Vamos por buen camino

“Teniendo en cuenta el espeluznante contexto de Colombia, es curioso que hayan personas, como Ferchis y Juan Ca, las cuales califiquen el periodo de Duque como una buena administración”.


  —Oiga, Juan Ca, ¿cómo ve la situación del país? Se nos va a montar Petro, marica. Y sumele la vieja que escogió para que sea su vice, ¡una resentida que reclama por lo que pasó hace como 400 años en la colonia! Va a tocar largarse.

  —Uy, Fercho, opino lo mismo. La verdad odio la política, pero esta situación me tiene muerto del miedo. Yo de verdad no entiendo qué es lo que quiere la gente: ¿volverse Venezuela?

  —Así es, bro, eso están buscando. Yo la verdad siento que no estamos tan mal. O sea, no me mal entiendas, sé que hay pobreza y esas cosas, pero en verdad Duque lo ha hecho, digamos… aceptable.

  —De acuerdo contigo, Duque ha sido un buen presidente, y seamos sinceros: ¡este es el camino que debemos seguir!

  —Claro, hermano, el camino de la seguridad y del orden. La gente es muy ciega, viejo Ferchis. De todos modos, vas a ver que Fico se va a montar y todo, absolutamente todo, va a seguir común y corriente.

Sí, la anterior semana fui testigo de esta profunda conversación en un ascensor de la  universidad en la que estudio*. No es primera vez que escucho un diálogo de tal índole, pero, en este caso, las palabras de aquellos universitarios, que rompieron el silencio incómodo que atraviesa un ascensor lleno de estudiantes, causaron en mí una mezcla de tristeza y desilusión.

La actualidad de Colombia es innegablemente preocupante; sin embargo, hay quienes todavía temen de que “nos volvamos como Venezuela”, sin tener en cuenta que, aún cuando nuestro sistema es digno de cuidar y mejorar, las problemáticas como la pobreza, la violencia, la desigualdad, la ineficiencia y la mitomanía estatal, los daños ambientales, la corrupción, la discriminación, etc., son fenómenos que protagonizan –de igual o peor forma que en Venezuela– el día a día de la realidad cafetera.

Teniendo en cuenta el espeluznante contexto de Colombia, es curioso que hayan personas, como Ferchis y Juan Ca, las cuales califiquen el periodo de Duque como una buena administración. Después de estar días descifrando semejante enigma, logré descubrir la sencilla razón de los simpatizantes del tan querido Presidente: ignorar las coyunturas nacionales y, más bien, creer en las dulces palabras que el mandatario ha manifestado de forma emocionante en los distintos escenarios del país y del mundo.

Uno de mis objetivos en esta columna es recordarle a Juan Ca y a Ferchis eso que tanto han ignorado, pero, sobre todo, dos asuntos que son de relevancia nacional e internacional con los cuales el actual gobierno ha jugado: la crisis climática y la violencia. ¡Es hora de recordar por la Patria y el pueblo! ¡AJÚA!

“La acción frente al cambio climático es ya”, dijo Duque en la Asamblea General de la Naciones Unidas, además de pronunciar, claro está, su supuesta determinación y “compromiso moral» contra la crisis climática. Yo no sé ustedes, pero, a mi parecer, nuestro mandatario quiso olvidar las cien mil quinientas cincuenta y ocho hectáreas –lo que equivale a la extensión de Bogotá– afectadas por la deforestación en un solo año. Del mismo modo, el pequeño lapsus de Duque también causó que no mencionara las sesenta y cinco hectáreas de frailejones pérez que, en tan solo dos días, fueron calcinadas en Boyacá. Y, peor aún, para cerrar con broche de oro, Duque le dio “viabilidad ambiental” a un piloto de fracking*, el cual nos quieren pintar como un proyecto sostenible. Señor Presidente, además de que usted nos prometió en campaña no realizar proyectos de fracking, ¡usted nos está mintiendo a la cara!, pues, como bien pronunció en distintos encuentros internacionales, cualquier pequeño daño al medio ambiente es mortal y suicida en estos instantes.

