Velocidad, aceleración y crónica: apuntes para una resistencia comunicacional (I)

ENSAYO (Primera Parte)
Por: Juan Pablo Duque
(Becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología)

I. Introducción

 El tema de este ensayo es el análisis de la aceleración dentro de una perspectiva comunicacional.

La relación entre medios, velocidad y aceleración tiene tres itinerarios marcados dentro de la literatura.

La primera es la versión funcionalista (Pineda, 2009) donde se establece que los medios cuentan las vicisitudes de la realidad de forma objetiva, imparcial y clara, lo que determina que el tiempo de preparación y presentación de la información depende de las necesidades de la sociedad. La misma condición de la información instituye un tiempo específico que no puede modificarse.

La segunda es la teoría crítica (Thompson, 1991) que dice que los medios manipulan la información para legitimar al sistema de poder; por esta condición son parciales y limitados. Por eso la relación temporal entre realidad y medios únicamente se establece con el fin de certificar desigualdades y se sujeta únicamente al contenido.

Por último, la Teoría de los Sistemas Sociales (Luhmman, 2000) que expresa  que la diferenciación social ha creado un sistema que observa a la sociedad (mass media) con el fin de generar más comunicación e información. La comunicación genera más comunicación y por eso vivimos en un época de generación acelerada de contenido.

La propuesta de este ensayo es cambiar el enfoque y entender la aceleración de la comunicación a partir  de su contrario, la lentitud, para así establecer que existen dos itinerarios temporales que completan toda su forma en dos maneras de narrar al mundo: 1) la nota acelerada y 2) la crónica, siendo esta última una resistencia temporal que se opone a las reducciones informacionales y las aceleraciones de fondo de la sociedad tardomoderna[1]. El sentido del ensayo es considerar que el tiempo en la comunicación no es solo un orden o un hecho social y físico, sino también una condición política y una ética epistemológica de tratamiento de la información.

II. Cambios en la racionalidad temporal de la comunicación[2]

“El ruido mismo de sus palabras, de su sincera declaración, reflejaba su convicción de que el lenguaje no podía serle ya de ninguna utilidad” Conrad

“No son los males violentos lo que marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan tan meticulosamente como el Tiempo”. E.M Cioran

Como señalan varios autores, nos encontramos en la época de la información (Mattelart, 2007) (Castells, 2004). Después de pasar por la sociedad disciplinaria del siglo XIX, donde los valores de la modernidad instauraron principios sociales basados en grandes discursos (Foucault, 1975), se ha pasado a las sociedades del control (Deleuze, 1995), donde la información se ha generalizado y acelerado,  además de haberse convertido en el nuevo poder. La aceleración (Rosa, 2016) ha cambiado las características de la sociedad actual. De todas las formas de análisis sobre la aceleración, el presente texto hará énfasis en los cambios que ha traído ésta en la comunicación.  Pero ¿por qué la aceleración impacta a la comunicación? Porque es una categoría que explica cómo funcionan todos los sistemas de la sociedad actual: la economía, la política, las relaciones sociales, el amor, la salud, la ciencia, los cuerpos, la psique, el consumo y más. La tecnología ha acelerado los ritmos de la vida, del trabajo, de la familia y del pensamiento. Se ha descrito la época actual como “el afán constante de tener más experiencias en el menor tiempo posible[3].

La aceleración convirtió al tiempo en un bien de intercambio capitalizable y en una herramienta fundamental para el funcionamiento del capitalismo. Byung Chul Han (2012)[4] tematizó a la sociedad del cansancio, a esa sociedad que se agota a sí misma dentro de una esfera de explotación, donde la aceleración genera cuerpos enfermos, cuerpos en un éxtasis total de ocupación; producir sin descansar y trabajar sin parar. Lo anterior permite pensar en una racionalidad temporal que ahora es completamente acelerada, que hace que  la racionalidad de las interacciones en la cultura occidental se reduzcan a la instrumentalización del tiempo.

La transformación del campo de la comunicación trajo como resultado un giro epistemológico donde el objeto de la comunicación evolucionó a un nodo complejo que involucra a la psicología, la sociología, la antropología, los estudios del lenguaje, la cibernética y demás ciencias con concreciones empíricas (Vizer, 2016). El objeto de estudio de la comunicación se convirtió en un elemento insostenible desde un análisis unidisciplinar.

El cambio de racionalidad temporal visto desde la comunicación también ha traído grandes consecuencias: principalmente el cambio de la referencialidad y de las temporalidades de consumo de información.

En la referencialidad los dueños de la verdad se homogeneizaron, se digitalizaron y ahora operan como un hipermediador, más que como una fuente de información. Es decir, la comunicación no es un producto, sino el proceso mediante el cual la cultura plasma, entre otras cosas, su velocidad, sus conflictos y sus identidades. Antes los grandes relatos dotaban de sentido al sujeto; la Iglesia imponía unas coordenadas de lo moral: los actos que eran considerados buenos o malos. Mientras que la ciencia del siglo XVIII establecía la objetividad, la verdad  y sus métodos, y los pocos medios[5] de comunicación daban el material para la construcción de los discursos en la opinión pública. No había tantos cuestionamientos a los relatos legitimados del mundo. Ahora el sujeto moderno se debate entre incertidumbres y crisis, entre inestabilidades y relativizaciones de aquello que parecía incuestionable (Vizer, 2016). Con ello se observa la pérdida de referencialidad y el cambio de sujeto: se pasó de un sujeto que consume información de forma pasiva a otro que la produce activamente.

