Los altos índices de contagio y de muertes por causa del COVID-19, en las últimas semanas, es motivo de mucha preocupación para quienes están en la primera línea de atención a la pandemia.
A esta fecha, la reactivación económica, segura, como la ha presentado el Gobierno Nacional, a través del Ministerio de Salud y Protección Social, es ya un hecho y casi todas las actividades económicas se han reanudado.
Sin embargo, la ocupación de UCI no cede y la mortalidad va en ascenso, según los estimativos del sistema de salud.
Colombia se ubica entre los primeros 10 países del mundo más afectados por el coronavirus, según datos de la Universidad de Johns Hopkins. Mientras que en la jornada de vacunación, que se inició el 17 de febrero, al día de hoy se calcula que han aplicado un poco más de 10 millones de biológicos.
Si bien es cierto que estamos cansados del encierro, que los índices de desempleo son muy altos, que las empresas medianas, pequeñas y familiares ya no soportan más cierres, porque muchas ya están en la bancarrota y otras están en camino a la quiebra, también es cierto que la celeridad en la vacunación no ha sido la esperada.
Contrario a muchos de los países europeos, que hacen parte de los más afectados en el mundo, allí se mantuvieron los cierres del comercio hasta tanto no se logró contar con un número significativo de personas vacunadas. Por eso la reducción del contagio en esos países ha sido evidente. Mientras que en Colombia se inició el proceso de inmunidad, a la par con la apertura, lo que dejó en el ambiente la percepción de que con la llegada de la vacuna la pandemia llegaba a su fin. Una percepción que hoy se enfrenta a una cruda realidad.
En un país como el nuestro, donde se ha resentido de manera dramática la economía, es comprensible la urgencia de regresar a la normalidad, sin embargo, sigo haciendo un llamado al estricto cumplimiento de las medidas de bioseguridad, no solo por el ciudadano de a pie, sino el empresariado, el sector público, los comerciantes, las instituciones educativas y las universitarias, entre otras.
El Gobierno Nacional tiene la responsabilidad de ofrecerle a los más desfavorecidos y a quienes lo han perdido todo, las posibilidades de superar esta crisis. La renta básica sigue siendo una opción qué, utilizada como en otros países del primer mundo, aportaría al mejoramiento de la calidad de vida de los más vulnerables. Al igual que la celeridad en la vacunación.
Esta crisis la vamos a superar, tanto la económica como la de la salud, pero se requiere del compromiso de la ciudadanía y de los gobiernos nacional, departamental y local, para lograr intervenir esta situación que de a poco nos está ubicando entre los países que más mal están manejado la pandemia en este 2021.
En sociedades como la nuestra, donde la desigualdad prima, se necesita generar mayor legitimidad y confianza por parte de los dirigentes, para que la gente crea y actúe en consecuencia.
¡Que la reactivación económica no ponga en juego la vida!
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