En esta ciudad donde las avenidas pueden ser playas y bautizarse con muchos nombres, los eventos culturales como la Feria del Libro son más fuertes que cualquier virus, espacios para que aquellas voces que se mueren por gritar sean escuchadas.
Que la fiesta del libro de Medellín este año se tenga que hacer de manera virtual, no quiere decir que el evento pierda la magia que siempre le ha caracterizado. Para una ciudad que a veces parece ir muy rápido y para un año extraño del que quisiéramos borrar cualquier rastro, pequeñas dosis de literatura se convierten en el salvavidas más cercano y oportuno para transformar las realidades insoportables en unas más llevaderas y serenas. Universalmente los medios y las dinámicas frente a la lectura han cambiado a lo largo de los años, y a pesar de la incursión de tantos avances y nuevas alternativas, el formato del libro se ha conservado, casi que intacto, en cuanto a su estructura. El ser humano sigue estando en la necesidad de tener libros en sus manos, poder sentir su olor, sus hojas, sus texturas, poderlo manipular, rayar, doblar y llevar a todas partes. En el mundo de la literatura, no hace falta ser coleccionista para tener el deseo latente de sembrarse una biblioteca, y es quizás esta la razón por la cual estos eventos no se ven cohibidos al mudarse en un escenario virtual, porque aunque no haya ese contacto previo entre el lector y el libro, este encontrará la manera de terminar en sus manos.
Al paisa siempre le han gustado los cuentos y la “carreta”, es como una especie de lector inconsciente de la realidad, por tanto, susceptible a volverse un amante de la literatura. Por años, los libros que ocuparon las listas de “los más vendidos” en nuestra ciudad, eran aquellos que hacían alegorías de tiempos violentos donde se escogía la plata o el plomo, de vez en cuando se asomaba algún libro de superación personal y en los tiempos de Gabo el realismo mágico tenía un espacio especial en los estantes de las librerías. Pero en una ciudad que en su lucha constante ha tratado de reescribir su historia, las dinámicas han cambiado tanto que dichas lecturas ya quedaron condenadas al antaño. Quizás sea muy burdo afirmar que pasamos de ser la ciudad que más producía sicarios y narcos, a ser una de las ciudades potencia en poesía en nuestro país; el plomo se cambió por versos, no por nada tenemos uno de los festivales de poesía más importantes de la región, en el que cada año, llegan exponentes de todos los continentes a recitar en este valle entre montañas. Nuestros ojos tienen la necesidad de ahogarse en otro tipo de historias, otras perspectivas.
El interés por la creación literaria por parte del público se ha agudizado en los últimos años en nuestra ciudad, y gracias a ello, se ha dado pie a que muchas editoriales independientes empiecen a tomar fuerza incluso a nivel internacional, donde las obras escritas por paisas son capaces de volar por encima de nuestras montañas y llegar al otro lado del Atlántico. A los jóvenes se les nota un mayor interés por la producción literaria, esto se demuestra en la cantidad de participantes que suelen encontrarse en los diferentes concursos, estímulos o convocatorias que dispone la alcaldía y a la gobernación para la creación literaria. Se podría pensar que esto solo es un resultado de las condiciones que nos determinó el 2020, pero también debe de agradecerse el interés que empiezan a generar estos temas ante la mayor exposición que están teniendo nuestros autores, que sin necesidad de devorarse el mercado, se han asegurado un puesto estable en la lista de futuras lecturas de muchos interesados gracias a su creatividad y sus propuestas.
La Feria del Libro, al igual que en otras ediciones, le da mucho protagonismo a aquellas voces cercanas para que compartan toda su experiencia en el mundo de la creación, un acto que va más allá de los números o las ventas y que se termina convirtiendo en una especie de incubadora para los futuros talentos que harán relevo de todo el legado que quede de los que ahora son dueños de la pluma. Quizás nos falta mucho para poder llamarnos dignos de crear todo un movimiento literario, pero se va por un buen camino y no sería una sorpresa lograrlo a futuro. Podemos encaminarnos a ser toda una potencia literaria porque hay tantas historias que se están construyendo día a día en nuestras calles y montañas que el pasado solo termina siendo un material metafórico para hacer alusión a los nuevos tiempos que se están viviendo, y la labor de reescribirse es una total aliada para esta tarea que parece tan platónica, porque ya tenemos los ojos del mundo puestos en nosotros, solo hace falta que se reestructure un poco eso que queremos mostrar.
Este año, para la feria que solía hacerse en el jardín encantado que tenemos en nuestra ciudad, se ha optado por hablar de “Diásporas”, y aunque su intención es otra, puede relacionarse mucho con este crecimiento de la creación literaria en nuestro ciudad, que siendo tan diversa, tan cambiante y atravesada por una historia de tantos altibajos y escasos aciertos, nos hace emigrar de una forma, casi que celestial, a nuevos mundos donde cada uno dentro de su individualidad puede plasmar con una pluma sus propios mundos, su propia ciudad. Desde una Sara Jaramillo que de una manera íntima nos narra cómo la violencia en esta ciudad le mató a su padre, una Manuela Gómez que plasma su infancia entre montañas a punta de versos, y hasta un José Ardila que nos cuenta una ingeniosa historia de amor que se da en plena hora pico en los vagones de nuestro Metro. La cotidianidad en esta eterna primavera es un lienzo de muy alta calidad al que solo le falta llegar a las manos de algún artista, y cualquiera con un gusto por las letras, un poco de sensibilidad y disciplina, puede convertirse en un pequeño rayo de luz para darle otra arista a la perspectiva que tiene el mundo sobre nosotros. Medellín va en una vía en la que es posible que quede empapado de letras, y para una realidad que a veces parece desalentadora, esto se convierte en un motivo para que la “berraquera” no se quede solo en un término. En esta ciudad donde las avenidas pueden ser playas y bautizarse con muchos nombres, los eventos culturales como la Feria del Libro son más fuertes que cualquier virus, espacios para que aquellas voces que se mueren por gritar sean escuchadas.
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