Encontré sorprendido, en la sección de novedades de una librería, una novela sobre Gaitán: “El hombre que fue un pueblo” de Eccehomo Cetina. ¿Pero quién es Eccehomo Cetina? Me pregunté.
Luego vi que el autor es un reconocido periodista de los formatos de investigación de los canales privados de televisión en Colombia. Como dichos canales son tan repulsivos para los espíritus críticos, tomé con reservas el libro. Pero me llevé el libro porque Gaitán es desde hace mucho tiempo una de mis mayores pasiones.
Como tenía mis dudas dejé el libro para después, se lo presté a mi padre, para que él lo leyera primero. Luego me sorprendió su comentario: “Hijo, en ese libro está retratada la política colombiana, tan corrupta siempre, que es el mismo drama repetido con diferentes actores”. Dejé pues mis vacilaciones y emprendí la lectura de la primera novela sobre Gaitán. A medida que avanzaba en la lectura, iba quedando perplejo, emocionado, hechizado por una prosa sencilla, incisiva y hermosa también.
En un juego de varios tiempos cronológicos, Cetina nos va mostrando detalladamente y con un ritmo y un estilo exquisito todo el periplo vital de Jorge Eliécer Gaitán, el drama humano, su personalidad asombrosa, los laberintos despiadados de la política colombiana.
Dejé mis prejuicios y busqué al autor, le escribí y le hice un cuestionario. El historiador quería entrevistar al periodista. El periodista era más que un periodista: era un escritor, un escritor que nos devolvió el alma de Gaitán.
A continuación comparto mis preguntas y las respuestas que me concedió Eccehomo Cetina:
Frank Bedoya: ¿Más allá del investigador que hemos visto en algunos medios de televisión y radio, quién es el escritor Eccehomo Cetina?
Eccehomo Cetina: La razón por la que decidí a la edad de 16 años entrar al periodismo fue porque siempre quise ser escritor. Eso es lo que más claro tengo de aquella decisión y lo que perfilaría la clase de periodista en que me convertí. Lo digo porque mientras estudié periodismo en la Universidad Javeriana y leí sobre las teorías de la comunicación social, nunca dejé de leer toda clase de literatura: desde los ingleses hasta los rusos, desde Homero hasta Ovidio, desde Michel de Montaigne hasta García Márquez. De tal manera que eso es lo que siempre he creído, un conocimiento y otro siempre se relacionaron y me guiaron para encontrar utilidad tanto en la comunicación como la literatura para explorar los temas que acometía. Yo, en consecuencia, he tratado de convencerme de que me guía en todas mis actividades un espíritu humanista.
FB: ¿Por qué decidió dejar momentáneamente la investigación periodística para realizar una investigación histórica sobre uno de los principales actores políticos de nuestro país en el siglo XX?
EC: Si te fijas bien en mi respuesta anterior, sabrás que nunca he dejado la investigación periodística para realizar la investigación histórica sobre Gaitán. Una y otra son indisolubles. Aprendo tanto de investigar temas que involucran a personajes simples o desconocidos, como cuando indago a líderes como Gaitán. Mi curiosidad es la misma, los temas son similares. Eso me ha enseñado el periodismo y la literatura me ha dado herramientas y técnicas para contarlo según el caso.
FB: ¿Por qué eligió la novela como formato para su investigación y no la crónica periodística en los formatos audiovisuales?
El libro de Gaitán es una propuesta editorial que llega, gracias al destino que todo lo sabe, a un autor (o sea, yo) que durante 17 años había estado leyendo, indagando, entrevistando y, finalmente, curioseando sobre Jorge Eliecer Gaitán. Tengo que decirlo: la novela me eligió a mí, que ya había elegido este apasionante tema hacía muchos años. Y digo me eligió porque fue una propuesta de la editorial Planeta, a través de una de las buenas editoras que he conocido en este medio, hablo de Pilar Londoño. Yo dije que sí, que yo me aventuraba a escribir la primera novela que se ha hecho sobre Gaitán porque estaba seguro de una cosa: de la pasión que sentía por el personaje y de la certeza de que por tantos años conociéndolo sentía que llevaba vivo a Gaitán dentro de mí. Sólo faltaba escribirlo.
FB: ¿Cuáles son sus mayores influencias e ideales en su desarrollo como escritor?
