La guerra psicológica

Cuando el General Simón Bolívar emprendía la campaña libertadora de la Nueva Granada, no se valió soló de su caballo y su espada, sino que tuvo que unir a toda una nación para sacar a los invasores españoles, y eso, tanto en ese tiempo y en el presente que vivimos, era una tarea titánica.

Ya en el campo de batalla, no bastaba con inflar pecho y alistar las armas, y por más estrategia que hubiese, si no se tiene una tropa con moral, hasta el más reforzado de los ejércitos se puede sucumbir, y eso lo supieron los grandes militares como Julio César,  Carlo Magno, Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte y el mismo Bolívar.

Hay algo que inspira más en el campo de batalla que el florero de un tal Llorente, y es la noción de algo más, ya sea la libertad, una bandera, la tierra o el ejemplo de un buen comandante, pero ¿cómo inspirar a la tropa? Y más aún ¿Cómo intimidar al enemigo incluso sin el uso de la Ultima Ratio?

La respuesta a esto nos la da las Ciencias de la Comunicación, que, a raíz del estudio de la propaganda, ha creado o dado forma a conceptos como la guerra psicológica, la cual nos habla de un combate que no se libra con armas ni municiones, no por nada es también llamada “la guerra sin fusiles”.

La guerra psicológica no es otra cosa que el uso estratégico de la propaganda en los escenarios bélicos, la cual es dirigida, en primer lugar “a la propia vanguardia para sostener la moral del combatiente; luego a la propia retaguardia, que nutre de hombres y pertrechos a la vanguardia; también a los neutrales, para impedir que se alíen con el enemigo, para mantenerlos en su posición equidistante o para atraerlos a nuestra causa; se dirige también al enemigo tanto a su vanguardia como a su retaguardia”[1].

¿Pero qué es exactamente la guerra psicológica? El experto anglosajón W. E. Daugherty, la define como “el uso planificado de propaganda y otras acciones orientadas a generar opiniones, emociones, actitudes y comportamientos en grupos extranjeros, enemigos, neutrales y amigos, de tal modo que apoyen el cumplimiento de fines y objetivos nacionales”.

Pero para entender el alcance de la propaganda hay que conocer sus reglas, y fue el teórico Jean-Marie Domenach quien las formuló, a raíz del estudio de la propaganda nazi en la primera mitad del siglo XX.

Reglas de la Propaganda

Regla de la simplificación y del enemigo único: Según Domenach, “la propaganda se esfuerza en primer lugar por lograr la simplicidad. Se trata de dividir su doctrina y sus argumentos en algunos puntos que serán definidos tan claramente como sea posible. Toda una gama de fórmulas está a disposición del propagandista, entre ellos, manifiestos, credos, programas, declaraciones, catecismo, los que bajo una forma generalmente afirmativa, enuncian una cierta cantidad de proposiciones en un texto breve y claro”.

Un ejemplo claro y manifiesto de propaganda puede ser “Mi Lucha”, libro de Hitler que condensaba toda la ideología Nazi, así como “El Manifiesto Comunista”, que a su vez condensaba la ideología marxista.

En definitiva, se trata definir simplificar de tal manera el mensaje, que todos los involucrados puedan entender y acatarlo. Entre más corto y poderoso sea este mensaje, más efecto tendrá sobre las masas.

Por otro lado, Domenach señala que la individualización del adversario ofrece muchas ventajas: “Los nazis transformaban cada escrutinio en un ‘combate contra el último opositor’. Los hombres prefieren enfrentar a personas visibles más bien que a fuerzas oscuras”.

Regla de exageración y desfiguración: “La exageración de las noticias es un procedimiento periodístico corrientemente utilizado por la prensa partidista, que hace resaltar todas las informaciones que le son favorables: así se trate de una frase aventurada por un político, como del paso de un avión o de un navío desconocidos, transformados en pruebas amenazantes. Otro procedimiento frecuente es el uso hábil de citas desvinculadas de su contexto”.

Un ejemplo de esto puede ser el exagerado anuncio de un “golpe de Estado en Medellín” realizado por el alcalde Daniel Quintero, cuando en realidad se trata de una SUSPENSIÓN por parte de la Procuraduría, por evidente participación política.

La exageración, en este caso, incide directamente en la opinión pública, ya que genera más impacto el concepto Golpe de Estado, a Suspensión, a sabiendas que su único efecto es deslegitimar las acciones de un ente de control.

Regla de orquestación: Una vez el mensaje se haya simplificado, delimitado el objetivo exagerado su contenido (a favor o en contra), es necesario orquestar mensaje, es decir repetirlo hasta la saciedad, pero no de manera monótona, sino adoptando diferentes formas y llegando a los receptores a través de distintos canales.

Regla de transfusión: Teniendo en cuenta que el fin de la propaganda es la persuasión, es claro que hay un punto en el que el contacto entre el emisor y la audiencia o la masa es inminente. En este sentido, Domenach advierte que la propaganda actúa siempre sobre un sustrato preexistente, como una “mitología nacional” o fobias y filias comunes y tradicionales. Un ejemplo de esto fue el mito alemán de la raza aria.

La regla de la transfusión señala que el emisor debe captar ese sustrato, ese sentir mayoritario e identificarse a través de él con su audiencia para transmitir su mensaje.

Regla de la unanimidad y el contagio: Jean-Marie Domenach señala que desde la sociología y la psicología, se ha puesto en evidencia la presión del grupo en la opinión individual y los múltiples conformismos que nacen en la sociedad. Incluso manifiesta que una persona puede tener dos opiniones, incluso contradictorias, debido a este fenómeno.

Conclusión

La historia nos ha demostrado que las grandes batallas no se ganan solo con hombres y armas. Debe existir un mensaje más allá, y en este sentido una bandera, un himno, o un canto de victoria pueden ser decisivos, y hoy más que nunca, entendemos que muchas de esas batallas no se libran con armas sino con narrativas que capten el sentir y pensar del grueso de la población.


[1] Propaganda Política y Clase. Universidad de la Salle (España) 2015.

César Augusto Betancourt Restrepo

Soy profesional en Comunicación y Relaciones Corporativas, Máster en Comunicación Política y Empresarial. Defensor del sentido común, activista político y ciclista amateur enamorado de Medellín.

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