Si un gerente insta a sus vendedores a hacer «su mejor esfuerzo» para doblar las ventas, espera que visiten más clientes y revisen estrategias, no que engañen al consumidor o sobornen encargados de compras.
Quien entienda lo contrario persigue oscuros intereses. No fue el caso de la oficialidad de Ejército frente a la directiva de su comandante, pero sí el del periodista del New York Times, quien, después de las aclaraciones del general Martínez, decidió que pedirles a los soldados mayor efectividad en la lucha contra el delito era una invitación a cometer crímenes.
¿Qué hay detrás? ¿Por qué el senador Leahy arremete contra una senadora colombiana que defiende al Ejército de los infundios del periodista simpatizante de las Farc, y luego, con la libertad de prensa como escudo, conmina al Gobierno a exigirle pruebas a María Fernanda Cabal y a emprender contra ella una «public denunciation».
No es nuevo en Leahy lo de las «exigencias» al gobierno en favor de la izquierda. En 2002 intentó sabotear el Plan Colombia, cuando ya las Farc eran los mayores narcotraficantes. Hace ¡15 días! firmó una carta al presidente Duque en la que, después de restregarle la ayuda –preside el Comité de Apropiaciones–, cuestionó el nombramiento del general Martínez y la cúpula militar.
Dos meses antes, el señor Vivanco (Human Right Watch), publicó un informe que condenaba sumariamente al general y a la cúpula bajo el título: «Colombia. Nuevos comandantes del Ejército asociados con asesinatos». Por ahí va el agua al molino. HRW hace su tarea de deslegitimar al Ejército; los honorables senadores estadounidenses la validan y un prestigioso diario la mediatiza en el mundo.
¿Para qué deslegitimar al Ejército?: Para neutralizarlo en su lucha contra las 200.000 hectáreas de coca, con estrategias paralelas, además, como evitar la aspersión con glifosato. ¿Y por qué sabotear la lucha antinarcóticos? Porque es la maldición que nos convierte en Estado fallido; raíz de la corrupción, la violencia urbana y la lucha por los cultivos ilícitos y las rutas de la droga.
El fracaso contra el narcotráfico, más la protesta permanente –una amenaza de Petro– y el llamado «litigio estratégico», cuyo último capítulo es la arremetida contra el Ejército, es una estrategia de la izquierda con la complicidad de un «centro» ambivalente, y el apoyo de HRW, Leahy, el Foro de Sao Paulo y el Socialismo del Siglo XXI, cuya dictadura se resiste a caer en Venezuela, gracias al narcotráfico que corrompe la cúpula militar, la misma que sostiene a Maduro. Siempre el narcotráfico.
Su norte: minar la gobernabilidad de Duque y distanciar a Colombia de Estados Unidos. ¿Y a quién le interesa el fracaso del gobierno? A la izquierda, para que Petro llegue a poner las cosas «en su sitio» en 2022. Si el país no despierta, ¡que Dios nos coja confesados!