Reindagatorio acerca del poblamiento americano, el estanco poblacional eventual y su difusión en Suramérica

Título original: Reindagatorio acerca del poblamiento americano, el estanco poblacional eventual en la sabana de Bogotá y en los valles de los ríos Magdalena y Cauca Paleo indios y su difusión en Suramérica

Estero Chinchihuapi, en donde se encontró el yacimiento arqueológico de Monte Verde, Sur Austral de Chile.

 

Material lítico del yacimiento arqueológico de Monte Verde

 


PRIMERA PARTE

Inicio del viaje sin retorno.

«¡Monte Verde!, no hay ningún lugar en el mundo que ofrezca

una ventana tan limpia para mirar al pasado»

Tom D. Dillehay, arqueólogo americano.


En el año 1976, por casualidad absoluta, unos campesinos del sur de Chile que desplazaban troncos de árboles a tira de bueyes por la ribera del estero Chinchihuapi, localidad de Monte Verde, a 30 kilómetros de la ciudad de Puerto Montt, Décima Región de Los Lagos, y a unos 1200 kms. hacia el sur de Santiago Capital, a las puertas de La Patagonia, se tocaron con diversas osamentas animales, que para la experiencia de ellos éstas no pertenecían a bestias conocidas, especialmente por sus tamaños; de tal modo, determinaron extraerlas del cieno, y por extrañeza y curiosidad guardarlas en un lugar privilegiado de su casa. Allí “durmieron por varios años”, hasta el momento que un estudiante de la Universidad Austral de Chile, de visita eventual en la residencia campestre del descubridor del hallazgo, también extrañado, le propusiera a su dueño llevar una de las piezas a la universidad para que la examinaran sus profesores. Tal fue la sorpresa para todos que la osamenta examinada correspondía a un molar de gonfoterio, un tipo de mastodonte extinto más de 15.000 años antes del presente, allá en el pleistoceno tardío.

Y lo más sorprendente que, a medida que se examinó el sitio durante varias temporadas, el yacimiento demostró con creces que se estaba en la presencia de un verdadero asentamiento humano del pleistoceno tardío: fogones, toldos de pieles animales, algas, hierbas medicinales, una huella humana, estacas con nudos ancestrales, restos de carne animal y numerosas piezas líticas.

En relación a la validez del hallazgo de Monte Verde y su relevancia científica universal, Tom D. Dillehay, arqueólogo y antropólogo, quien liderara las excavaciones de Monte Verde I, Monte Verde II y yacimiento Chinchihuapi, expresó en alguna oportunidad que «No hay ningún lugar en el mundo que ofrezca una ventana tan limpia para mirar al pasado»; no obstante, le costaría a Dillehay más de 30 años instalar en el concierto científico mundial la antigüedad del hallazgo, y poder levantar el descubrimiento de Monte Verde como el primer asentamiento humano de América, material arqueológico datado por carbono-14 y luminiscencia, entre 18.500 y 14.500 años A.P.; porque en estricto rigor, Monte Verde viene a destronar el hallazgo de las puntas de flechas Clovis (Consenso Clovis: teoría del poblamiento tardío, 11.250 al 10.600 A. de C.) por un consenso preclovis o Monte Verde, teoría del poblamiento temprano, 18.000 al 14.500 A. de C., y que por ende rompe con el  paradigma Clovis, de casi 90 décadas de reinado.

Pues bien, estimados lectores, este preámbulo que le hemos dado a la tarea que abordaremos en este artículo, fue de sumo necesario, porque nos permite establecer cercanamente una cronología espacio-temporal de la migración del hombre prehistórico americano, manteniendo la lógica de la teoría migratoria asiática o mongólica, a través de un puente terrestre eventual que se formara en el estrecho de Bering, al final del pleistoceno, y que nos permitirá fijar una hipótesis sobre el poblamiento americano, el estanco poblacional eventual en la sabana de Bogotá y en los valles de los ríos Magdalena y Cauca Paleoindios, región noroccidental de Colombia, unos 35.000 años A. del P. Esta hipótesis, seriamente razonable, viene a fortalecer el nuevo paradigma del poblamiento americano, un nuevo pensamiento articulador para concebir el poblamiento hasta el mismísimo austro patagónico.

El viaje sin retorno de los primeros pobladores de América no es una historia en estricto rigor, menos aún una ficción, es ciencia histórica, producto de una prolija búsqueda de conocimientos, documentación y trabajo empírico de muchos científicos del área arqueológica, de la antropología, de la historia, de la sociología, de las ciencias naturales, de la física y la química, en suma, de la ciencia titular y sus ciencias auxiliares.

El inicio del poblamiento americano pudo haberse llevado a cabo por los cuatro puntos cardinales. No obstante, los exámenes genéticos de última generación, aplicados a la mayoría de los pueblos originarios amerindios, los cambios geológicos experimentados en el estrecho de Bering durante el término de la última glaciación, nos dan la clara certeza que la descendencia americana proviene de un origen mongol, genéticamente del nororiente asiático; mientras,  la casi nula investigación de otras posibles rutas, las amenazas geográficas brutales de las rutas oceánicas, atlántica y  antártica y las datas Preclovis, ponen en evidencia, más que evidente, que los hombres que poblaron América cruzaron la Beringia entre los 45 mil y 30 mil años A. del P., en la era del hielo, en plena geología del pleistoceno.

Pues bien, nos interesa demostrar en rigor y consecuencia, a partir del estanco poblacional eventual en las zonas del Darién, El Chocó y el noroccidente de Antioquia, el avance de estos clanes y las vicisitudes de la progresión latitudinal de éstos hasta el extremo austral del continente. Un viaje, sin duda, de carácter épico.

Debieron haber transcurrido más de 5 milenios para que las primeras bandas arribaran al Istmo de Panamá desde la Beringia, después de salvar el “cuello de botella” que se produce en el extremo norte de América Central. Durante su estadía en el Istmo, entre los Golfos de Panamá y el Golfo de Darién, con certeza absoluta incursionaron de oeste a este y viceversa, las costas del Pacífico y del Caribe, pudiendo establecerse un tiempo para llevar a cabo actividades terrestres y marinas de exploración, adaptación al medio geográfico y relacional con otras bandas en la construcción de pequeñas aldeas de permanencia y subsistencia. A esta altura del tiempo de viaje sin retorno, la amalgama de singulares culturas, el cambio generacional, el alejamiento de la paternidad ancestral asiática, fueron imponiendo una singular cultura de dependencia a las nuevas circunstancias.

Víctor Henríquez Bustamante

Profesor de Estado en Castellano y Filosofía

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