Hace al menos una década que escuché por primera vez aquello de la “zona de confort”, y desde entonces que he sido invitado a salir de ella innumerables veces bajo la profecía de un futuro mejor si lo hacía, casi como un paso necesario a seguir en la toma de decisiones para alcanzar el éxito personal, académico y profesional.
La presión para salir de la zona de confort parece haberse convertido en una especie de mantra moderno, promocionándola como una cárcel autoimpuesta, un lugar donde languidecemos en la mediocridad y palidece nuestro crecimiento personal. Desde los “gurús” del desarrollo personal en las redes sociales hasta los círculos familiares más cercanos se nos dice constantemente que la búsqueda de ese crecimiento personal debe estar condicionada a abandonar nuestro presente, porque según éstos, ese es el verdadero camino al éxito y la felicidad. ¿Y qué pasa si lo desconocido no nos hace falta? ¿Y si, por el contrario, encontramos seguridad, satisfacción y felicidad en nuestra zona de confort? ¿O será que lo que nos molesta es ver al otro en su comodidad?
Estas narrativas de autosuperación, además de ser una persecución antes que un soporte, guardan también un monstruo silencioso, y es que el discurso reduccionista del camino al éxito y la presión colectiva sobre lo fácil que resulta superarse cuando sales de aquel confortable y oscuro rincón tienen impacto directo sobre nuestra salud. En 2023 el Ministerio de Salud reveló que el 66,3% de los colombianos han enfrentado algún problema de salud mental, alcanzando un máximo del 75,4% en mujeres jóvenes. La situación se agrava cuando el estudio identifica al hogar como el espacio de mayor deterioro de la salud mental, ¿no es justamente el hogar la base del crecimiento personal, el lugar de las conversaciones íntimas, de los planes y de los deseos de éxito?
El 50% de las personas asegura que para estar sano es necesario “salir adelante”. Para esto, la persona debe, en el contexto colombiano, alcanzar la seguridad económica, cumplir las expectativas sociales de progreso, y superar las condiciones socioeconómicas de partida. En síntesis, está como difícil si quiera encontrar la zona de confort, ¿no?
La realidad es que la zona de confort no es necesariamente un lugar de estancamiento, sino que por el contrario, puede ser un lugar de enorme crecimiento en torno a esa tranquilidad que provee un lugar confortable, unas necesidades satisfechas, unas relaciones intra e interpersonales sanas, un espacio de seguridad en donde nuestras habilidades y conocimientos son familiares y donde podemos descansar de las tensiones y desafíos del mundo exterior. Y eso está bien. Está bien encontrarnos exitosos y felices en la estabilidad y la tranquilidad.
Vale la pena pensar en que tomar decisiones radicales o impulsivas no garantiza el éxito o la felicidad, sino que más bien un proceso azaroso de dar un paso en falso esperando llenar algún vacío personal o social. Respetemos las elecciones individuales y reconozcamos que el crecimiento no es lineal. A veces, el verdadero éxito viene de encontrar paz y satisfacción en donde estamos y queremos estar, en lugar de buscar constantemente algo más allá de nosotros mismos. Y esto no significa que no puede existir un equilibrio entre la seguridad y la aventura, ni mucho menos que la comodidad limita al crecimiento.
La mayoría de las personas pasamos toda nuestra vida buscando, conscientes o no, una zona de confort, y muchas nunca lo logran, entonces si la complejidad y carácter dinámico de la vida hace tan difícil encontrar un lugar confortable, ¿por qué no se entiende como un gran éxito de vida el encontrar una zona de confort?
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