¿Qué vamos a hacer?

“En lo que pones tu mirada, eso se expande”

¿Qué vamos hacer? En estos días muchos se preguntan: ¿y ahora qué?, ha venido un  tiempo de profunda incertidumbre para los hombres, se ha sumergido la sociedad en un temor que ha alcanzado a más personas que el propio Covid-19 y lo que arrastró con él.

Miradas perdidas en medio de los barrotes de las ventanas, ancianos con los recuerdos en sus manos anhelando la visita de sus nietos inquietos pero queridos, los hijos que llevan la excusa de un pan caliente a la casa de sus padres para abrazarlos, el parque del barrio ya no disfruta de los niños colgados en el pasamanos y saltando hacia el tobogán que aterriza en la arena, ¿Qué vamos hacer?

En los hospitales  las camillas no dan rastros de Covid tanto como si de desesperanza, desánimo y tristeza, preguntándose, ¿Qué vamos hacer?

De los que esperamos ayuda no llegaron, las instituciones fracasaron, los gobiernos se desmoronan  fiscalmente y la economía llegó al filo de su caída. ¿Qué vamos hacer?

El hombre se alimentó de tanto temor  bien redactado a través de los noticieros y las plataformas, que engordó en angustia y desespero.

Pero aun en medio de todo esto de un momento a otro, la familia lejana de repente ya no lo es, la esposa que no conocía a su pareja porque era un hombre “muy ocupado”, ahora está con ella limpiando los niños y ayudándolos a educar, la empresa redujo presupuesto y se lanzó con un departamento creativo y de innovación,  y al que empleaba lo envió a su casa con menos sueldo por supuesto, pero con más oportunidades para reinventarse.

Por eso hoy, es más que nunca urgente decir a la sociedad, a los hermanos, a los amigos y compañeros. “en lo que pones tu mirada, eso se expande”

¿En qué pones tu atención? Y aclaro que no trato de negar la realidad; es claro que estamos viviendo una emergencia sanitaria (con muchas inconsistencias aclaro),  pero, ¿a qué le temes?  Muchos se ocultaron tras la prudencia para evitar la acción y el llamado, tan hipócritas llegamos a decir que cuidamos a los de afuera quedándonos en casa, pero  destruimos  a los de adentro, peor aún, nos desintegramos nosotros mismos por este temor.

No sé quién financiará esta campaña de miedo y terror, pero si hoy me permites, quiero contarte la historia de un viejo anciano y hombre de Dios  y su criado hace un par de miles de años atrás que me dejó una nueva luz sobre cómo debo enfrentar hoy este tiempo.

En el segundo libro de  Reyes capítulo 6 nos cuenta la siguiente historia, cuando un pueblo estaba encerrado y oprimido, dos hombres en su casa vivieron así: una noche, el rey de Aram envió un gran ejército con muchos caballos y carros de guerra para rodear la ciudad.  Al día siguiente, cuando el sirviente del hombre de Dios se levantó temprano y salió, había tropas, caballos y carros de guerra por todos lados. —¡Oh señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó el joven a Eliseo.(el anciano)  —¡No tengas miedo! —le dijo Eliseo—. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos!

Entonces Eliseo oró: «Oh Señor, ¡abre los ojos de este joven para que vea!». Así que el Señor abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego. Cuando el ejército arameo avanzó hacia él, Eliseo rogó: «Oh Señor, haz que ellos queden ciegos». Entonces el Señor los hirió con ceguera, tal como Eliseo había pedido.

Hay dos realidades que existen, la física que son las circunstancias que ves en tu limitada humanidad, pero hay una con mayor influencia y superioridad, que es la espiritual,

Familias, naciones y pueblo de toda lengua, tenemos un Dios grande, él no nos ha abandonado;  no permitirá que su pueblo quede avergonzado. Es el tiempo… Es nuestro tiempo

Alvaro Jorge Acosta Peña

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