EC: Frank, es la primera vez que me preguntan por mis ideales como escritor. Qué pregunta entrañable. Mil gracias por hacerla. De mis influencias hay dos que son inocultables y que tienen que ver con los libros de aventuras de Joseph Conrad y con el austriaco Stefan Zweig, pero además con un historiador colombiano en particular, como lo es Germán Arciniegas, a quien tuve el privilegio de entrevistar (¡y de hablar de su amistad con Zweig!). El libro de Arciniegas que más me ayudó en la tarea de resucitar a personajes históricos tan mentados fue su Gonzalo Jiménez de Quesada, titulado «El Caballero de Eldorado» de la que tengo una copia en francés autografiado por Arciniegas. Pero mi ideal como escritor, pues persigo sólo la prosa poética, no sólo el estilo naturalista de relatar hechos y construir personajes, es Gabriel García Márquez. Creo que Macondo nos pertenece a todos y que mi trabajo como escritor es encontrar mi propio Macondo. No negarlo, no desconocerlo como muchos pretenden, sino darle una dimensión personal con mis temas, según mi curiosidad.
FB. ¿Cómo fue su relación con Gabriel García Márquez?
EC. Al maestro lo conocí en la revista Cambio en 1998. A mí me contrató Patricia Lara como editor de publicaciones especiales. Él llegó a ser el nuevo dueño y pues presidía muchos consejos de redacción donde discutíamos los temas a acometer. Yo entonces no sabía si hacer de estas reuniones una crónica o amansar mi dicha de estar allí y vivir aquello de manera natural. Por mi bien, se impuso esta última. Lo consulté en varios trabajos y revistas especiales que realicé, y él me atendía sentado en mi propio escritorio con mucha amabilidad y atención. Un día me dijo en broma que él no estaba allí para que un muchacho como lo yo pusiera a trabajar, que la vaina era al revés. Un día me dio un consejo, ante el encargo de ir a cubrir un Carnaval de Barranquilla. Me preguntó si había estado en el Carnaval. Le dije que una vez. Alguien del consejo dijo que no era suficiente. Entonces, el maestro se me quedó mirando y me dijo: «ve, de todas formas, así matas de una vez por todas el tigre y te comes el cuero». Siempre recuerdo estas palabras cuando emprendo un nuevo trabajo.
FB: ¿Sin querer exigirle que devele los secretos de la creación literaria quisiera saber cuáles fueron sus principales fuentes bibliográficas para escribir la novela sobre Gaitán, qué tanto le prestó su imaginación para encarnar la intimidad de Gaitán, o que nuevas fuentes documentales usted investigó para lograr tal proeza en su novela, el presentar un Gaitán más humano, más trascendental que él Gaitán fragmentario que nos han mostrado en el país? ¿Herbert Braun o Arturo Álape? Revélenos un poco sus fuentes, háganos partícipes un poco del esfuerzo de su creación.
EC: Traté de consultar todas las fuentes sobre Gaitán. Me mencionaste varias como Herbert Braun y Álape. Adiciona las memorias de Fidel Castro sobre El Bogotazo. Por supuesto que investigué sobre estudios políticos, económicos y sociales que han hecho investigadores estadounidenses sobre los años veinte, treinta y cuarenta que dan un contexto verídico e histórico. Pero debo decirte que me guié en el Proceso Gaitán que consulté mucho y al que saqué copias en un 40 por ciento. Otras fuentes fueron los archivos de periódicos donde encontré muchas entrevistas que los principales protagonistas de esta historia dieron antes de morir. Pero sobre todo, para mí fue una fuente inagotable las entrevistas que le hice a la hija del caudillo, Gloria Gaitán, en innumerables ocasiones que nos encontramos. Muchas veces fui a la casa museo y apliqué la técnica garciamarquiana de que las cosas hablan y tienen vida propia. La casa me habló mucho, lo mismo que sus discursos. Kant afirma que los hechos son meras apariencias. Siguiendo la afirmación Kantiana, me sumergí en las consecuencias de dichos hechos en Gaitán y las repercusiones emocionales que tienen para poder ir reconstruyendo la psicología de los personajes.
“El hombre que fue un pueblo”. Es, en definitiva, la mejor novela histórica que se ha escrito en Colombia, después de “El General en su laberinto”, concluí yo.
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