Un mundo para Juliana – Breve ensayo sobre la vida humana

Estamos en este mundo. No sabemos por qué estamos aquí. Además no sabemos por qué el mundo existe. Por los arduos caminos de la ciencia hemos averiguado algunas características del universo, tampoco sabemos por qué apareció el universo, o si antes de su existencia no había absolutamente nada. Más o menos sabemos cómo «funciona» nuestro sistema solar. Ignoramos tanto sobre la existencia de las cosas y los seres, que nos asombra la prepotencia de algunos seres humanos que creen saberlo todo.

 

Capacidad de contemplación y asombro, voluntad de saber y mucha prudencia es lo que te aconsejo Juliana.

 

Cuando te escribo estas palabras a penas tienes un año de vida, falta mucho para que puedas leer este pequeño escrito que te regala papá. No hay afán, llegará el tiempo en que puedas comprender estas ideas. Por el momento, en este instante, debes estar correteando, riéndote y explorando todos los cajones que encuentras en la casa. Ya tienes una afición, buscar cosas en los cajones. Explorarás el mundo. Amarás el saber, la vida te otorgó grandes y bellos ojos para ello.

 

La mayoría de los seres humanos -por el estado de la cultura que se ha acumulado en varios milenios de ensayos de sociedades en el mundo- piensan y entienden la existencia como la creación de un ser divino que dispuso y ordenó todo lo que somos y vemos alrededor, un dios que creó todo: los hombres, las cosas y el universo. Un dios que protege a los seres humanos y que decide su destino. Para las personas que creen en este dios creador de todas las cosas, todo se resume en que ese ser divino es el que sabe para qué nos puso aquí y cuál es el sentido de la existencia. No hay que pensar mucho más allá, sino regocijarse porque no hay que pensar nada y dejarse guiar por la fe, en una explicación mística de la vida. “Si dios quiere”, “gracias a dios, o “dios proveerá”…, escucharás infinidad de veces estas expresiones y terminarás creyéndotelas. De hecho te tocó una mamá bastante católica, que vive muy agradecida con dios porque tú existes, bella muchachita.

 

Una minoría de los seres humanos somos ateos. No creemos en ningún dios o fuerza divina. Algunos más eruditos gustan decir que son agnósticos, dado que –sostienen- no se puede demostrar racionalmente la existencia de dios, ni demostrar racionalmente la inexistencia de dios, entonces son agnósticos. “Agnosticismo: Actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia”. Agnósticos, sencillamente que no se meten en el problema de la existencia o la no existencia de dios. Yo prefiero ser ateo. “El término ateo etimológicamente deriva del latín athĕus y este del griego ἄθεος, que significa sin dios(es)”. Ateos, es decir, lo que vivimos sin dioses. O sea negamos la existencia de dios, pero no nos interesa demostrar su inexistencia. De hecho aceptamos que existe tan sólo como ilusión simbólica de la mayoría de los seres humanos, y declaramos que esta creencia es perjudicial. Nosotros los ateos negamos a dios, no solamente porque no exista, sino porque la creencia en él le ha hecho mucho daño a la humanidad. Juliana te ha tocado como padre, alguien que dice como Zaratustra: “Yo soy Zaratustra el ateo y ando buscando alguien más ateo que yo para aprender de él”.

 

Ser creyente o ser ateo, no es un asunto fácil de elegir, como quien elige ser deportista o cantante. No es una decisión de ponerse o no un vestido. Es algo muy complejo porque lo heredamos de las tradiciones culturales de las sociedades en que nos tocó vivir. Tú madre cree en el dios de la iglesia católica apostólica y romana, y seguramente tú serás incorporada en la visión del mundo que sale de allí. Tu padre es ateo, de los ateos más radicales, y amante profundo de los enigmas de la filosofía y la ciencia. De esta mezcolanza que te ha tocado, no sabremos qué será de ti. Tú mamá me lleva ventaja, para cuando puedas leer estas palabras, ya habrás hecho la primera comunión católica y hasta la confirmación, sacramentos de esta religión. Yo no quiero imponerte, bella Juliana, que seas atea, el ateísmo no se impone. Con mi forma de vivir te lo manifestaré de algún modo. Para ser un hombre o una mujer libre sin dioses hay que leer mucho y vivir muchas cosas.

 

Así como no existe justicia divina, haciendo un balance de la historia humana, la justicia de los hombres parece que tampoco existiera. Llegas a un mundo, pequeña Juliana, donde predomina una ambición desmedida por la acumulación del dinero. Vivimos en un mundo de comerciantes y mafias financieras. Existe una minoría dueña del capital, y la mayoría de los seres humanos están veladamente esclavizados, porque lo único que tienen de valor son sus propios cuerpos, y tienen que vender la fuerza de su trabajo. Siempre bajo cualquier forma del capitalismo un poderoso le está robando tiempo y energía corporal a miles de trabajadores.

