.

Más importante y grave me parece, en cambio, la deserción, porque es más involuntaria. Es un hecho que la economía venezolana ha crecido unos pocos puntos recientemente. Y parte del precio que se ha pagado por ello ha sido la deserción general en todos los niveles de educación. Aquí ya no estamos hablando de crisis vocacional ni de desengaño ni de arrepentimiento. Es una decisión forzada. Entre comer y estudiar, muchos estudiantes han tenido que elegir lo primero. ¿Qué tan miserable tiene que ser un país para obligar a sus jóvenes a postergar su formación, a abandonarla? Un país que anula el incentivo a la superación mediante la educación tiene un objetivo claro: no quiere ciudadanos que piensen, quiere obreros.

¿En Venezuela puede hablarse de expectativas en la literatura como mercado y como forma del pensamiento o todo parece muy claro?

José Javier Malaguera (Tesis: La máquina intermedial en Santiago se va de José Urriola):

En Mérida, una ciudad universitaria de los Andes venezolanos, al menos 4 librerías han cerrado en los últimos 10 años. Cuando empecé a leer con asiduidad, a los 15 años, dichas librerías tenían libros usados como parte o como la totalidad de su catálogo.

En los últimos meses me he percatado que en la ciudad hay al menos 5 vendedores callejeros de libros usados. Venden libros viejos, a veces novelas en inglés o ¡Incluso en ruso! Su catálogo es pequeño, pero es la muestra de que al menos hay en esta ciudad un pequeño mercado lector, con poco poder adquisitivo, que de vez en cuando paga el equivalente entre 4.000 y 2.0000 pesos colombianos por un libro.

Fuera de Mérida, soy mucho más pesimista. Con excepción de las hiperpobladas burbujas de clase media de Caracas y Valencia apenas hay librerías. Los últimos bestsellers literarios locales que conozco y que fueron publicados por venezolanos son Los Cuatro Reinos de Andrés Hidalgo y Blue Label de Eduardo Sánchez Rugeles, dos novelas de 2012, destinadas a un público juvenil.

Con respecto al pensamiento, tampoco se puede ser muy optimista. El pensamiento libre y la academia subsisten en unos pocos núcleos humanísticos de algunas universidades, donde o los salarios públicos son de chiste o los salarios de entidades privadas son mejores, pero no suficientes para garantizarles cierta estabilidad a los investigadores, pensadores y creadores. Creo que con excepción de genios como Walter Benjamin, se necesita cierta estabilidad ¿pequeñoburguesa? para pensar o escribir.

Entre las instituciones privadas no universitarias, quiero destacar la labor de la Fundación La Poeteca, que con financiamiento de la banca privada logra llevar a cabo el Concurso Nacional de Poesía Rafael Cadenas y el Diplomado de Poesía, donde, a través de internet, forman a los ganadores y finalistas de dicho concurso, sin importar en qué rincón de Venezuela o de la diáspora se encuentren.

¿Hay salvación para el pensamiento o la escritura frente a la urgencia de sobrevivir, especialmente en Venezuela?

Leonardo Rivas (Tesis: Constelaciones en el vidrio: poesía y poética en tres poemarios de Adalber Salas Hernández):

Muchos jóvenes escriben –piensan– a pesar de tanta zozobra, de tanta hambruna y miedo. Escriben porque no han logrado quitarnos el pensamiento –lupa para burlar las trampas del autoritarismo– ¡afortunadamente! La vocación también es un llamado, en medio de tantos gritos y lágrimas, no todos lo escuchan o perciben, pero quienes lo hacen, hallan un espacio desde donde pueden interpelar esa realidad que les sigue restando cosas a su vida –sueños, amigos, experiencias, reconocimientos por destacarse en algo que aman hacer–.

A pesar de tantas cosas urgentes y de saberse asediados por muchos frentes, los jóvenes siguen escribiendo relatos, poemas y ensayos desde donde escapan –o desmontan– los mecanismos de esa dictadura que los observa y acorrala. La salvación es comprender que la literatura –el pensamiento– también es una trinchera, desde donde defendemos la última libertad: la del individuo –su lengua, sus experiencias y todo lo que puede decir sobre ello– ante un régimen que también desea anular la proliferación nuclear de párrafos que solo desnudan la malicia humana. Esperemos que ellos sigan escribiendo y que entiendan que la dictadura gana, cuando te privan de esa libertad tan íntima, la de decir en una página en blanco: aquí hay un país que será libre, pronto.

¿Por qué insistir en un título universitario en literatura?

Jorge Isaac Villamizar (Tesis: La redención histórica: el pensamiento artístico en el uso narrativo del cuerpo en Paleografías de Victoria de Stefano):

Porque el pensamiento también sobrevive. Imaginar y transmitir es una respuesta a lo precario tan originaria como el llanto o un golpe, y es parte de nuestra memoria. Mi generación percibe la falta de orientación entre tantos temas, medios y alternativas de vida, y quizá un aliento que nos falta es la radicalidad del pensamiento en imágenes, una herramienta muy difícil de anular. Estudiar Literatura es una forma de exigirse a comprender como imágenes la palabra y la lengua de las que se compone el pensamiento, y en eso lo transformamos en ideas, elementales para originar lo diferente.