Por el lado de la violencia, en cambio, Duque ha sido un mandatario capaz de implementar la Paz. Los datos lo demuestran: en su periodo, según Indepaz, solo han asesinado a mil cien líderes sociales; asimismo, desde el 2020 solo han ocurrido doscientas veinte masacres; en el marco del Paro Nacional asesinaron a setenta y tres personas; y, por último, en no más de cinco años, han asesinado a la pequeña suma de trescientos trece firmantes del Acuerdo de Paz. Esta es la seguridad a la que se refieren Juan Ca y Fercho. Y también, claramente, a la que el Presidente Duque ha invocado en sus discursos. Duque es, sin lugar a dudas, un proclamado defensor del Acuerdo de Paz, y así se lo hizo saber a la ONU dejando afirmaciones como esta: «La paz con legalidad es una realidad».

Definitivamente, “cada quien en su mundo”…

Podría seguir abordando los múltiples desaciertos, mentiras y actos de soberbia e indiferencia del Presidente de la República; no obstante, es momento de enfocarse en el porvenir de nuestro país…

La actual contienda electoral es seriamente preocupante. No olvidemos que el candidato más fuerte, Gustavo Petro, propone un país utópico que sus simpatizantes creen posible. Sin embargo, lo que no saben las personas es que más de la mitad de sus propuestas son un medio –probablemente maquiavélico– para llegar al poder. Es hora de que Petro explique, de modo sencillo y sin desviaciones, cómo recaudará más de sesenta billones de pesos para cumplir, por lo menos, cuatro de sus decenas de propuestas. Dicho presupuesto es el doble de lo que el ex ministro Carrasquilla planteaba en la polémica reforma tributaria. Ahí sí veo muy discreto a Gustavo Petro.

Fico Gutiérrez, por su parte, está del lado de la historia de Colombia; es decir, el segundo candidato más fortalecido representa el continuismo, el caos y el fracaso. Solo se deben ver sus “propuestas” y los ex presidentes que lo están apoyando para saber que Gutiérrez está lejos de entablar un cambio.

La verdadera democracia permite y garantiza que existan diferencias y cambios en un estado. Por consiguiente, algunos votantes de Fico, los cuales se autodenominan como “seres democráticos”, no se adecuan a dicho concepto, pues han intentado deslegitimar y sabotear la realidad electoral por la posibilidad de que se avecine un régimen opuesto a la política tradicional colombiana. La Historia política de Colombia, el fenómeno que nos habla cada día, debe ser un motivo para actuar diferente, pero ni eso han tenido en cuenta miles de ciudadanos.

Tengo que ser sincero, después de criticar en mil palabras la actualidad política de mi país me encuentro agotado: siento que me llené de antipatía y malas energías. El odio y la intolerancia es el problema del país. Personalmente, como bien dijo Jaime Garzón, “yo creo que esto tiene salvación”. ¡Es el momento histórico de unirnos, Colombia! Ya es hora de dejar de pensar que porque el otro piensa distinto no podemos llevar a cabo un diálogo. Ahora bien, será un proceso complejo, ya que la mayoría de colombianos caen en la trampa de reducir el debate a un simple: “prefiero no hablar que debatir con este ignorante”. Hasta yo he caído en el error:

  —Oiga, Leaño, ¿usted qué opina de todo lo que está pasando en la política? —me preguntó Juan Ca con una mirada intimidante.

  —Pues es difícil —declaré de forma insípida en aras de eludir un posible debate —, pero yo creo que vamos por buen camino.


*La conversación, realmente, es un diálogo inspirado en los diversos comentarios y diálogos que he escuchado en los últimos meses, de modo que sus personajes no son reales.

*Afortunadamente el proyecto de fracking (avalado por el Presidente Ivan Duque) perdió su licencia ambiental por el reciente fallo de la jueza Blanca Judith Martinez.

 

Juan Pablo Leaño Delgado

Estudiante de Derecho e Historia. Bogotano de 20 años. Miembro del Consejo Editorial del medio de comunicación y opinión de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes: Periódico AlDerecho. Lector.

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