Como un niño jugando al balancín en un parque de diversiones, así pareciera ser el comportamiento de los seres Humanos; en un instante súbitamente se pasa de estar abajo en una posición incómoda, tocando el suelo, a en un segundo poder divisar todo desde las alturas exhibiendo su halo de superioridad; y así, nuevamente, un segundo después, se está abajo en un loop que se hace interminable, uno del que los hombres pareciesen no aprender mucho de lo que representa vivir en abundancia y en escasez.
Cíclica, así han enseñado las leyes naturales que se desenvuelve la vida, incluso en momentos en los que ya se hace palpable el mal uso que el hombre ha hecho de lo natural y de todo aquello que se le ha puesto en frente de sus ojos; a largos periodos de lluvia, advienen siempre periodos prolongados de sequía, momentos de escasez que cada tanto ponen frente a frente a la Humanidad con su irracionalidad y su pobre lectura de todo aquello que pasa a su alrededor, pues la cuestión no se queda en el fenómeno que pasa con el agua, aplica para casi todo aquello que hace el hombre: las finanzas, la salud… para plantear dos conceptos tangibles, o para la felicidad y la libertad, conceptos más etéreos pero que poco suele hacer consciente cuando se tiene y que aflora de forma rebelde cuando no se tienen.
Racionalizar en abundancia, pareciera ser una invitación absurda ¿quién puede racionalizar en la escasez?, pues… El hombre, sí y aunque esta respuesta resulte odiosa, ese suele ser el comportamiento desesperado con el que el hombre tiende palear sus momentos de carencia, medidas que generalmente terminan complicando más las cosas, pues todo aquello que no es preventivo, sino que forzadamente tiene que recurrir a lo correctivo, termina trayendo consigo consecuencia, unas generalmente no deseadas.
Ser conscientes de todo aquello que atañe a los hombres pareciera ser una acción cada vez más complicada y que lo supera cada vez más, ¿serán muchas cosas juntas las que se tienen para procesar? ¿será la velocidad con que se exige hacerlas? ¿será la presión de una sociedad que exige mayor productividad con alta innovación? o ¿será que simplemente el hombre se conformó con ir montado en un bus?, uno que solo en el mejor caso quien lo conduce sabe para dónde va, reflexionar un asunto pendiente que tienen los hombres, esos que derrochan euforia en los momentos de abundancia, esos que lloran y entran en crisis cuando afloran las carencias.
Dar significado a la palabra prudencia, esa justa medida en las que las cosas funcionan sin tener que recurrir a artilugios o tretas; esa balanza que no desafora ni se va totalmente para ninguno los extremos, pareciera una invitación aristotélica desatendida, lastima, pues ha llevado a la Humanidad a un lugar oscuro.
No obstante, y pese a todo esto, existe una buena noticia, pues aún tenemos el poder de tomar decisiones, buenas decisiones, pues somos Aún Humanos.
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