Radiografía de una factible redención venezolana

Maduro es un dictador, y como tal, no puede ser reconocido como dirigente legítimo de un Estado por ninguna democracia. Por esto celebro la posesión de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. ¿Pero cómo llegó a esto Venezuela? Hagamos un pequeño recuento:

Desde 1999, cuando Chávez llega al poder, se instauró un sistema político que, aunque autoritario, no era dictatorial. Además, aunque en un primer momento no, con el tiempo se llenó de legitimidad y le permitió a Venezuela tener una prosperidad económica, que hoy se sabe, fue efímera.

Luego, en el 2013, llega Maduro a la presidencia como resultado de un proceso electoral adelantado por la muerte de Chávez. Hay que recordar que Maduro no llegó por mérito propio, fue, colombianizando el asunto, “el que dijo Chávez”. Esto prueba los peligros de que una persona, y no el pueblo autónomamente, decidan sus presidentes.

Para ese momento, 2013, la economía de Venezuela ya no estaba en su auge, y empezaba a sufrir una crisis que se intensificó con la decisión de imprimir dinero. Esto trajo como consecuencia más inflación y, consecuentemente, la impresión de más dinero. Esta medida, como muchos economistas lo han enunciado ya, causa inflación. En el caso venezolano este indicador llegó a niveles absurdos.

Como consecuencia de la crisis económica, se genera una crisis social. Los delincuentes se toman las calles, no hay comida, el mercado negro se expande y acapara todo e, inevitablemente, hasta las autoridades se corrompen. La situación es incontrolable para alguien a quien le faltan las influencias y el carisma de Chávez. Las capacidades de Maduro se expresan en cobardes ataques a la población civil, muchos protagonizados por otros civiles denominados “los colectivos”, que son bandas armadas por el gobierno. Este es aún un régimen democrático, pero con tintes dictatoriales.

En el 2016 la oposición busca la posibilidad de hacer un referendo para dar por terminado el periodo de Maduro y adelantar las elecciones. Sin embargo, el 21 de octubre de ese año el Consejo Nacional Electoral, organismo cooptado por el gobierno, niega la posibilidad del referendo. Es en este mismo año cuando se elige la nueva Asamblea Nacional, de mayoría opositora, el Tribunal Supremo de Venezuela le quita sus competencias y, acto seguido, Maduro convoca una constituyente. De este modo se prepara el pecado.

Este pecado se consuma, y Maduro se convierte en dictatorial, en el momento en que toma posesión la Asamblea Constituyente el 4 de agosto del 2017. En ese momento el ejecutivo, que ya había suplantado a la rama judicial, suplanta el legislativo (muy a la manera de Laureano Gómez en 1952).

Todo esto sin mencionar el exterminio de la libertad de prensa y la sistemática toma de presos políticos.

Las elecciones del año pasado dieron otra vez como ganador a Maduro, pero con un evidente fraude usando la, tan colombiana, maquinaria. Con esta, ofrecieron bonos y mercados, para comprar votos y usando como medio de manipulación (al elector) el “carné de la patria”.

Pero entonces se ve la luz, y no es un tren. El 5 de enero de este año, conforme a la ley venezolana, toma posesión el nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó. Quien, previo anuncio, asumió como presidente interino de manera legal y legítima. Lo primero por los artículos 333 y 350 de la constitución de Venezuela hecha por Chávez. ¡Oh, ironía! la constitución que hizo Chávez para mantenerse en el poder, le quita el mismo poder a su sucesor.

Guaidó tiene la legitimidad que no tiene Maduro, pues, por un lado, la única institución democráticamente electa en Venezuela a sido la Asamblea Nacional y siendo él, el dirigente de ésta, es el líder (y representante) político más legítimo del Estado Venezolano. Por otro lado, el pueblo venezolano se ha manifestado a favor del nuevo presidente interino tanto en Venezuela como en otros países, ha habido protestas y clamor popular. Así mismo, ha recibido el reconocimiento de gran parte de los países democráticos del mundo.

Las revoluciones se acaban, unas de manera abrupta otras con una transición. Espero que la revolución bolivariana acabe del segundo modo. Es innegable lo mucho que Chávez hizo por Venezuela, pero hay un desencanto de su persona, ejemplo de eso es la estatua quemada. Es hora de que llegue la transición a la democracia al país hermano.

Camilo Andrés Delgado Gómez

Politólogo en formación en la Universidad Nacional de Colombia. Lector crítico de la dinámica política y la historia, dos cosas que en este país siempre se olvidan. Como Keynes, cuando los hechos cambian, cambio de ideas, ¿qué hace usted, señor?