Por otro lado, la transformación en las temporalidades de consumo de información es también un cambio en la racionalidad de los medios. Para este apartado hay que definir dos figuras: 1)los acontecimientos per se, es decir la realidad social tal cual se presenta y 2)los medios que objetivizan a la realidad social. Los medios han pasado de tener un tiempo alterno, diferente y autónomo al de los hechos para asumir una temporalidad compartida y simultánea con los hechos, donde lo que acontece pasa por la inmediatez y se traduce en información. Dicho de otra manera: los medios que antes eran un filtro, ahora comunican a la vez que acontece la información. Lo anterior crea también tiempos donde desaparece la relación entre acontecimiento, realidad y medios, y lo que prevalece es un sinsentido de la comunicación donde cada información vale lo mismo: nada. Y de igual manera deja de importar quién emite la información, el tema y quién la consume. Es importante aclarar que dichos tiempos pueden darse en simultáneo y que más bien su presentación ascendente tiene que ver con una representación de los cambios en la velocidad de la comunicación.

   a) Tiempos alternos

Un pequeño ejercicio genealógico de los tiempos alternos se muestra antes de los años 80’s (tiempo de madurez teórica de los investigadores de la comunicación). Se encontró que los medios disponían de una temporalidad diferente a la de los acontecimientos porque eran necesarios procesos intermedios de interpretación y de técnicas para dilucidar la realidad. Es decir, que mientras los acontecimientos se daban en una lógica continua de acumulación, los medios disponían de un proceso de apropiación, codificación y representación que gozaba de lapsos diferenciales. Dicha profesionalización introdujo discursos de veracidad para los medios, dado que era improbable transmitir falsedades si el paso de la anarquía informacional a la nota periodística se organizaba a partir de fuentes, análisis, contrastación de hechos, versiones oficiales y la observación directa. Los tiempos lentos y reflexivos eran valorados como parte del oficio de informar; no se construían relatos sin un proceso riguroso donde se develasen los mecanismos que originaban los hechos. El quehacer de la comunicación era muy parecida a la labor científica; con hipótesis, preguntas, fuentes y criterios analíticos.

La temporalidad comunicacional alterna, fundante y primigenia era de un ritmo diferente a la de los hechos que observaba; nunca podían emparejarse totalmente, salvo excepciones coyunturales, porque los procesos intermedios que dotaban de confianza a la información se perderían, así como su valoración colectiva. Es importante aclarar que los medios también tenían limitaciones sociológicas y políticas y por eso es imposible hablar de una verdad ontológica, puesto que los medios, desde su origen, tienen agendas editoriales e impedimentos, como dice Niklas Luhmann: “Sin embargo, a los medios de comunicación de masas lo verdadero les interesa bajo límites muy restringidos”.[6]Estos tiempos son importantes porque muestran una velocidad en la comunicación distinta a la de hoy, donde los procesos intermedios jugaban un papel fundamental y la aceleración existía solo en momentos excepcionales y no como hoy que es la norma. El mensaje temporal era claro: para hacer comunicación masiva se necesitaba tiempo.

b) Tiempos simultáneos

Después de los años 80’s, como dice Barbero (1987), los saberes de la comunicación fueron puestos a prueba por los procesos sociales. Los cambios no fueron en contextos locales y con un impacto a pequeña escala. La tecnicidad y la aceleración generaron un entorno global que trasladó la temporalidad comunicacional alterna a la inmediatez de los acontecimientos. La simultaneidad entre el acontecimiento y el medio que informa hizo que la correspondencia que existía transcurriera entre selecciones arbitrarias presentadas como efectividad informacional y, más importante aún, que la información fuera valorada por su capacidad de impacto más que por su originalidad y rigor.

Aparecieron categorías que empezaron a movilizar el arquetipo del buen medio: la novedad, el conflicto, la sorpresa, la actualidad. La tecnología llegó al mundo social y con ello la comunicación se transformó y la tecnología revolucionó la forma de comunicar: ya no hay más un modelo simple de receptor, mensaje y codificador, puesto que la tecnología dotó de complejidad al proceso comunicativo. Inclusive, en su sentido ontológico, la comunicación pasó de tener autonomía de medios para pasar a una dependencia de lo tecnológico:

“Con la invasión de las nuevas tecnologías y dispositivos de información y comunicación digitales, ya no se trata solo de la multiplicación y las transformaciones de los soportes y las pantallas omnipresentes en absolutamente todos los órdenes de la vida social” (Vizer, 2016: p. 43).