Literatura no es un dogma de equilibrio o superación, es una forma de tomar posición más resistente al tiempo y a las capturas de la autonomía en tendencias, tecnologías, oficios, leyes. Hoy se nos hace más problemático salir ventajosos en el mercado laboral. Puestos como editor o profesor son más inviables o inaccesibles ahora, aunque la implicación con la lengua y las ideas nos hace versátiles. En este momento, por ejemplo, parece que el egresado en literatura será más pertinente, cuando las IA agoten sus algoritmos. Las IA no pueden engullir el pensamiento en imágenes. Y las imágenes se ofrecen constantemente entre lo inservible.

En un ensayo George Steiner dijo hace tiempo: “Sin duda las matemáticas han ido conquistando el terreno de las Humanidades”, ¿crees que esa conquista se mantiene actualizada o hay nuevos conquistadores?

Ana Julia Carballo (Tesis: Varamo de Cesar Aira: La narración desviada):

No estoy de acuerdo con el término bélico «conquista» como si se tratara del enfrentamiento entre dos áreas antagónicas.

La verdad, no podría precisar el momento en el que los estudiosos de las humanidades se apartaron de las ciencias exactas para considerarlas un enemigo al que temer o, cuando menos, un asunto totalmente ajeno.

Esta división aparentemente irreconciliable debe ser saldada. Puede que los humanistas no lleguemos a sacar grandes cuentas o descubrir nuevas fórmulas, no tenemos por qué hacerlo. Lo que sí deberíamos es incorporar la lógica matemática como una herramienta del pensamiento.

En Venezuela, la mediocridad del sistema educativo en nivel básico impone una dificultad extra. Entonces, estudiar la matemática se convierte en una responsabilidad y un arma para hacer frente al contexto censurado y embrutecedor.

De esta forma, la discusión no se orientaría hacia nuevos o viejos conquistadores, sino al potencial de ser profesionales capaces de integrar diversas formas del pensamiento.

Los clásicos como lo continuamente fértil siempre ofrecen herramientas para pensar los contextos, ¿algún autor particular contribuye con la sobrevivencia en el contexto actual?

Oriana Reyes (Tesis: El uso del chisme en los procedimientos narrativos en Boquitas pintadas: Folletín (1969) de Manuel Puig):

Pienso en varios autores que me asaltan en lo cotidiano ante circunstancias de distinta índole y que me permiten reflexionarlas, sobrepasarlas, atravesarlas, aceptarlas o lo que sea que corresponda para seguir. Ayer pensaba en Homero porque hablaba de honor con alguien, del celo de lo propio, de lo tonto o crucial que eso puede ser, y de los cambios en la guerra a propósito de las noticias sobre Ucrania. A veces pienso en Kafka cuando me veo escribiendo para un trabajo que no me gusta, como una máquina de hacer tiempo para después tratar de rendirlo en lo que sí disfruto. A César Vallejo lo recuerdo en situaciones aparentemente disímiles: cuando extraño a alguien o a un lugar, cuando veo pasando a otro “con un pan al hombro”, cuando no me quiero levantar e incluso cuando deseo de buena y de mala gana. En momentos en los que quiero creer que lo que hago no importa tanto, o importa mucho, porque mañana es mejor, releo a Whitman. Sentir y pensar lo que me pasa desde lo que estos y otros autores dijeron en su contexto me evita desesperarme en el mío y me permite imaginar otras posibilidades.

César Torres (Tesis: Parodias y reescrituras de Ramos Sucre a Homero):

Quizás los poemas de Solón, ellos sirven para preguntar cómo hemos asumido nuestra realidad, nuestro orden y la posibilidad de refundarlo. El poeta lírico busca una buena ley, un constructo cultural tan necesario como el alimento.

A quien habla Solón es a la justicia como divinidad, sin embargo, son las relaciones humanas las que hacen posible que esta diosa partícipe en nuestro mundo. Son las leyes, así como los nombres de las cosas, el campo propicio para que el hombre actúe activamente en su sobrevivencia.


Todas las columnas de la autora en este enlace:  https://alponiente.com/author/xeniaguerra/

Xenia Guerra

Licenciada y magíster en Letras por la Universidad de Los Andes en Venezuela. Profesora universitaria de la misma casa de estudios. Investigadora en el ámbito literario con enfoque en filosofía política y el arte.

2 Comments

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  • Siempre es grato leer a gente inteligente que admiro tanto. Unos estudiantes ejemplares (que en su mayoría fueron preparadores) han dejado, sin dudas, un legado en nuestra Escuela.

  • Excelente investigación para pensar con detenimiento y calma sobre nuestro trabajo. Muchas gracias profesora por la publicación de este trabajo. En todo caso pienso con Cecilio Acosta que «las letras lo son todo». Se puede vivir de literatura, por supuesto que sí. Se puede vivir de la escritura, de la investigación porque somos necesarios. Yo le di clases a todos esos estudiantes, y son los mejores. Entonces hay futuro. Estoy seguro que el tiempo por venir será más interesante y más inteligente con esos extraordinarios profesionales de las letras.