Recuperar la democracia

Recuperar la democracia no significa entonces elegir un nuevo mesías para los millones de ciudadanos y la burocracia representativa, sino potenciar o construir todas aquellas prácticas e instituciones que permitan vivir la democracia en el día a día y no un domingo cada 4 años.


El ambiente político que se viene viviendo en los últimos meses, tal vez años, es profundamente mesiánico: en la opinión pública se posicionan personajes y candidatos como los grandes salvadores del destino sociopolítico de los territorios. Es realmente interesante la forma en que, en pleno siglo XXI, se tiene una perspectiva monárquica o imperial de los gobernantes como salvadores del destino social.

Esta dependencia de millones y millones de personas hacia las decisiones y acciones de una sola cabeza me parece no solo sumamente anacrónica para los tiempos en que vivimos sino, especial y lamentablemente, profundamente antidemocrática. El gobierno del pueblo y los valores democráticos han terminado por ser cooptados y reprimidos por una institucionalidad burocrática que limita la democracia a un ocasional voto cada 4 años.

Esta preocupante situación de las democracias representativas no sería de extrañar cuando analizamos el alcance que se está esperando este tipo de institución. La democracia griega, gran referente e inspiración para nuestras democracias modernas, consistía en poblaciones usualmente de 10.000 o 20.000 habitantes; el caso de mayor envergadura habría sido el territorio ateniense, que consistía en unos 300.000 habitantes, pero recordando que los ciudadanos habilitados para participar eran solo los hombres libres, la democracia consistía en unos 30.000 ciudadanos. Hoy en nuestro país, la Registraduría presenta un censo electoral de más de 39 millones de colombianos habilitados para votar. Las dimensiones hablan por sí solas.

Las magnitudes que alcanzan nuestras democracias hacen pensar que no hablamos realmente de un gobierno democrático del pueblo sino más bien en una gigantesca burocracia representativa, la cual ha enajenado el ejercicio de gobierno de los ciudadanos. Recuperar la democracia implicaría poner esta estructura de cabeza, y que el destino político de nuestras sociedades no dependa o provenga de una sola persona, sino que provenga directamente cada vez más de los mismos ciudadanos.

Para hacer esto habría que pensar en una democracia no de arriba hacia abajo, no tan vertical, de gobernantes o representantes que gobiernan a un pueblo, sino de un pueblo que toma directamente muchas más decisiones de manera horizontal y directa. Esto implicaría acercar la toma de decisiones al ciudadano de a pie. Prácticas o ejercicios como la votación del presupuesto participativo, los ediles, las Juntas de Acción Local (JAL) o Juntas de Acción Comunal (JAC), son ejemplos de cómo es posible hacer democracia dentro de las comunidades más cercanas al ciudadano; democracia en las comunas, en los barrios y en todos aquellos espacios comunitarios en los que participamos como ciudadanos y podríamos contar con la posibilidad de decisión.

El problema actual de estas formas y prácticas de democracia comunitaria y directa es su alcance. Realmente este tipo de instituciones no cuentan con los recursos o capacidades para tomar grandes decisiones y proponer cambios, y el poder continúa entonces sumamente concentrado en un actor centralizado. Institucionalmente los ciudadanos nos vemos actualmente sumamente limitados en cuanto a las oportunidades de una democracia participativa directa, en la cual no se requieran de intermediarios representantes que tomen las decisiones por nosotros.

Adicionalmente, la posibilidad de tomar decisiones de mayor relevancia con relación a recursos, normativas, políticas y proyectos abre además la posibilidad de una mayor control y veeduría por parte de los ciudadanos. Es muy diferente cuando los recursos de una nación son manejados en escenarios completamente lejanos y ajenos a los ciudadanos, que si las personas tienen una mayor capacidad de decidir sobre estos recursos, su destinación y ejecución. Acercar la democracia a los ciudadanos también implica acercar las posibilidades de veeduría sobre los recursos sociales.

Tal vez sería mucho más nutritivo un debate que pregunte y proponga por formas en que podamos ejercer una democracia mucho más directa, cercana y horizontal, en lugar de buscar monarca que estarán cargo de la burocracia representativa, la cual es cada vez más lejana a las personas, y que ha logrado demostrar con los años que no termina favoreciendo a los intereses de la población y los más vulnerables. Recuperar la democracia no significa entonces elegir un nuevo mesías para los millones de ciudadanos, sino potenciar o construir todas aquellas prácticas e instituciones que permitan vivir la democracia en el día a día y no un domingo cada 4 años.

Es muy importante recordar que nuestras instituciones no han existido eternamente ni lo harán en el futuro. Las transformaciones de nuestra democracia dependen de cada generación y su voluntad de cambio. Ojalá entonces estos cambios que buscamos como sociedad no impliquen simplemente rostros nuevos de la burocracia, sino nuevas formas de pensamiento y de acción, nuevas formas de concebir la democracia, mucho más afín a las personas y que promueva la justicia social, en lugar de la democracia cooptada en que vivimos, tan fría y lejana a sus ciudadanos.

Finalmente, en línea con este horizonte de posibilidades del futuro, y en contra de la esterilidad imaginativa de nuestros tiempos, quería tan solo dejar planteada la pregunta por una democracia en el futuro, directamente ligada con las posibilidades que ha venido ofreciendo la tecnología. Una posibilidad que nos ha entregado el desarrollo tecnológico es la eliminación de intermediarios: ahora los usuarios pueden acceder directamente a los bienes y servicios que necesitan, sin requerir intermediación alguna. Tal vez la próxima gran innovación de la democracia -en un futuro algo lejano- venga de la mano de la tecnología y la posibilidad de eliminar representantes; finalmente la representatividad fue creada con un objetivo de practicidad, el cual la tecnología sea capaz de reemplazar en un futuro. Pero ¿qué tal sería la posibilidad de que mediante un click decidamos sobre un proyecto de ley, sobre una política pública o la destinación de ciertos recursos? La tecnología podría brindar la posibilidad de elegir de primera mano, de soñar con una democracia directa.

Tal vez en un futuro no muy cercano asistamos al fin de los representantes políticos, y a través de diferentes medios, sean tecnológicos o de otra naturaleza, podamos tener la democracia, nuevamente, en nuestras manos.

Juan David Montoya Espinosa

Economista y politólogo de la ciudad de Medellín, interesado por los temas sociales alrededor de la justicia, la desigualdad y la subjetividad capitalista; consciente del compromiso social que tengo, no solo por mi formación en las ciencias humanas, sino como ser humano que se construye y proyecta en la sociedad.

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