“Aunque cada uno lleve un dictador por dentro, cada quien decide si lo desarrolla, lo maneja o lo suprime”
No estoy aquí para hablarle de esos dictadores que hemos conocido a lo largo de nuestra historia y que aún abundan por ahí por doquier. Hoy hablaremos de nosotros, de usted y yo, de su vecino, familia o pareja. De seguro como ciudadanos que somos nos ha pasado ya sea como el portador de la conducta o como quien resulta perjudicado de ella. En algún momento de nuestras vidas hemos estado apropiados de esta idea ya sea por gusto, por berrinche o sencillamente por que se nos da la gana, que la otra persona haga lo que deseamos en ese momento.
Estos comportamientos autoritarios se reflejan desde nuestra niñez, adolescencia, adultez y quién sabe hasta cuándo. También debemos decir que para muchos es solo una etapa, para otros su modelo de vida (someter). Este tipo de comportamiento puede llevar a diversas complicaciones si usted no lo maneja de la mejor manera, por ejemplo; puede perder su pareja en un abrir y cerrar de ojos, sus amigos podrán alejarse, o quizás los más cercanos a usted decidan conservar una distancia prudente, esto como respuesta a su arrogancia, prepotencia o sentirse por ‘debajeado’ por «su excelencia» que busca siempre que se haga lo que le plazca.
Dicho esto, debemos entonces auto evaluarnos como seres, como ciudadanos y lo más importante como lo que queremos vender (en lo que a nuestra imagen se refiere) porque muchas veces creemos que a todos les agrada la forma en que nos compartamos, pero no es así, solo que esas personas si respetan el derecho a la libre personalidad y la participación de todos en todo, contrario a lo que somos.
La semana pasada mientras transcurría la visita en casa de mi novia, se presentaron los siguientes acontecimientos, a los que yo consideró conductas dictatoriales de menor grado y que evolucionan según la decisión de quien la posee. El primer acto: decidíamos que ver en televisión y lo que yo escogía no le parecía, pero en cambio sus programas sí y sin consultarme debíamos verlo. Segundo acto: cuando decidimos a donde salir y en la mayoría de ocasiones su plan se lleva acabo «por si o por no» estas y otras situaciones más, en realidad son llevaderas siempre y cuando haya un proceso comunicativo en el que la pareja se lo haga ver, dejando sentado que el bien y la satisfacción de los dos es lo mejor. Mi invitación a todo aquel que quiera sobre poner sus ideas (desde la más mínima hasta las más restrictivas) es que busque un concenso con quienes lo rodean.
Nos queda a todos, el compromiso como sociedad para sobrellevar este tipo de comportamiento de la mejor manera posible, sin hacerles competencia con la misma «moneda» si no, mostrándoles que todos tenemos derecho a expresar lo que sentimos y lo que queremos.