Un verso, un trino, un pajaro que cruza

“Y Hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos….

(¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir!)

que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,

y hasta las propias penas nos hacen sonreír.”

Dice Porfirio Barba Jacob en su Canción de la Vida Profunda.


¿Tiene un precio un trino, un monte, un pájaro que cruza? Debe tenerlo porque ello causa placidez, lo que es sosiego, gratitud, paz, ¡Cuántas cosas produciría una persona que goce de paz, de sosiego, de gratitud, de paz! Si una persona produce algo, pensemos en muchas personas que gocen de ello; todo lo bueno que producirían. El producto de una sociedad en paz, sosiego y gratitud, tiene que tener un precio, un valor, pues una sociedad en guerra, con desasosiego, y en medio de la ingratitud, en medio de lo que podríamos llamar antivalores, genera deprecio, un menor valor.

Los economistas tienen la obligación de hacer un esfuerzo técnico, mental, discursivo, y para ello son buenos, para con base en variables, factores y coeficientes, elaborar fórmulas que permitan ponerle precio al medio ambiente. Ya existen normas, como las de las tasas ambientales, que dan esos pasos. Por ejemplo, el artículo 42 de la Ley 99 de 1993.

Volviendo a Barba Jacob: un trino necesita de un pájaro, un pájaro que cruza necesita de un monte. Si el trino causa placer, sosiego, paz, gratitud, ese pájaro debe tener un precio; pero para que haya pájaro se requiere del monte. Imagínense ustedes lo importante que es ponerle precio al monte, precisamente para que un poeta se inspire, vea el pájaro y escuche el trino que le causará placidez. Esa placidez lleva la paz al poeta y esto genera la poesía: “La Canción de la Vida Profunda”.

Así las cosas, quien se atreva a sembrar y mantener bosques, es decir, crear y mantener cobertura boscosa en un área mayor a los cien (100) metros a la redonda de cualquier nacimiento de agua, o un área mayor a una franja de treinta (30) metros a lado y lado de un arroyo, de una quebrada, o de un río, está creando las condiciones de un monte para que haya, no un pájaro, sino cientos de ellos; no un trino, sino cientos de trinos; que inspirarán no un poeta, sino cientos de poetas. Ello es paz, sosiego, gratitud para toda una ciudad.

Ahora, si nos salimos del tema poético, y nos vamos al tema histórico, leí en Arnold Toynbee, en su Estudio de la Historia, el siguiente párrafo:

“El limen que permanece abierto entre el dominio de la civilización en crecimiento y las patrias de sus prosélitos bárbaros es como una amena falda cubierta de árboles, cuyas raíces protegen el suelo de la erosión; de manera que las aguas que bajan se escurren gradualmente sin formar cañadas ni torrentes. Este paisaje está hecho a prueba del tiempo y, en consecuencia, constituye un seguro contra un cataclismo, mientras el colapso de la civilización no lo conmueva.” (Arnold Toynbee, Estudio de la Historia, Tomo VIII, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 1961, Pag. 337)

Es decir, los árboles alrededor de los nacimientos y dentro de las franjas al lado de los cursos de agua, no sólo generan sensaciones de amenidad, sino que las raíces de los mismos protegen el suelo, lo amarran y no permite que exista revenimiento de la tierra. Las aguas lluvias serán atemperadas por las ramas y las hojas y harán que, en lugar de caer estruendosamente, caigan con suavidad, permitiendo su absorción en la tierra enriqueciendo los nacimientos, protegiendo las zonas de recarga de acuíferos.

Si además de ello, le agregamos valor por el oxígeno que producirán, y el dióxido de carbono que capturarán, lo que puede traducirse en el mercado mundial de bonos de carbono, estaremos generando un precio, un valor a la sociedad. Es decir, quien genere todo esto tiene un crédito ante la ciudad y la ciudad tiene la obligación de pagarle esa deuda.

Por todo ello el Concejo de Medellín ha aprobado en primer debate una exención tributaria del impuesto predial a todos aquellos predios que crean y/o mantengan en cobertura boscosa, dentro de sus predios, esas zonas de protección. La ciudad, les debe ese valor, ese precio. Por ello, una decisión de esas, no tiene impacto fiscal; por el contrario, la ciudad está pagando una deuda.

Julio González Villa

Doctor en Derecho U. Externado de Colombia; Abogado UPB; Magíster Administración de EAFIT; Especialista Derecho Ambiental U. Externado y Derecho Administrativo y Comercial.

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