Ser uno mismo

Simón González Mesa

“Entre intentar y parecer a mí me basta con serlo.”
Lirico
Nada más – Violadores del Verso.


Una de las cuestiones más difíciles de proclamar en el estado de vida de cada uno es el entendimiento del ser, de aquello que podríamos decir “me define”, pero preferiría utilizar el término de “me conozco”. Aprender a saber quién se es o quién no se es, que se quiere y que no se quiere, es algo que se desarrolla desde que se nace hasta que se muere. Los seres humanos estamos en una constante definición de nosotros mismos.

Al parecer todas nuestras acciones, conscientes e inconscientes, van dirigidas a un descubrimiento constante de lo que se es, lo que me compone. La pregunta ¿Quién soy? Ha atormentado a la mayoría de los seres humanos, siendo más visible entre aquellas personas que se caracterizan por buscar el entendimiento o la sabiduría de las cosas y las experiencias.

Es realmente una tormenta, hablando en un sentido positivo, dar respuesta a esta pregunta, ya que implica salir de tu zona de confort y entrar en la zona de miedo, donde lo desconocido asusta, pero dando un paso de fe puedes romper con los esquemas que propone la cita inicial de esta columna de opinión, dejas de intentar, es decir, dejas la mediocridad de lado y dejas de parecer, es decir, dejas el egoísmo de lado.

Cuando se abandona la mediocridad y el egoísmo, encuentras un principio vital para la tranquilidad del hombre, el principio de la autenticidad. El ser auténtico, te permite brillar al ser único, te permite tener claras tus propias metas y los sueños en tu vida, aún más, enfocas todo ese amor propio que tienes para el beneficio de la sociedad.

Friedrich Nietzsche afirmó que el individuo se encuentra en una constante batalla para ser absorbido por la tribu o la sociedad, pero no existe mayor privilegio que ser uno mismo.

Friedrich Nietzsche afirmó que el individuo se encuentra en una constante batalla para ser absorbido por la tribu o la sociedad, pero no existe mayor privilegio que ser uno mismo. A mi parecer, lo que él quería decir es que, a pesar de nuestra constante relación con el otro, lo que más valía era palpar nuestros propios miedos y trascenderlos a nuestro yo para así vivir con dignidad en esta vida.

Cada vez que nos reflejamos en otras personas, por situaciones particulares o hechos colectivos, estamos en búsqueda de esta respuesta, en búsqueda del ser. Lo incorrecto sería que ese reflejo se vuelva nuestra concepción, es decir, que nuestro ser esté determinado por la otra persona. Acá no somos auténticos, no somos libres, somos esclavos de la autenticidad del otro.

Esto se puede denominar como un autoengaño en el proceso de reconocimiento del ser. Esta gran aventura la iniciamos, como dije antes, desde nacer y, si bien cuando somos bebés no razonamos de la misma forma que como lo hacemos cuando hemos crecido, todas nuestras acciones de supervivencia están encauzadas a definirnos como queremos hacerlo y proyectar en la realidad nuestro propósito, es decir, gozar de la acción creadora de tu propia vida.

La respuesta a esta pregunta tiene dos particularidades. Es propia de cada persona y es una respuesta cambiante. Cada persona encontrará su respuesta, su camino, su propia felicidad y tranquilidad. Pero cada respuesta, si bien conserva una base, un cimiento llamado, para mí, personalidad, va variando de acuerdo a la fluctuación del universo y de la vida. El cambio es la una virtud constante de la vida, por ello, quiero invitar a reflexionar sobre nuestras bases o nuestros sistemas de creencias, observemos si esos sistemas de creencias nos hacen daño o nos traen amor y trae amor al resto.


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Simón González Mesa

Soy abogado de la Universidad CES y soy un apasionado de la filosofía, psicología y del derecho. Me gusta ayudar a la gente con mis experiencias y conocimientos.

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