Los niños son muy suyos. Por ejemplo, la Princesa Leonor no es muy de que su abuela le quiera hacerse fotos sin el permiso de su madre. Hasta le quita la mano con un gesto feo. A los niños les solemos consentir porque sabemos que luego la vida se pone más fea. Nos gusta retrasarles lo máximo posible ese momento. La reina Letizia le ha ocultado a la princesa Leonor que la bruja Melania vive con el rey malvado Trump haciendo daño a los niños. Se ha puesto incluso un vestido en homenaje a Melania pero no ha tenido tiempo para escuchar ningún llanto de niño.
En La vida es bella, hay un padre que es capaz de ocultar a su hijo que están en un campo de concentración y convierte todo en un juego donde la magia gana a los demonios. Un niño no debiera saber hasta muy tarde lo que es un campo de concentración. Donald Trump ha metido a niños en un campo de concentración. Los llantos se han oído al sur del río bravo y han llegado hasta el Vaticano, aunque el palacio de la Zarzuela está blindado contra ruidos. Trump ha dado marcha atrás, pero con la boca pequeña porque el miedo está sembrado.
Dice la Fox, ese canal que ha hecho Presidente a Trump, que los niños no lloraban, sino que estaban fingiendo. Por eso no los ha oído la Reina Letizia. Igual son niños malcriados y caprichosos que tratan mal a las abuelas. Cuando cae la noche siempre nos viene más miedo porque no sabemos qué va a pasar. Esos niños que lloran en jaulas, como perrillos en un centro de acogida para animales, son centroamericanos, mexicanos, latinos. No son rubios pero también son niños. Les ha entrado mucho miedo cuando les han separado de sus padres. Los cuentos de hadas ayudan a los niños a perder el miedo porque les enfrentan a sus fantasmas. Los niños quieren que les cuentes el cuento de la misma manera porque eso les da seguridad. Si te equivocas te dicen “así no es. Cuéntamelo bien”. También les da seguridad que a sus madres no les pase nada, y por eso les ayudan hadas a vencer a las personas malvadas y llenan los cuentos de migas de pan para encontrar el camino a casa de sus padres.
La bruja les encierra en jaulas pero al final se salvan. Los niños necesitan objetos encantados para que les ayuden cuando están en peligro. Aylán también era un niño pero no le funcionaron las habichuelas mágicas. La Unión Europea quiere meter a Aylán en un campo de concentración, en las afueras de Europa, porque su imagen ahogada no es buena para la tranquilidad de sus hijos. Los hijos de los gitanos no son hijos que quepan en nuestro cuento europeo, dice Salvini, que insulta como insultaba Mussolini. Salvini es otro rey malo de esta historia para adultos, aunque si alguno es italiano igual tiene que soportarlos porque la nacionalidad, dicen, cura cualquier mal.
Los niños mienten cuando no quieren recibir un castigo inmerecido y seguro que están escribiendo cartas a Donald Trump pidiendo perdón y diciéndole que ellos tienen la culpa de que haya tantas armas en sus países, piden perdón por haber dado un golpe de Estado contra Mel Zelaya en Honduras, se disculpan por tener miedo a las maras y a los paramilitares, piden perdón por todo el poder que tienen los ricos de su país, que producen cocaína y son tan amigos de los ricos del norte. Incluso le dicen, con esa letra de niño, que van a ayudar a construir el Muro de México y que no van a ser nunca más gitanos, ni negros, ni indígenas ni latinos porque saben que si son así, van a venir el rey malo y la bruja mala y se los van a comer.
Alguno de los niños encerrados en jaulas sabrá que en España hay un Ministro astronauta y sabrá que en Estados Unidos hay uno que es vaquero. Sus padres, de los que les han separarado, llorarán también deseando que sus hijos piensen solamente en Toy Story y no piensen en el mundo de verdad porque es muy pronto para que sepan algunas cosas.