TECNOLOGÍA AL SERVICIO DE LAS EMOCIONES. AUTOMÓVILES CON ROSTRO

Como muy bien sabe la mayoría, las ventas de un coche no sólo están determinadas por el nivel de sus prestaciones técnicas, sino por el de las emociones que despierta su línea estética. Y en este sentido la “cara” tiene mucho que decir. Debido a ese efecto llamado pareidolia, cuando miramos un automóvil de frente nuestro cerebro se enfrenta a un rostro humano que expresa emociones y que, según lo que transmita su gesto, nos cae mejor o peor; igual que ocurre cuando conocemos a una persona.

Los diseñadores saben esto desde que la industria se comenzó a interesar por la psicología aplicada al márketing, allá por la década de 1920. Y el caso de un coche es muy especial, pues está destinado a ser compañero fiel durante muchos años, o al menos eso es lo que todo cliente quiere pensar, por lo que la elección es un asunto importante: la búsqueda del amigo fiel, el hermano de sangre, el padre protector, el guardaespaldas fortachón…

El diseño de los faros es determinante para mostrar el carácter que se quiere proyectar en los futuros compradores; por algo se dice que los ojos son el espejo del alma. Y todos, antes que tarde, hemos visto una cálida sonrisa al contemplar una, si fuéramos capaces de conservar la objetividad propia de seres inhumanos, fría y metálica rejilla de radiador.

El rostro refleja la personalidad, todo el mundo lo da por hecho cuando se deja llevar por las emociones. Un coche económico y pensado para una clientela ecológica, comprometida con los asuntos sociales o simplemente sensible al mundo que la rodea, tiene que estar a la altura. No es mera coincidencia que un rechoncho escarabajo de Volkswagen nos parezca un encanto y que su publicidad se dirija a ese lado femenino que lo contempla como una criaturita que pide a gritos un fuerte abrazo. Por no hablar de esa ricura de Fiat 500… ¿no es para comérselo?…

Frente a ellos, la testosterona fluye por las mandíbulas cuadradas de los forzudos de la carretera o de los no tan forzudos pero sí bravucones. Faros como ojos cerrados que amenazan a quien se cruce en su camino, radiadores de esquinas afiladas como una boca presta tanto a devorar al enemigo como a dedicarnos una frase de tranquilidad en medio del fragor de la batalla.

Nada queda al azar en este mundo en que la tecnología no sólo está al servicio de la demanda, sino que también, y quizás por encima de todo, debe crear y conformar dicha demanda.

Según algunos estudios, la mayoría prefiere los coches con cara de enojada y rasgos agresivos, seguramente porque transmiten una sensación de potencia y seguridad por la que sentimos que son capaces de protegernos cuando nos ponemos a su resguardo; lo cual dice mucho sobre el coche como máscara tras la que nos escondemos, cual superhéroes o villanos de barrio, al ponernos al volante; esa faceta del día a día en que la personalidad cambia hasta el punto de no reconocernos en la ira manifestada ante el más mínimo defecto del prójimo y que, de no ir dentro de un auto con mala sangre, resolveríamos seguramente con la cortesía y buen talante que caracterizan nuestras acciones del resto de la jornada.

Por otra parte, esa misma mayoría se aleja de entablar relaciones con aquellos vehículos que parecen tristes o deprimidos.

Como la vida misma…