La velocidad del telégrafo y la del teléfono se encontraban en una escala humanamente entendible, pero la velocidad del internet propició la aniquilación total de la distancia espacial y, por supuesto, como dice Concheiro (2016), “la velocidad creó la simultaneidad total del aquí y allá en una misma realidad virtual”. La velocidad acelerada de los objetos tecnológicos es el espíritu de la comunicación; el avión que volaba a 11 kilómetros por hora a comienzos del siglo, ahora se ha transformado, por ejemplo, en el Hypersonic Technology Vehicle[7], que se mueve a más de veinte mil kilómetros por hora.

La metamorfosi de la economía productiva impacta en las prácticas sociológicas y técnicas de la vida de los seres humanos (Vizer, 2016) y crean un ethos de consumo: a más información, mayor desenvolvimiento en el mundo social; a más dinero, mayor impacto en el mercado y con ello posicionamientos y poder. Por eso muchos medios poco a poco han ido desistiendo de toda información que no sea inmediata.

c) Tiempos de espectáculo

Pero también existen tiempos que no son alternos ni simultáneos, que escapan a la diferenciación entre medio y realidad. La aceleración es tal que es como si no pasara nada y pasara todo a la vez. Es una experiencia de vacío y espera donde la duración necesita contenidos sin más, sin importar cuál sea el fondo y la forma, si es serio o absurdo, si importa o no importa para la vida social o si tiene que ver con muertes o juegos. Lo que existe se consume en el momento y dura instantes: lo único que importa es comunicar.

Mientras que hay tiempos inmodificables, existen también tiempos artificiales. Por ejemplo, los tiempos biológicos son, en sus cualidades, inmodificables; se nace de los 7 a los 9 meses, se crece, se envejece y hay incluso unos tiempos fértiles para la reproducción. Pero existen también tiempos artificiales como la vigencia de un tema coyuntural o un tópico de interés en Twitter. No hay información que dure o que tenga valía porque toda se va, desaparece y comienza la angustia. Todo pasa y nada se mantiene y así, al final, el mundo social se escurre entre océanos de contenido. Las certezas comienzan a tener fechas de caducidad y se desvanece la comprensión y aparece una performance informacional: una pose donde se pretende comunicar con profundidad, pero en el fondo no hay más que repeticiones banales donde lo único que interesa es el entretenimiento y que el tiempo pase sin ser conscientes de él.

Dostoievski pone las siguientes palabras en el narrador de Memorias del subsuelo: “todo tuvo su origen en el aburrimiento”. La comunicación se presenta como un antídoto contra el bostezo, es un frenesí, un artilugio que satura  las percepciones con insensibilidades de todo tipo y se consume tan pronto se presenta. Los objetos electrónicos son ficciones: mails, links, twitters, fotos, noticias, excitaciones, objetos que, por su condición “virtual”, se convierten en hechos cortos y disueltos y, por ende, tendientes a la desaparición total e inmediata. Como dice Pablo Fernández[8]:

Donde al final del día de una esforzada sesión de internet, lo que se tiene es lo mismo que había al principio, o sea, nada, y por ello son el mejor ejemplo de cómo las cosas, hoy en día, ya tienen cualidades de tiempo, y por eso vuelan, se escurren, desaparecen”.

 Los medios de comunicación construyen versiones del mundo social y dichas versiones están cargadas de valores, de direcciones para percibir el mundo (Luhmann, 2000). Por eso el problema del absurdo y del sinsentido es mayor cuando los límites prefijados de los grandes relatos se han derrumbado.

[1] Algunos autores como Hartmut Rosa (2016) y Axel Honneth (1994), Giddens (1990) se oponen al concepto de posmodernidad , al argumentar que lo que se vive al día de hoy es más una modernidad tardía, ya que existe una reinterpretación de las experiencias de modernización más que un cambio total de las mismas.

[2] Entenderé por comunicación el proceso social que dota de sentido a la sociedad y que tiene su dispositivo más sofisticado en los medios de comunicación masificados.

[3] Rosa, H. (2016). Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía. Katz. p.34

[4] Hang, B. (2012). La sociedad del cansancio. Herder

[5] Entenderé por medios, haciendo una generalización, a la radio, la prensa, la televisión y el internet.

[6] Luhmann, N. (2000) La realidad de los medios de masas. Ciudad de México: Anthropos editorial

[7] Es un planeador de cohete de vehículo de deslizamiento hipersónico experimental sin tripulación desarrollado como parte del Proyecto DARPA https://www.aiaa.org/uploadedFiles/Education_and_Careers/STEM_K-12_Outreach/Kids_Place_K-12_Activities/Flight_Dynamics_and_Testing/Hypersonic%20Reentry%20Vehicles%205-8_rev6.pdf

[8] El tiempo a los veinte años en el siglo XXI. Conferencia Facultad de Psicología UNAM.

Juan Pablo Duque Parra

Colombiano y vivo en México. "Con edad de siempre, sin edad feliz".
Psicólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Mágíster en Psicología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y Magíster en Comunicación de la UNAM. Estudié Escritura Creativa en Aula de Escritores (Barcelona). "Un jamás escritor a un siempre lector".
Profesor universitario, sea lo que eso signifique.