Sueños de azares

 

Es casi medianoche, y salgo con la angustia que me genera esa frase que escuché: “los sueños son el descanso de la realidad”. Me voy junto con un cigarrillo y el espectáculo de las curvas del humo se pierden junto conmigo en las calles tediosas e iluminadas por pequeños faroles amarillos, viejos y sin esperanza, calles en las que los autos más veloces despliegan sus rugidos más feroces levantando consigo las falditas y vestidos de la noche.

 

Mis pensamientos se pierden entre el smog y frío haciéndome entrar en aquel barcito viejo, lleno de recuerdos donde alguna vez estuve, y unas teticas firmes y pálidas y con sus pezones señalándome, juegan con mis sentimientos por tres segundos dándome la bienvenida.

 

Es común aquí, nunca falta el grupito de los clones de mujeres que abrazan sus celulares con instinto maternal y a su lado, una serie de enfermos por la textura de una entrepierna mojada y excitada, haciendo girar una botella con sobras de babitas sobre la mesa, para materializar sus deseos y placeres. Pero bueno, eso no importa. Pido una copa de whisky y salgo nuevamente con afán, en busca de alguna calle dónde depositar mis pensamientos que se estrujan unos con otros en busca de un poquito de calor.

 

Salgo y sigo caminando, cuando de repente choco contra esa chica que me lleva a un efímero recuerdo, alguien con quien, siento, ya había compartido antes y nunca descifré si lo fue. Al  girar mi mirada, me regala esa sonrisa peculiar que dibuja en sus ojos, y yo que me pierdo en ellos desde el primer segundo. Rápidamente, un extraño calor y un rubor recorren mi rostro.

 

Me voy tras ella, persiguiendo sus huellas y ella que me mira y toma mi mano. Caminamos juntos, sin conocernos y con ese silencio que aún se escucha suavecito, y yo que me pierdo en esa silueta iluminada por la luz artificial de la noche. Puedo sentir cómo las yemas de sus dedos se deslizan entre los míos mientras acerca a mí.

 

Nos detenemos en un parquecito solitario, y ella sigue acercándose más y más. Puedo ver sus labios rosados y sin fisuras que sueltan gemidos lentos mientras yo doblo mi mirada entre las curvas de su cálido cuerpo. Y yo que me pierdo en ella y ella que me dice:

 

-Por fin te encuentro, soy a quien das vida en cada noche fría de azar y duerme en los más recónditos rincones de tu memoria.

 

Luego se esfuma todo junto con mi último cigarrillo y las manecillas del reloj tocan la melodía más triste, esa que indica la hora final.

 

Sé bien que el amor es así, efímero, y que lo bueno es saber que no dura tanto. Es como una búsqueda, una serie de errores, algo cojo, un desequilibrio…, es algo que te debe consumir y destruir, así como las hojas de un árbol perforadas por los rayos más violentos del sol, que mueren bajo el aletazo de la soledad.

 

¡Tarará, tarará, tarará! Abro mis ojos y, ¡maldita sea! Seis de la mañana; hora de ir a la universidad. El maldito despertador me desprende de mi anestesia corporal y de mis sueños; por lo menos tuve un descanso de esta realidad y sigo mi día a día, mi noche a noche, mi sueño a sueño, buscando a alguien con quien compartir aventuras y compartir noches frías, que me desvele, que me idiotice, que se sonroje, alguien a quien sentir aunque no la tenga a mi lado.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-h-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn2/v/t34.0-12/1482254_664386346943965_2063535543_n.jpg?oh=69c482b5bcb56bde86b973cc3d453620&oe=53268E92&__gda__=1395041764_56614d4ff32006502f160ff25b179ee9[/author_image] [author_info]Juan Pablo Rodas Marín. Estudiante de Comunicación y Periodismo en la Corporación Universitaria Minuto de Dios. (Uniminuto). Debutante en el arte de escribir. [/author_info] [/author]

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