Ruta

Es y soy, es quizá la forma en la que al mundo vamos asumiendo, percepción. A veces somos.


¡Maravilloso!

Y me gusta como transcurren las horas de mi vista sobre los lugares que pasó y me pasan, observando rutas, pies y los matices del tiempo hechos cielo de fantásticos colores, pueblos, quebradas, mares, montañas, fantasía, gastronomía, atuendos, celebraciones, afectos, otros, miradas…

Escribir de la utopía y la nostalgia, anhelos, pasajera desolada en cuentos reales pintorescos hechos civilizaciones, quedan en mi mente muchos diálogos con esas personas que me habitan y me habitaban de algún momento donde aprendí, me aprehendieron, apreciaban. Musas del juego de la vida, donde entendí el dolor de tomarse todo muy enserio, de lo romántico del café temprano en la mañana y lo sabio del silencio.

Llegué a lugares insólitos y me arrojé por amores inciertos. Palabras, fotos y gratos recuerdos de ese tan íntimo movimiento, paisajes que en mí se hacen preguntas y estremecimientos, me traslado pero en cada kilómetro parte de mí queda desplegada, trastocada. Sobre ruedas, flotando o en aire: nacimientos. Moría entre memorias de olvido, emociones medradas. Al mudar mi corazón era otra vez arcilla en el contexto, el comunicar moldeaba, magia de los lenguajes que prudentemente subrayan.

Pequeña ante la imponencia magnífica del hombre que grandes estructuras va tejiendo y el verde que yace la vida, caminos de magia y senderos secretos. Las creaciones que de tales vistas se emanan. Cada paisaje avizora un ciclo nuevo, dinámicas sin espacio de ser comprendidas pero que me atraviesan con otras luces justo cuando las contemplo, la dignidad de su autor o autores conmueve, es percibida con el alma. Inquietud, duda y respeto.

Y sonrío, esperanza ambigua de quereres y fantasmas, maestros, pausas. Amar y hacer con eso. Bondad en quien su presencia es legado porque tras la ausencia se mantiene en lo útil, lo bello. “Hoy es siempre”, gracias.

Tal vez solo se trataba de eso. De andar cada soplo de energía, que dispersa en el cosmos, en este cuerpo tan móvil concentro y me crea; yo, de tantos mundos posibles, otros más que por el arte también recreo y honran la existencia, consciencia que es mi más pronta morada. Andares de historias, muchas, como las temperaturas que experimento sobre diversos suelos y los motivos por los que libero mis lágrimas. Las penas se van con el viento, aire fresco en la cara. Retar la frustración al avanzar, cuando todo es oscuro, la dirección es lo de menos. Paciencia que traza, templanza es la virtud de lo cierto.

De adrenalina y huir cuando se colapsa, lo que se derrumba es lo propio, las ganas. Nada y todo estuvo hecho: Ingeniería como la experiencia de la formación del planeta, necesidad de alterar para afirmar que es aquí donde estamos, transformar como apertura, liberad y pensamiento, razón que sana. Y entonces partimos, cambia. El río de Heráclito corriendo en nosotros, que también fuimos, no para.

Carreteras, ir a otros lugares para salir de la mente cuando se sitúa a sus circunstancias sometiendo la voluntad, ansiedad que controla, miedo que apaga, regar con sonrisas lugares amablemente cuidados para ti como forastera y hermana. Canales donde navega el enigma, la sorpresa, la conquista, la gallardía tras la tempestad y como en todo equipaje: los sueños, el valor guardado y la seguridad de lo que acompaña. Volar y el abrupto del vértigo, lo fácil que cambia la forma de ver los objetos y su condicionamiento según lo que creemos adecuado de acuerdo a lo que sensitivamente alcanzamos. Caminar, la calma.

Expandir el horizonte, la felicidad de abrazar la curiosidad, encontrar(se) y perder(se), del saber bonito de no saber qué tanto más. Recorrer es llegar a otra en mí y demás.

María Mercedes Frank

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