Una aproximación al recuerdo y a la memoria

Nietzsche dice al respecto, es perfectamente posible vivir sin recuerdos,
pero no es posible vivir sin olvido.

Lo que vivimos es una mezcla de rememoranzas y olvidos.


 

“Hoy recuerdo que he vivido. ¡Qué recuerdos…! Nada en específico; mi mente vaga  al pasado sin detenerse en ningún acontecimiento vivido; dicen que la música y la meditación son buenas terapias para dejar que el presente fluya sin que, necesariamente, estemos conscientes de algo en particular, tan sólo que estamos ahí… ; honestamente, en lo personal, me cuesta abstraerme de recordar, como si estuviera preso del pretérito; creo que este estado permanente de estar hurgando en la memoria recuerdos nostálgicos, errores cometidos, toma de decisiones  inadecuadas… no me hacen bien; además el estrés, propio de las circunstancias que vivimos cotidianamente, mi mente y mi cuerpo resisten, lucho o escapo, luego termino agotado y enfermo…”

El monólogo antes escrito, consciente o inconscientemente, cada día se hace más frecuente en la mayoría de los individuos de nuestra sociedad contemporánea, expuestos a la vorágine de los deseos, de las pasiones, de los apegos y del afán individualista de distinguirnos ante los demás, atribuyéndoles las causas de tales frustraciones a lo vivido, como si la cuna, el linaje, la posición social sean determinantes.

Estimados lectores, estamos de acuerdo que también seamos pasados, un amasijo de experiencias y conocimientos adquiridos, un océano profundo de memorias y recuerdos, no obstante, el pasado ya no es, se ha ido para siempre, se ha transformado tan sólo “en cosa”, incluso el presente es tan sólo “ser un ahí” entre las cosas.

Estamos arrojados hacia un futuro, proyectados, lanzados… La proyección se revela fundamentalmente como la forma en que el Dasein  (expresión alemana que significa «ser- ahí», «aquí», «allí») se orienta hacia su futuro. En cada momento de su vida, el Dasein se encuentra orientado hacia el ámbito de sus posibilidades, oportunidades o cursos de acción mediante el horizonte de metas, objetivos, propósitos o fines que dan sentido a lo que actualmente hace, y más generalmente, a cómo está viviendo su vida (Interpretaciones del pensamiento de Heidegger, en Ser y Tiempo”).

Volvamos a la reflexión del párrafo inicial, que podríamos decir, a cerca del recuerdo y la memoria.

En primera instancia debemos tener presente que las palabras recuerdo y memoria son casi sinónimas, sin embargo semánticamente tienen matices significantes diferentes. Los recuerdos son aquellos hechos y conocimientos que traemos a nuestro presente en el mundo, y que interactúan con nosotros de forma fáctica, en tiempo y espacio, mientras que la memoria es el almacenamiento, muchas veces mudo, de nuestros recuerdos y conocimientos. Estas dos características de la sique humana se coronan amalgamándose, de modo definitivo, en la experiencia del sujeto consiente.

Es cierto que los recuerdos nos vienen atropellándonos, sin pedirnos permiso, produciéndonos momentos de nostalgia o alegría, inquietud o serenidad, presencia u olvido, no obstante, podemos también frenar este proceso, redirigiéndolo a voluntad; Nietzsche dice al respecto, es perfectamente posible vivir sin recuerdos, pero no es posible vivir sin olvido; de forma que, lo que vivimos es una mezcla de rememoranzas y olvidos.

En consecuencia, la memoria no es un pozo de recuerdos fieles del pasado, es el esfuerzo por evitar el pasado a la luz del futuro; entonces, ¡la memoria no es un espejo fiel, es un espejo mentiroso!, porque nadie podría vivir con el pasado íntegro, y soportar la vida recordándolo todo… atrapado, inmovilizado por recuerdos fidedignos; pues, estaríamos, permanentemente, en un escenario presos del pasado recordando cada paso que dimos, hechos y eventos, fenómenos, personas y cosas para la conciencia. En resumen, el pasado personal, privativo “del uno”, no llega tal como fue, cada individuo lo va reelaborando, en función de los planes futuros, como si fuéramos reeditores de sí mismos.

Ahora bien, en el ámbito colectivo, común “del grupo”, ocurre lo mismo, la historia política de los países elaboran una política de la memoria, un hecho deliberado que hace el estado, por disciplinar los recuerdos, y que surgen de dos actitudes perfectamente opuestas, prescribir el olvido, o en cambio, prescribir el recuerdo.

Ayer, Ciserón exclamó, en relación a la muerte del Julio Cesar, debemos olvidar ese crimen terrible para que podamos instalar una nueva República.

Hoy día, creo que, sin duda, no hay país civilizado que abogue por el olvido de la historia, todo lo contrario, hoy se postula una actitud de prescribir el recuerdo, reelaborando una memoria que no olvide, que no sepulte ni eche tierra a lo vivido, sin embargo, desproveyéndola de lo doloroso, lacerante, que puedo ser, para producir una convivencia sana y duradera.


Otras columnas del autor en este enlace:  https://alponiente.com/author/victorhbu/

Víctor Henríquez Bustamante

Profesor de Estado en Castellano y Filosofía

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.