El liberalismo se sostiene en Francia ante la victoria del candidato independiente Emmanuel Macron. Un outsider de los partidos tradicionales franceses, quien con su movimiento alternativo En Marche (En marcha, en español) obtuvo una aplastante victoria en las urnas, sobre Marine Le Pen, la candidata del partido de Ultra-derecha, el Frente Nacional.
Esta victoria es de vital importancia, en un mundo donde los movimientos más radicales de derecha están ganando elecciones en las urnas de potencias económicas, políticas y militares como lo son Estados Unidos y el Reino Unido.
No es para menos que la postura de Macron sea lo que podríamos llamar de Centro en la actualidad, cuyo enfoque acepta los valores sociales conquistados por las social-democracias, junto con un liberalismo de mercado abierto a la globalización y a la integración europea.
No obstante, aunque el mundo tiene un respiro con la victoria de Macron, la extrema derecha francesa ha triunfado a su manera. Marine Le-Pen no solo logró llegar a segunda vuelta, cosa que no había hecho el Frente Nacional desde el 2002, sino que además obtuvo la votación más alta del partido en su historia, con casi un 34% de los votos, superando considerablemente a su padre quien solo obtuvo un endémico 17.8% en el 2002 cuando llegó a segunda vuelta en dicho año.
Curiosamente las elecciones donde el Frente Nacional ha pasado la primera vuelta coincidieron con tener unas tasas de participación relativamente bajas, incluso disminuyendo la asistencia a las urnas durante la segunda vuelta en el 2017.
Su victoria no sorprende aunque si resulta curiosa, al ser Francia un país bastante proteccionista y con un Estado igualmente intervencionista. Macron se montó bajo una plataforma impopular, dirigida a reducir los altos niveles de deuda del país, prometiendo un Estado austero que disminuirá el gasto público, podrá despedir prematuramente a más de 120.000 funcionarios, y no reducirá la edad de jubilación. Junto con los recortes promete una reducción en los impuestos tanto para los ciudadanos como para las empresas. También ha mostrado tener una postura pro-empresarial, anunciando el lanzamiento de una política que impulse el surgimiento de nuevas empresas innovadoras.
Aunque las medidas de Macron pueden parecer muy radicales, éstas están enfocadas a llevar a Francia a un modelo más similar al de Alemania o el de los países nórdicos, donde si bien hay un Estado de Bienestar que garantiza una serie de servicios básicos a sus ciudadanos, éste no interviene en el funcionamiento de la economía privada.
Los Retos de Macron no son menores, se enfrenta a un país dividido, con una de las tasas de desempleo más elevadas de la Eurozona llegando casi al 10%, una deuda pública que excede el 96% del PIB, un problema de terrorismo radical, una Unión Europea que amenaza con desintegrarse por la salida del Reino Unido y por el surgimiento de movimientos de extrema derecha cada vez más fuertes.
Todavía no hay certeza de cuanta libertad tendrá el nuevo presidente de implementar su programa, pues Francia todavía tiene pendiente sus elecciones parlamentarias en Junio, donde el partido de Le-Pen tiene buenos chances de conformar una nueva mayoría, por lo que sin lugar a dudas representaría una férrea oposición al gobierno de Macron. Solo el tiempo dirá lo que le depara a Francia, pero por el momento ha triunfado el liberalismo.