Diez días después de iniciado el paro, unas conclusiones:
El Gobierno está desconectado del sentimiento nacional, adolece de olfato y tacto político y sufre del mal de la soberbia. No entendió que la ciudadanía, apenas saliendo del palazo de la pandemia, iba a rechazar cualquier aumento de impuestos. Tampoco vio que incluso los partidos aliados se iban a negar a asumir el costo político de la propuesta. Y se negó a oír las advertencias y recomendaciones de Uribe, su mentor y a quien debe la Presidencia, y del Centro Democrático, que se supone es el partido de gobierno.
El sistema de inteligencia está seriamente debilitado y fue incapaz de prever que detrás de las manifestaciones de la ciudadanía inconforme vendrían los vándalos y las milicias y detrás del paro los ataques a la infraestructura y los bloqueos.
El Gobierno y la Fuerza Pública, de manera inexplicable, no aprendieron de la experiencia de los paros del noviembre de 2019 y no estaban preparados para afrontar los desafíos de este.
La masiva participación ciudadana del 28 de abril fue espontánea. Los bloqueos, el vandalismo y los ataques contra la Policía y la infraestructura son planeados. Detrás de ellos hay bandas delincuenciales y milicias que, al mejor estilo chavista, operan de manera coordinada.
Que Cali, la tercera ciudad del país, y el Valle sean el epicentro de la violencia no es gratuito. Ella muchos han votado sistemáticamente a la izquierda. Aportan el 10% del PIB nacional y su participación en la industria es aún mayor, representan el 5% de las exportaciones y son los mayores productores de carnes blancas y huevos del país. Son estratégicos para el comercio exterior por Buenaventura y el acceso al Pacífico. El dinero del narcotráfico alimenta a los violentos: el Naya es uno de los seis enclaves de coca en el país y el de Argelia está al lado. Los indígenas del Cauca se desplazan para apoyar los bloqueos.
Hoy están bajo sitio y sus habitantes secuestrados. Hay bloqueos en los accesos y varios puntos dentro de la ciudad. Los ciudadanos, de todos los estratos, desconcertados, asustados, impotentes. Hay desabastecimiento de alimentos, gasolina y de insumos médicos.
La decisión de enviar apoyo militar fue correcta. Le permitió a la Policía aliviar la carga, descansar, dejar en manos de los soldados la guarda de instituciones claves. El general Zapateiro, un líder, se está jugando su reputación y la confianza ciudadana. Prometió desbloquear la ciudad en 48 horas y han pasado tres días más y tal cosa todavía no ha ocurrido. El tiempo corre en contra. Cada día que pasa el ciudadano ahonda en su desánimo y los comerciantes y empresarios en pérdidas que, en muchos casos, pueden ser definitivos para llevarlos a la quiebra. A Cali y al Valle hay que rescatarlos ya.
Con acciones coordinadas, el Ejército en la retaguardia y en el apoyo y la Policía enfrentando, hay que romper los bloqueos y capturar a los responsables y a quienes cometen actos de vandalismo. Y, de la mano de la Fiscalía, hay que llevarlos a la justicia. El mensaje de no impunidad es vital hacia el futuro.
Ha quedado demostrado que a los convocantes del paro les importan un comino la salud y la pobreza. Aglomeraciones como las del paro en medio del tercer pico de la pandemia son peligrosísimas. En dos y tres semanas habrá más enfermos en cuidados intensivos y más muertos. Muy pocos entre los jóvenes que marcharon pero muchos entre sus familiares. Y el paro, los bloqueos y los actos de vandalismo y delincuencia solo contribuirán a ahondar la crisis económica, el desempleo y la pobreza.
En realidad no hay contradicción: la izquierda le apuesta al desempleo y la pauperización, al empobrecimiento de la población. Entre más desempleados y pobres haya, más terreno fértil tienen para su discurso de resentimiento, de odio, de lucha de clase, y más aceptación tendrán sus líderes populistas.
Pero el vandalismo y el bloqueo han empezado a resentir a las mayorías silenciosas. Son pacíficas, honestas, trabajadoras y solo quieren que las dejen en paz y llevar pan bien ganado cada día a su casa. Y han empezado a culpar a los organizadores del paro y a Petro, que se presentó como líder del mismo, de los problemas y padecimientos que están sufriendo por cuenta de bloqueos, vándalos y violentos. Por eso, el cachorro del socialismo del siglo XXI ha empezado a recular. Antes pedía «una marcha de «un millón de personas» y ahora dice «que en el momento en el que Gobierno decidió retirar la [reforma tributaria, el paro] debió frenar ahí».
Duque hizo bien en abrir espacios de diálogo con quienes están en la democracia y el estado de derecho. Tiene que cuidarse de no hacerlo con quienes acuden a las vías de hecho y a auspician la violencia. Darles voz política no solo ratifica la impunidad de sus conductas sino que invita a repetirlas. Y no se puede tratar mejor a quien viola ley que a quienes la respetan. Ese diálogo, sin embargo, debe extenderse a las regiones y abrirse a sectores ciudadanos que prefirieron no parar. Y de ninguna manera puede reemplazar los espacios democráticos institucionales, donde la representación política está probada.
Comentar