Trazos sociológicos del “Estallido Social de Chile”

¿Por qué tanto malestar y disconformidad de la ciudadanía?

Merece darle una vuelta al pasado reciente de las sociedades americanas.

Esto explica como hoy se han perdido las experiencias vitales del barrio, de la iglesia, del hogar…


“Las ideologías nos separan.
Los sueños y las angustias nos juntan.”
(Eugene Ionesco)

No hay que atacar al poder si no tienes la seguridad de destruirlo.
(Nicolás Maquiavelo)
 

Para los países latinoamericanos, el estallido social producido en Chile y su seguidilla de acontecimientos políticos, económicos y socioculturales que se vinieron sucediendo en cadena y que, sin duda, hoy sigue reproduciéndose como consecuencia de ello, es observado como una paradoja social, por decir lo menos, ya que se escucha por los medios de comunicación externos que su sociedad, o parte de ella, estaría rayando en la estupidez, en el olvido del pronunciamiento militar del 73 y su consecuente dictadura, en la producción de una falsa modernidad, o simplemente en un especie de destino ineludible de los países pobres. En todas estas hipótesis algo de certeza existe. Sin embargo, desde la realidad del fenómeno social y desde una teoría crítica responsable, las razones fundamentales serían otras.

Para nadie es sorpresa que el país andino, durante el decenio pasado, fue la gran economía latinoamericana, guardando las proporciones poblacionales por supuesto. Según la OCDE, al año 2018, el PIB per cápita alcanzaba los 25 mil dólares, y lo más notable que este mismo organismo internacional, preveía que pos pandemia, gracias a la vacunación y al encarecimiento del cobre recobraría su status anterior, incluso podría alcanzar los 30 mil dólares por habitante. Entonces, estimados lectores, de esos análisis financieros se deduce la perspicacia de la vecindad americana, y surgen las preguntas:

¿Por qué tanto malestar y disconformidad de la ciudadanía?

¿Qué de malo tiene el modelo económico de Chile?

¿Por qué su pueblo quiere cambiarlo todo?

En la actualidad, nos percatarnos que en muchos países del mundo y en especial americanos se vienen activando movimientos sociales y culturales de repulsa en contra de las instituciones gubernamentales, constitucionalmente instituidas, y que, no obstante, para el concierto estos estados se han distanciado de las auténticas carencias y necesidades de sus comunidades, sus políticos se han oligarquizados, confabulándose en pactos para sus propios beneficios y distrayéndose en disputas y problemas irrelevantes.  Por consecuencia, cuasi inevitable, en estas circunstancias surgen grupos radicales y anarquistas que levantan su ola de destrucción y violencia. También, no es una casualidad de unos o de otros, menos aún que existan planes de concertación entre movimientos políticos o sociales nacionales o internacionales, simplemente es la reacción de dos fenómenos sociológicos universales que socaban hoy las democracias cimentadas en sistemas neoliberales: el debilitamiento del estado o su deslegitimación y la perdida sistemática de la moral social; aquellos fenómenos que producen grupos cada vez más alterados y desmoralizados, y que sociológicamente se le denomina anomia social; son sociedades de sujetos que no han sido cabalmente socializados en los medios ni en los fines para lograr sus objetivos, especialmente los dirigidos hacia un éxito “económico quimérico”; por ende, estos sujetos luchan a la deriva o “a lo que les dictan sus íntimas subjetividades”, carentes de orientaciones normativas; y paradójicamente, cuando logran lo que desean ya existen otros que lo han logrado, produciéndoles frustración, ya que los hombres no desean cosas, desean distinguirse de los otros (Robert Merton, padre de la Sociología Funcional, en Paradoja o Ambivalencia de la Modernidad).

Merece darle una vuelta al pasado reciente de las sociedades americanas, a sus recambios generacionales, y en especial a los cambios sociales que han experimentado. La literatura sociológica es muy atingente. Herbert Marcuse, filósofo y sociólogo norteamericano, en El Hombre Unidimensional, plantea que las sociedades “pre modernas” pasan de una comunidad a una sociedad (del status al contrato, de una solidaridad mecánica a una orgánica), dicho explicativamente que, en una comunidad las relaciones entre las personas son vitales y objetivas, entrecruzadas por los afectos y la asistencia, mientras que en una sociedad como la de hoy, las personas ya no necesitan entregar sus subjetividades al grupo, a la comunidad, porque para eso está el dinero o el contrato. Esto explica como hoy se han perdido las experiencias vitales del barrio, de la iglesia, del hogar, del club deportivo, del sindicato, de los centros de madres, de las juntas de vecinos, etc., en cambio el pragmatismo, lo particular y la interconexión cibernética ponen un vacío en las existencias.

Además, en las décadas antes del 70, del siglo pasado, durante la guerra fría, en la mayoría de los países americanos, se movilizó, como nunca el sujeto social, también llamado sujeto popular. Este sujeto, comprometido con su historia presente llega a tener presencia y participación social en la lucha por los espacios; una voz potente, organizado desde las poblaciones; también es interesante percatarse que se activa y reactiva frente a las injusticias, a sus necesidades, porque tiene referentes ideales, y principalmente porque cree en “un hombre nuevo” como por venir. Sin embargo, su sombra que lo caracterizó fue la pobreza y el hambre.

