Reflexiones sobre el paro nacional #28A

Hay que resaltar que hace mucho tiempo no era concebible ver tantos sectores de la sociedad colombiana representados en una iniciativa. Pero no crean que es el inicio de un levantamiento popular, ni de un cambio en el sistema político, mucho menos una gran reforma nacional. Les diré por qué


Hay que resaltar que hace mucho tiempo no era concebible ver tantos sectores de la sociedad colombiana representados en una iniciativa: Erradicar el agresivo proyecto de reforma tributaria. Pero no crean que es el inicio de un levantamiento popular, ni de un cambio en el sistema político, mucho menos una gran reforma nacional. Les diré por qué:

Lo primero a resaltar es el carácter egoísta y ramplón del colombiano, el mismo que tuvo que ver tocado su bolsillo para legitimar la protesta. No bastó con la masacre social, las advertencias de la ONU, ni el despojo de tierras. Tampoco fue suficiente con que el gobierno nos arrebatara la oportunidad de la paz y que ande incitando a la guerra con nuestros vecinos, o que se gaste millonadas en contratos asignados a dedo y con objetos contractuales a todas luces innecesarios. No, el colombiano necesita ver el IVA tocándole en la puerta de la casa para que, ahí sí, pasemos todos de “vagos y vándalos” a “pueblo protestante e indignado”. Por eso Carrasquilla piensa que los huevos del colombiano valen 1.800. Yo creo que desde que no se los toquen demasiado, valen mucho menos.

Lo segundo tiene que ver con lo anterior. Si todo sigue el curso histórico habitual, en los próximos días veremos a cada gremio protestando por lo suyo; estudiantes por la educación, transportadores por la gasolina, funerarias por su respectivo IVA y un largo etcétera después. Entonces, cada sector estará buscando cómo llegar a un acuerdo con el gobierno para verse menos afectado, alguno hasta se beneficiará. Luego de eso, la protesta se irá disipando, tal y como pasó en la pasada reforma tributaria, la mal llamada “Ley de Crecimiento Económico”. Conclusión, como aquí cada quien tira para su lado, todos protestan por lo suyo, no hay un mensaje claro y el que protesta por todo, al final no protesta por nada.

Lo último tiene que ver con el vandalismo, con la destrucción de cámaras de fotomulta, el robo y el saqueo. Como no hay un objetivo claro y de fondo, ni una vocación de poder en este pueblo sumiso, cada uno desfoga su indignación y su gaminería en lo primero que ve a la mano. Así como ocurrió en el Bogotazo, cuando el pueblo fue una verdadera opción de poder, a la revolución la mató el trago y el saqueo. Hoy, con la mayoría del país volcada a las calles, esa mayoría va a contentarse con hacer la bulla, tomarse la foto y subirla a internet. En unos meses todo será igual. Los daños van a ser arreglados y al gobierno poco le habrá importado, porque si destruyen un bus, si queman una cámara o paralizan el tráfico, ellos lo ven de lejitos, por televisión, sin sentir el hedor de la rabia popular. Que además es una rabia pasajera que se olvida con un televisor nuevo y un subsidio, en el más patético de los casos; con un par de likes.

Esta reforma tributaria se va a caer, pero no será el único intento que harán desde el gobierno para financiar su derroche y los que vienen serán peores, puesto que saben bien que, si la reforma no se logra, no es por los efectos del Paro Nacional, sino más bien porque el año de elecciones se avecina y el Congreso de la República, que es un Comité de representación feudal, no quiere arriesgar su salario de más de 30 millones. Ya veremos qué hacen cuando pasen las elecciones y vuelvan a ser elegidos, porque lo más seguro es que vuelvan a ser elegidos porque el colombiano vota por alguien que lo representa: un gobierno y un congreso ramplón, mediocre y ventajoso, como él mismo.

Cuando eso cambie y juro que es lo que más quiero, las marchas tendrán objetivos claros, planificación con fondos que permitan su prolongación, las piedras caerán en las casas del poder, donde deben caer, los edificios del poder serán tomados y sus titulares acorralados y expulsados en nombre del buen gobierno. El pueblo será una verdadera opción de poder y los gremios, que serán incorruptibles, se agruparán alrededor de un proyecto nacional, como hicieron los franceses en 1789, los rusos en 1917, los estadounidenses en 1776 o los alemanes en 1989, lamentablemente escribo sobre Colombia en el 2021. De todos modos, sigamos marchando, al fin y al cabo, mientras sigamos en las calles habrá esperanza de que algo transformador se geste y el país cambie. Me despido con lo siguiente, aunque no sea el tema de esta columna: “Viva el paro nacional y muera la reforma tributaria.”

 

 

Foto: InfoBae

Juan Camilo Osorio Taborda

Estudiante de Derecho Universidad de Medellín. Escritor amateur. Conferencista ocasional.

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