Un Pacto para vivir

Estamos a menos de tres semanas de la elección presidencial en la que, de no mediar alguna situación extraña, Gustavo Petro debiese quedar como el candidato más votado, sea ganando en primera vuelta, o bien encabezando la lista de dos que pasan a segunda. En este sentido, las posibilidades para que por primera vez en la historia de Colombia haya un gobierno de fuerzas alternativas, hoy aglutinadas en el Pacto Histórico, son reales.

Por lo mismo, los partidos que componen esta lista cerrada debieran estar ya pensando en clave de coalición regente, construyendo estrategias para abordar el gobierno y planificar lo que será hallarse en el ejecutivo. Pero al mismo tiempo, sus partidos deberían estar mancomunando esfuerzos para dispersar las dudas en torno al proyecto y en la consecución de los votos faltantes para asegurar la victoria el 29 de mayo.

Sin embargo, se observa una dispersión de estrategias, así como diversos errores no forzados cometidos por sus miembros que hasta cierto punto complejizan la labor de quienes se encuentran trabajando en las calles y territorios en nombre de la candidatura, y que además espantan a los indecisos de adhesión frágil.

Declaraciones desafortunadas por parte de quienes resultaron electos, videos con frases que van en contra del discurso de parsimonia promovido desde el comando, así como señalamientos de falta de preparación de la gente para entender conceptos como el perdón social, entre otros, son algunos de los pasos en falso que han venido desde la coalición.

Por suerte, dentro de sus votantes existe una base robusta como para soportar los embates de las otras campañas que ven en estas situaciones material fresco con el cual minar los avances del Pacto. De todas maneras, no hay que abusar de ello, ya que en cada iteración errática se merma el trabajo que diariamente se despliega a nivel territorial.

Producto de esto, es necesario hacer un llamado a la consciencia respecto a la trascendencia de las acciones que cada figura realice dentro de su campo de acción, primero, en cuanto a reflexionar respecto a las intervenciones que realicen públicamente, y segundo, en relación con la discreción y el respeto a la confidencialidad de los espacios en los que desarrollan sus alocuciones.

No obstante, lo anterior no es lo único a tener en consideración de cara al 29 de mayo y frente a una posible administración de Gustavo Petro.

Tal como pasara en México con el MORENA de Andrés Manuel López Obrador, el Pacto Histórico es un metapartido – un partido de partidos –, o bien un partido catch all de centroizquierda, el cual tiene algunos principios, horizontes y consignas definidas, pero tras estas, la homogeneidad ideológica es escasa debido a que coexisten internamente posturas y militancias diversas, donde incluso parte de sus miembros ni siquiera son partidos políticos sino grupos de interés.

En este sentido, más que una convergencia estricta dentro del Pacto, se observa una agrupación heterogénea, cuya intención es aprovechar la ventana de oportunidad abierta tras el Acuerdo de Paz y las consecutivas movilizaciones sucedidas durante el gobierno saliente. Todo esto con el fin de disputar el poder y copar los espacios de representación, superando las barreras electorales que los partidos tradicionales y sus prácticas políticas han dispuesto a lo largo de la historia.

En esta diversidad, una de las máximas ha sido representar una nueva forma de hacer política, abandonando las formas anacrónicas, patriarcales, adultocéntricas y racistas, entre otras, que caracterizan a los partidos tradicionales, para así construir un país en el cual vivir sabroso. Esta narrativa ha permitido ampliar las alianzas, abriendo las puertas a partidos – o a militantes – que han formado parte de gobiernos que encarnan lo que se busca cambiar desde la coalición. Algunos de estos arribos han sido cuestionados por una porción de las bases, mientras que otras personas las entienden como respuesta a una necesidad electoral, y por tanto las van aceptando luego de sus propios procesos de reflexión.

Lo anterior pasa debido a que el Pacto Histórico no es una máquina homogeneizante, ni busca que todas sus filas piensen, digan y hagan lo mismo con el fin de defender irrestrictamente a sus liderazgos, pues para eso están los partidos de la otra vereda.

Por lo mismo, y para ser sensatos y coherentes con el pacto por el cambio, debe abandonarse la animadversión contra quienes vienen de partidos ajenos al propio porque, spoiler alert, van a seguir sumándose fuerzas cada vez más diversas, y resulta muy desgastante tirar una piedra para después tener que buscarla para retractarse y pedir disculpas, porque además, por más que se pidan, jamás reparan del todo del daño que han hecho.

Este mensaje va también dirigido a los bloques que ya componen el Pacto Histórico, pues la izquierda de por sí se caracteriza por estar fragmentada. Cada partido tiene su trayectoria, y es probable que en más de una ocasión haya habido algún roce entre sus miembros, o bien con otras fuerzas que hacen parte de la coalición. Sin embargo, así como se promueve hacia afuera una nueva forma de hacer política, es necesario replicarla hacia adentro, promoviendo el perdón y la superación de rencillas internas e ir más allá de las mezquindades que han caracterizado las prácticas tradicionales.

El Pacto Histórico es un esfuerzo jamás visto en Colombia, en un contexto que tampoco se había presentado, para materializar por primera vez la política del amor y la vida con la cual llenar las expectativas de abuelas, madres, hijos, nietos y de millones de personas que quieren vivir una vida digna de ser vivida.

Por esto mismo es necesario ir más allá de las ganas de concentrar la atención y de los codazos para figurar en una foto; es momento de hacer un pacto dentro del Pacto para construir alianzas en torno a un proyecto político que esté a la altura del momento y que sea coherente con el cambio que se está forjando. Es momento de dejar de dar papaya y unirse, formar alianzas, pensar en conjunto, de abrazar las diferencias para consolidar un proyecto colectivo por la vida; de compartir los esfuerzos de compañeras y compañeros que están recorriendo el país, así como de saludar las iniciativas de quienes pueden volverse aliados más pronto que tarde. Y en general, es momento de poner un granito de arena para que un mejor mañana sea posible.

Por todo lo anterior, hagamos un pacto para vivir, un pacto para vivir sabroso.


 

 

Simón Rubiños Cea

Consultor y asesor político. Coordinador del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial, Paz y Posconflicto (GIDETEPP-UNAL) e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)

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