 

Tu padre, luego lo sabrás, toda la vida fue un apasionado por la vida y obra de Simón Bolívar, (bolivaré como decía tu hermano Emmanuel a sus dos añitos) muchas de la pinturas que decoran nuestra casa, serán tuyas en algún momento. Simón Bolívar es el héroe de nuestras tierras, nos legó dignidad e independencia. Pero su deseo de una América Latina unida aún no se ha concretado, ignoramos que podrá haber pasado en nuestro continente cuando puedas leer estas palabras. Pero desde ya te digo que tienes como tarea leerte como mínimo cuatro biografías, para que puedas comprender el devenir latinoamericano, la vidas de Simón Bolívar, del Che Guevara, de Fidel Castro y la de Hugo Chávez. A lo mejor no quieras leerlas. Todo depende de los intereses y los ideales que hayas fundado.

 

Además, Juliana amada, aunque naciste en territorio venezolano, lo previsto es que te críes como colombiana. Te tocará crecer en Colombia, uno de los países más complicados del planeta. Nuestra desdichada patria desde sus inicios ha padecido innumerables guerras por la inequidad en la repartición de la tierra. Al campesino y al obrero siempre lo han desplazado, explotado y asesinado. Colombia ha tenido el conflicto armado más largo en todo el continente, ojalá para cuando leas esto, la violencia en Colombia, solo sea una información de la enciclopedias, y no una realidad como la que nos ha tocado padecer durante tantos años. El mundo colombiano al que llegaste es un mundo lleno de injusticias sociales y lleno de mafias y oligarquías que aún siguen haciendo mucho daño.

 

Tu padre ha sido un hombre de izquierda radical. La izquierda en Colombia no ha tenido las cosas fáciles, por una parte nos han asesinado muchos compañeros, y por otra parte, entre nosotros mismos, los hombres y mujeres de izquierda hemos peleado mucho. Lo esencial que te puedo decir, es que la humanidad tiene un ideal que perseguir, so pena de la destrucción a que nos conlleva el capitalismo. Este ideal, Julita, se llama socialismo. No te voy a poner a leer todas las obras completas de Marx, eso ya sería el colmo de mi parte, pero sí quiero que medites sobre esto. Todos los intentos que ha hecho la izquierda para alcanzar el socialismo han sido válidos, sin embargo, hasta el momento, el socialismo como tal, -una conciencia- no se ha alcanzado aún. Existió en el siglo XX un potencia que se llamó la URRS, pero cometieron muchos errores; el objetivo fundamental del socialismo, que es crear un orden social, donde no predomine la propiedad privada, sino la propiedad colectiva, la distribución equitativa del trabajo y de la riqueza, se ha extraviado, porque ha predominado una forma estatal que ha devenido en autoritarismo y corrupción, sin embargo, el ideal de socialismo y la consolidación de un genuino poder popular, aún es una meta muy anhelada. Fidel Castro, el Che Guevara y Hugo Chávez hicieron gigantes avances en este proceso que aún no ha terminado. Tú, bella Julianita, por ejemplo, naciste de una aventura que emprendió tu papá buscando la revolución bolivariana.

 

Al igual que la religión, no es mi interés imponerte mi visión política, sólo te enseñaré a leer y te daré las herramientas para que puedas interpretar el mundo político que te rodea. Algunas personas me dicen que quizá a ti no te guste la política, pero yo tengo la intuición que me indica que sí te gustará. Emmanuel será un hombre de ciencia y tú, Julita, serás una bella mujer, filósofa y política.

 

Sea lo que sea, tienes que comprender que al mundo que has llegado no es una cantera de felicidad, quiero regalarte está lúcida exhortación de uno de mis filósofos preferidos: Michel Serres:

 

“Debemos conocer nuestra finitud: llegar a los límites de un ser no infinito. Necesariamente, tendremos que sufrir, enfermedades, accidentes imprevisibles o carencias, debemos fijar un límite a nuestros deseos, ambiciones, voluntades, libertades. Debemos preparar nuestra soledad, frente a las grandes decisiones, a las responsabilidades, a los otros que crecen en número, al mundo, a la fragilidad de las cosas y de los próximos que hay que proteger, a la felicidad, a la desgracia, a la muerte.  Ocultar esa finitud desde la infancia engendra infelices, alimenta su resentimiento ante la inevitable adversidad.  Al mismo tiempo, debemos aprender nuestra verdadera infinitud. Nada o casi nada resiste al entrenamiento. El cuerpo puede hacer más de lo que uno cree, la inteligencia se adapta a todo. Despertar la sed insaciable de aprendizaje, para vivir lo más posible de la experiencia humana integral y de las bellezas del mundo, y proseguir, algunas veces, por la invención, ese es el sentido de zarpar. Esos dos principios se ríen de las directrices que guían la crianza inversa de hoy en día: estrecha finitud de una instrucción que produce especialistas obedientes o ignorantes llenos de arrogancia; infinitud del deseo, que droga a muertes pequeñas larvas blandas. La educación forja y refuerza un ser prudente que se considera finito; la instrucción de la razón verdadera lo lanza a un infinito devenir. La Tierra fundamental es limitada; la maniobra de salida que parte de ella no conoce fin”.