Con los pronunciamientos militares a partir del 70, cuando prácticamente todos los países del cono sur de América son decapitados por estos golpes, contra golpes, autogolpes, y con sus consecuencias desastrosas, de persecuciones, exilio, torturas, dolor y muerte, este sujeto social o popular inicia su silencio y estancamiento, ¡neblina avasalladora!

Y a nivel mundial, desde los 80 en adelante, la disolución de la Unión Soviética, la caída del Muro, la hegemonía capitalista de USA, el ataque a las Torres Gemelas, el advenimiento de las democracias neoliberales en América del Sur, el asiento de las bases y estructuras de la globalización, el desarrollo vertiginoso de los medios digitales,  son hitos sobresalientes, entre otros, que configurarían este nuevo orden del mundo, y que nuestras sociedades no estuvieron ajenas de este flujo ineludible, sometiéndolas  a sus íntimos e invasivos espacios  de bienestar y modernidad, obviamente con sus luces y sombras.

Ahora bien, estimados lectores, a grandes trazos nos hemos aproximado al fenómeno chileno, principalmente desde un ángulo generacional y sociológico, lo que nos permite entender como en este terreno fértil de cambios sociales, culturales y económicos, también cambió el sujeto político, en especial las generaciones jóvenes, aquellas que no vivieron el Chile pobre de los 60 y 70, los tormentosos días del Gobierno Popular ni los aciagos años de la Dictadura Cívico Militar.

Por ello, a partir del 2006 y el 2011, las revueltas estudiantiles instalaron en el país andino una serie de demandas críticas que en su seno las podríamos resumir en: la censura al status quo político reflejado en la Constitución de 1980 y reparo a las consecuencias económicas del sistema neoliberal vigente.

Desde ya el país venía polarizándose.

Al fragmentarse los partidos políticos tradicionales éstos se dispersaron formando variados relatos ideológicos, de la derecha y de la izquierda hacia sus extremos, otros hacia la centroderecha y centroizquierda, hacia el centro, y lo más significativo, los jóvenes cobran relevancia política, desde donde surgen partidos y movimientos revolucionarios e independientes.

Se aprueba el cambio de una nueva Carta Fundamental de La República, se constituye la Convención Constitucional, la que desde el año pasado comenzara su período de redacción.

En segunda vuelta de Elección Presidencial triunfa el joven candidato Gabriel Boric, candidato proveniente del Centro Amplio, partido político de corriente socialista, y que asumirá el 11 de marzo del presente año.


 

No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.


 

Sumario

Estoy parado en esta puerta que se me niega

No soy joven     en esta posición no tengo chance

Mi nación ha desaparecido de la faz de la tierra

El currículum de mi vida está en desorden

Carece de formalidad

Ya no tiene recomendaciones

Y hay faltas de ortografía

¡Ya nadie me entiende!

Me han caducado todos los créditos y subsidios

Me han reprobado los iracundos de la alta dirección

Destruyeron mis proyectos        mi asiento ahora está vacío

Puesto estoy a disposición de los jueces

Sin ni si quiera la más mínima inmunidad

He estado parado aquí un tiempo infinito

Y nuestros señores dicen que ya llegó el momento

De cerrar la boca y sumirme en la sangre mortecina de cada día.


Carta para mis amigos en la ignominia

“Hay que añadirle a la ignominia la consciencia de la ignominia.

Es decir, la ignominia sin la consciencia de la ignominia no es ignominia”.

Marx

A decir verdad, mientras vagabundeaba por las calles de mi ciudad

Reflexioné a cerca de la repetición de mis pasos, pausas, marchas…

De los mismos senderos que hago todos los días.

No me costó mucho. Me propuse que en lo sucesivo todo día sería un día nuevo

Y en eso estoy amigos en la ignominia:

Hoy le puse llaves a todas las puertas

Y decidí escaparme por la ventana de mi cuarto

No seguí la vereda de costumbre, crucé por el prado en donde anidan los queltehues

En ningún minuto miré hacia atrás

Dejé que el paisaje a mis espaldas y el pasado vivido se amasaran en una misma cosa

Corté por un atajo que no me llevó a ninguna parte, resolví regresar por el mismo sendero incierto

Luego, enmendando mi error de dirección

Corté hacia donde cae el crepúsculo

Allá donde habita el perro que soy

Y que todos los días me interroga qué por sí o qué por no

Pues, para no darle en el gusto a ese narcisista que muchas veces me domina

Crucé calles en donde se prohibía transitar a los simples mortales a pies

Hice zigzags en lugares ineludiblemente planos

Doblé en vez de seguir recto y ganar tiempo y distancia

Atravesé charcos con el agua hasta la ingle

Me embadurné en el cieno de la noche

Las raíces hondas anudaron mis pies, saboree los alquitranes desmesurados de la tierra

Y a pesar de todo seguí el camino nuevo que me prometí cuando me escapara por la ventana de mi cuarto

Y aquella profesa que les brindara a mis eternos amigos en la ignominia.

“Posiblemente vuelva a ser lo que mi libertad me escribe desde la nada, que soy, y logre escalar el peldaño perdido

Toda vez que haga lo contrario al bien común.

Ahora, abro la puerta de entrada a mi cuarto

Me acuesto, y duermo, y sueño, y la fiebre del sueño-otro me despierta como un sonámbulo

Frente a la infinitud de los caminos que están más allá de la muerte.

 

Víctor Henríquez Bustamante

Profesor de Estado en Castellano y Filosofía

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