¿Sabios contra maestros? Los fines de la educación en el olvido

 

A la memoria de Abel Rodríguez

 

Hemos decidido, como sociedad, edulcorar las más escuetas realidades con una neolengua realmente confusa y alambicada. Con nostalgia y, a veces – solo a veces-, buena intención, introducimos palabras y conceptos para nombrar algo con pomposidad innecesaria. En dos ocasiones han sido creadas las ya reconocidas e indiscutidas “Misiones de sabios”, la primera muy meritoria y con una sensibilidad especial frente a los problemas de la educación y la formación. Hoy, para no desentonar y dar un paso más “innovador”, a la última le han dado el nombre de “Misión internacional de sabios”.

Creo yo, que, sin tanta pretensión y rimbombancia, con el nombre de “comisión de expertos” o “comisión consultora” las expectativas sería menores y la posibilidad de controvertir con expertos sería mucho más fácil que siquiera pronunciar palabra ante los nombrados sabios por decreto.  En todo caso, sea como sea, se impone discutir públicamente todo lo producido por la Misión y escudriñar cada palabra, cada diagnóstico, cada propuesta y, resulta crucial, además, establecer si tras cada una de esas cosas no hay algún interés por establecer de forma unilateral un derrotero para la educación institucional en el país o el interés económico de algún grupo por obtener ganancias con el desarrollo de las estrategias propuestas.

Ahora bien, inicialmente, debemos ocuparnos de algo que a mi modo de ver ha sido relegado gracias a la forma en que concebimos, de modo muy estrecho, a la pedagogía. Si esta solo es el saber del maestro sobre la enseñanza, no es extraño que todo el debate se centre en las instituciones que forman maestros y los modos como lo hace. Sin embargo, la principal preocupación debería ser el debate de los fines de la educación. Y este debate no es ajeno ni a la formación de maestros ni a las instituciones donde son formados, pero esta vez desde el lugar de los profesores y profesoras de las facultades de Educación e Institutos de pedagogía que no debería olvidar que son productores de saber sobre la educación y la formación en sentido amplio y que deben reflexionar sobre los fines de la educación así sus problemas de investigación sean las didácticas específicas.

No podemos y no debemos, solo citar la Constitución y la Ley general de educación cuando nos interrogamos por los fines de la educación. Nuestra tarea consiste en promover constantemente el debate sobre la sociedad a la que aspiramos. Igualmente, debemos estar atentos para complejizar la reflexión sobre los modos de educar y comprender la formación hoy. Ya no hay marcos generales o metarrelatos que determinen las formas diversas de subjetivación en que los humanos nos hacemos tales. Cualquier simplificación es terrible para la construcción de una sociedad más justa y diversa. Dejar sin cuestionar frases como “formación integral” o “el tipo de ser humano que se desea formar” es tan lesivo hoy como no tener un modo adecuado de distinguir entre educación y adoctrinamiento.

Como sociedad debemos promover, por tanto, que la actual tensión entre la misión de sabios y los movimientos magisteriales desde las instituciones que los forman o las organizaciones sindicales, vaya más allá del control a los planes de formación de maestros y la investigación. Debemos propiciar el debate sobre los fines de la educación. Hemos buscado la voz del maestro en la historia de la enseñanza y, por ello, olvidamos que la lucha está en la constante reflexión crítica de los fines de la educación, pues lo que allí se discute son las aspiraciones que como sociedad y humanidad nos definen y trazan senderos por transitar.

Juan Felipe Garcés Gómez

Coordinador Regionalización. Instituto de Filosofía. Sede Carmen de Viboral. Integrante del Grupo Formaph (Formación y Antropología Pedagógica e Histórica). [email protected]

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