#LaOpinionDeColmenares
¿La pandemia nos cambió la vida? Nos cambió la vida y nos cambió todo. Decirlo ya no tiene ninguna novedad. Pero me quiero referir a la dinámica adquirida por la educación universitaria a partir de la pandemia, sobre todo a nivel de posgrado que es en el cual me desempeño como docente desde 1993.
En general, de un momento a otro, desde marzo del año pasado, los estudiantes y docentes universitarios nos vimos afectados por las consecuencias de la pandemia porque todos fuimos obligados a confinarnos para superar los niveles de contagio, y todo quedó reducido a los espacios de la casa.
El confinamiento llevó a las universidades a tener que adoptar decisiones urgentes para implementar los procedimientos propios de una situación de emergencia, y que permitieran continuar con el semestre para que los estudiantes no terminaran afectados en sus estudios con todas las consecuencias que eso conllevaría.
La crisis del coronavirus puso a toda la comunidad universitaria a pensar la forma de adaptarnos a un nuevo contexto de la relación enseñanza aprendizaje; sobre todo a los estudiantes y docentes que participamos en programas presenciales, porque la fuerza de las circunstancias impuso criterios de transformación que incluyeran el funcionamiento de las universidades, la forma de enseñar con el apoyo de las tecnologías de las comunicaciones, y la manera de aprender asistiendo a un aula virtual de la que muchos no habíamos participado nunca.
Empezamos a asistir a un cambio de paradigma de la educación universitaria como consecuencia de la pandemia del coronavirus COVID-19.
De tablero, marcador y algunas ayudas pasamos en un segundo a disponer de un computador, plan de datos, internet, cámara web, micrófono, Zoom, Meet, Teams, Jitsi, además de adecuar un sitio para dictar y recibir las clases.
Del comportamiento de un docente que desde hace más de 25 años camina todo el tiempo dentro del aula de clases haciendo su exposición para mantener una dinámica de atención y comprensión del estudiante, pasar a un docente sentado todo el tiempo frente a un computador que hace su exposición por intermedio de una plataforma y que no tiene la seguridad si el estudiante está atendiendo y comprendiendo, porque al otro lado tiene el micrófono y la pantalla cerrados.
A pesar de que la educación a distancia siempre ha sido menospreciada y criticada, calificada de baja calidad y considerada de estrato cero.
Conforme se pueden ver las cosas, al ritmo que vamos, en el cual una cepa del coronavirus lleva a otra cepa, parece que está lejano el momento de regresar a la educación universitaria totalmente presencial; y quizás habrá que diseñar espacios que permitan hacer combinaciones de tiempo, para distribuir sesiones de educación presencial con sesiones virtuales, es decir, diseñar un modelo híbrido adaptado a las expectativas de los estudiantes y que les resulte atractivo.
Muchos profesionales también han aprovechado la virtualidad en la que estamos para tomar la decisión de cursar el posgrado que habían aplazado, por la imposibilidad de trasladarse a las ciudades para asistir a las clases en razón a las distancias desde el sitio donde viven.
Pero hay que ser honestos.
Todos los docentes no estamos preparados para desarrollar actividades académicas en la virtualidad, y se requiere de un importante esfuerzo de las universidades mediante la capacitación de los profesores en las tecnologías necesarias para llevar a cabo la educación no presencial; y de los docentes la actitud suficiente para adquirir las destrezas necesarias que permitan compartir el conocimiento asegurando la calidad.
Con la pandemia llegó de manera inesperada la universidad virtual para quedarse y consolidarse, y se tendrá que definir si los programas serán totalmente virtuales o incluirán algunas sesiones presenciales que resulten necesarias desarrollando un sistema híbrido.
Como dicen, de las crisis es que surgen las oportunidades.
La pandemia del coronavirus nos está llevando a pensar que debemos empezar a recorrer un camino en el cual ya no será el estudiante el que vaya a la universidad, sino al contrario, que la universidad llegue a donde está el estudiante. Una universidad que estará por todas partes con sentido de ubicuidad.
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