 

El mundo al que llegaste, Juliana, es muy difícil, porque la humanidad aún no ha llegado a un estado de conciencia donde se comprenda a cabalidad que la vida en la tierra es muy frágil y que el ideal es construir felicidad colectiva, no una felicidad efímera para unos pocos, excluyendo a los demás. La humanidad nunca estará bien si deja tan sólo a uno de sus seres humanos aguantando hambre. Y hay millares de personas aguantando hambre, porque el sistema capitalista siempre privilegiará la miseria extrema de las mayorías y la riqueza extrema de una minoría. La caridad cristiana ha hecho mucho daño porque prolonga la pobreza hasta más no poder. El mundo requiere un cambio de valores, para que se pueda alcanzar más equidad. Como te decía antes, Julita, no se vislumbra otra forma que no sea el socialismo. El capitalismo ya demostró que solo produce muerte, la acumulación fugaz de unos pocos, al costo del sufrimiento de muchos otros.

 

Sin embargo, a pesar de este duro panorama de la humanidad, bella Juliana, existen muchos motivos para estar realmente felices. Ya tú misma sin saberlo, y tan chiquita como estás en estos momentos, eres un ser colmado de alegría y amor. Y esa alegría y ese amor que tú encarnas se pueden multiplicar miles de veces más. Sólo es necesario tener la conciencia política y la voluntad para afirmar la vida y transformar el mundo para que exista más goce y menos dolor. Pero para todos, Juliana, para todos, si la felicidad social no es para todos, las cosas seguirán estando mal. El ideal que se persigue hoy, de felicidad individual extremadamente narcisista es una talanquera que conduce a grandes abismos. Solo la felicidad colectiva es duradera y digna de ser alcanzada. Un mundo para ti, Juliana, no puede ser sólo un mundo para ti, sino un mundo para todos.

 

Estuve tentado en decirte que la felicidad está en la literatura. Yo la encontré en Marcel Proust, en Juan Rulfo, por solo mencionarte dos de mis muchas pasiones literarias, pero ahorita mismo dudo si esconderse individualmente en los libros como lo he hecho yo, sea una virtud propiamente, quizá es un rincón más para darle la espalda al mundo. Yo encontré la felicidad en los libros. Y mi mayor anhelo en estos momentos es escribir una novela que me ha dado mucha lidia; espero que cuando leas esto, esa novela ya sea un clásico. Pero Julita, no sé si sea conveniente sugerirte que seas una ratoncita de  bibliotecas como tu papá, mejor, tú, sal a correr y a caminar.

 

Un mundo para ti, Juliana, no es aceptar el mundo que hasta ahora hemos construido los seres humanos, porque el mundo tal como está hoy, nos ha quedado bastante mal. Llevamos mal contados veintiún siglos en una espiral de guerras extravagantes e infames. Incluso con el peligro real de destruir todo el planeta y con esto, no solo acabar la vida humana, sino todas las formas de vidas, -que no por gracia de ningún dios sino por un azar magnífico de la existencia- aparecieron y se prolongaron siempre buscando la vitalidad en este planeta.

 

Juliana, cuando escribo estas palabras no sé qué rumbos tomarán nuestras existencias; temo mucho por el mundo que tenemos, pero una forma de luchar contra el temor y sacarlo de nuestras vidas, es afirmar la vida inventando nuestro futuro, y en una parte de mi futuro, bella Juliana, tú estarás leyendo estas palabras de papá, con el corazón palpitante como ahora lo tengo yo por vos.

 

Frank David Bedoya Muñoz

Frank David Bedoya Muñoz (Medellín, 1978) es historiador de la Universidad Nacional de Colombia y fundador de la Escuela Zaratustra. Fue formador político en la Empresa Socialista de Riego Río Tiznado en la República Bolivariana de Venezuela. Ha publicado “1815: Bolívar le escribe a Suramérica”, “Relatos de un intelectual malogrado” y “En lo alto de un barranco hay un caminito”, libro que reúne cinco relatos, un ensayo y dos conferencias sobre la vida y obra del Libertador Simón Bolívar. Actualmente es asesor en el Congreso de Colombia.

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