Revolucionarse a sí mismo

“Revolucionario será aquel que pueda revolucionarse a sí mismo”

Ludwig Wittgenstein

¿Cómo puede ser posible llevar la revolución a cabo, si ni siquiera la mayoría de personas puede revolucionar su propia vida? Tengo amigos que no pueden estar con la persona que aman por presión familiar, otras que no dejan a sus esposos porque no saben cómo van a sobrevivir (y eso que son profesionales), y mis ex-alumnos de la Colegiatura llevan mes y medio recibiendo clases en un pasillo, porque la U no les asigna salón, y no tienen ni idea cómo reclamar un derecho por el que están pagando 8 millones de matrícula semestral. Revolucionarse a sí mismo significa, ante todo, perder el miedo a reclamar la libertad y la justicia. Si las personas no luchan por lo que aman, o no dejan a la que las maltrata, o no se organizan para protestar por sus derechos, es porque tienen miedo y no encuentran el coraje para revolucionarse a sí mismos y mucho menos para revolucionar su contexto.

Es mentira que uno nace libre. Cada día hay que ganarse la propia libertad y eso, ante todo, es revolucionarse a sí mismo: perder el miedo para defenderse y hacer su camino. El resultado se va viendo con el tiempo, dependiendo de lo que cada cual construya. El problema es que si todos sólo nos concentramos en la propia libertad, y nadie se preocupa por el marco que nos da esa libertad individual a todos, es decir, la cosa pública, todos perdemos, porque siempre va a haber abusos de poder, si no existe control sobre quienes lo ejercen. Y somos ilusos al creer que el mismo Estado puede cumplir esa función de control sobre sí mismo. Sólo funciona en unas pocas sociedades. El resto vive en sociedades corruptas, con abusos de poder sobre la libertad individual y colectiva de muchas personas. Se requiere mucha madurez social y política para que un pueblo encuentre el coraje y la organización para rebelarse, tomar el poder y construir un estado democrático.

¿Cómo perder el miedo? Primero hay que romper la burbuja del confort personal y ser capaz de ver y entender que la vida pública es el máximo poder que se tiene como individuo, y no la vida privada, como nos ha hecho creer la modernidad (ese sistema en el que vivimos desde hace un par de siglos) y su industria de moda, lujo y entretenimiento. De esta manera, perdemos noción de nuestro propio poder y de la influencia que podríamos ejercer si de verdad tomáramos consciencia y nos empoderáramos como consumidor y ciudadano. El ejercicio democrático más importante que ejercemos no es el voto político, sino el voto económico, es decir, cada decisión de compra, pero nos cuesta poder desprendernos. Ella es la que nos da la oportunidad de decidir qué mundo queremos, pero a cambio de elegir un mundo verde y pacífico, seguimos yendo al súper a comprar comida empacada en plástico, votando por corruptos, y así alimentando la gran máquina. Si queremos la revolución, no podemos hacerla mientras le damos comida a lo que buscamos acabar. No podemos hacer la revolución mientras comemos hamburguesa en Mc Donalds.

La revolución que necesitamos es  la de cada día, de cada persona, de cada decisión de compra y consumo, de cada palabra y decisión pública, que sumadas, hacen la gran diferencia. Para que esta revolución se dé, necesitamos sumar  más personas y organizaciones y jugar todos en un solo equipo: el #EquipoColombia. Estamos en el boom de la innovación social y la economía colaborativa y hay que aprovecharlo, pues nos muestra alternativas y por ende esperanza a encontrar puntos de fuga a este sistema que nos destruye. Para hacer la revolución, podemos empezar por apoyar a esos líderes y agentes de cambio, ayudando a que dejen de ser anónimos, a través de clics de difusión. Y si queremos hacer más, podemos contribuir con su causa activamente, bien sumándonos y apoyando con trabajo y acciones, o bien aportando recursos.

Pero sólo eso no basta. Para que la revolución sea victoriosa y las cosas de verdad cambien, va a ser necesario que unos cuantos, los suficientes, estén dispuestos a salir al territorio, a llegar a todos los rincones, difundiendo el mensaje, educando a la gente, ayudándole a tomar consciencia y a cambiar. Otros más, los más fuertes y valientes, deberán salir a las calles a protestar contra los corruptos, hasta lograr que retrocedan y devuelvan el poder al pueblo. Y así, poco a poco, con la contribución de todos, lograremos revolucionar Colombia y hacer de ella un país que nos permita a casi todos tener una vida libre y justa, una vida mejor. Yo creo que es posible y pongo de mi parte. ¿Y tú? ¿Vas a jugar en el #Equipo Colombia? ¿O vas a dejar que todo siga como siempre?

*Sucedió una feliz coincidencia con Maira Duque y su columna de esta semana que también se titula “Revolucionarse a sí mismo”  lo que demuestra que somos muchos pensando en lo mismo y buscando salidas. ¡Vamos a encontrarlas!