Protesta social en Colombia. De la masacre de las bananeras a hoy

Pero el reto más grande es quien está en la calle, una generación vacunada contra el miedo a la muerte, altiva y rebelde, sumamente informada y formada; una generación hija de los falsos positivos, hija de las filas en las EPS y del Diclofenaco y Acetaminofén, hija de los paseos de la muerte; una generación condenada a la guerra, que debe elegir entre trabajar o estudiar, que se gradúa de la universidad empeñada con el Estado o con los bancos privados.


Luego de la victoria bolchevique en la Revolución Rusa, las ideas socialistas se expanden por el mundo y Colombia no es la excepción, es así como se funda el Partido Socialista en 1919. Este hecho escandalizó al partido conservador e inquietó las toldas liberales, lo que motivó la unión de fuerzas bipartidistas para frenar el avance bolchevique. La difícil situación social del país coincidió con la presidencia de Miguel Abadía Méndez, cuyo régimen se caracterizó por el autoritarismo. Con aquellas nuevas ideas, los sindicatos comenzaron a alzar su voz de protesta, entre ellos, los trabajadores de la United Fruit Company, quienes iniciaron una huelga en 1928, la cual sería reprimida violentamente por el ejército colombiano, dejando un sinnúmero de muertos.

La Masacre de las Bananeras y la impunidad que la rodeaban, además del descontento social, motivaron a que los estudiantes organizaran una protesta en Bogotá los días 7 y 8 de junio de 1929, la misma que fue reprimida con disparos policiales y acabando con la vida del estudiante de Derecho Gonzalo Bravo Pérez. Cada año era conmemorada esta fecha con una peregrinación al Cementerio Central y de regreso a la universidad, pero el 8 de junio de 1954, estando ya en la ciudad universitaria, una patrulla de la policía quiso sacar a los estudiantes y al no tener respuesta de estos descargaron sus armas, causando la muerte al estudiante de medicina y filosofía Uriel Gutiérrez.

La muerte de Gutiérrez generó una nueva protesta el 9 de junio, ese día más de diez mil universitarios de la Nacional, la Libre, del Rosario, la Javeriana, el Externado, marcharon hasta el centro de Bogotá. Mientras esto sucedía, se tomaba una trascendental decisión: enviar a la manifestación al entonces capitán Álvaro Valencia Tovar y al batallón Miguel Antonio Caro (MAC), compuesto por bachilleres, o enviar al Batallón Colombia, recién llegado de Corea y “enseñados a echar bala” como se decía en la calle. Fue este último el elegido y se apostó en la Calle 13 esperando a los estudiantes, quienes al verlos se sentaron con sus pañuelos blancos, los cuales serían teñidos de sangre tras las ráfagas de los fusiles.; como resultado quedaron 13 estudiantes muertos, más de cien heridos y decenas de retenidos. La explicación oficial que dio el general Paris, entonces Ministro de Justicia, fue que él vio que desde una casa contigua al hecho “salió un disparo” y motivó la masacre, mientras Rojas Pinilla culpó del hecho a una conspiración tramada entre comunistas y seguidores de Laureano Gómez, presidente que había sido derrocado por Gustavo Rojas Pinilla un año antes por la extrema violencia que había generado su gobierno conservador contra liberales.

Antes de estos eventos, las manifestaciones habían tenido una tregua en la presidencia de Alfonso López Pumarejo tras la promulgación de la Ley 6ª durante su segundo mandato (1945), ésta legalizaba los sindicatos y reivindicaba el derecho a la protesta. Pero las protestas manifestaciones regresarían en la década del 70, primero con el fraude electoral del frente Nacional y la elección de Misael Pastrana Borrero y luego en 1977 con el Gran paro Cívico Nacional en la presidencia de Alfonso López Michelsen, originado por medidas que buscaban palear el déficit económico que había generado una profunda crisis en la clase trabajadora, algo así como una Reforma Tributaria.

Según el CINEP, en Colombia se han realizado más de 25 mil protestas desde el 70 hasta hoy, preciso cuando se ajustan 19 días continuos de protesta social, hecho sin precedente alguno. Las calles evidencian el rigor de la confrontación con imágenes que parecieran una guerra. Esta vez no hay líderes, es el pueblo el que está en las calles, manifestaciones espontáneas de ciudadanos de todos los sectores políticos y sociales, académicos, intelectuales, obreros, trabajadores, empresarios, comerciantes, camioneros, etc. Es ese uno de los retos del gobierno, ir a la calle a negociar con el pueblo, tal vez por primera vez en la historia. Pero el reto más grande es quien está en la calle, una generación vacunada contra el miedo a la muerte, altiva y rebelde, sumamente informada y formada; una generación hija de los falsos positivos, hija de las filas en las EPS y del Diclofenaco y Acetaminofén, hija de los paseos de la muerte; una generación condenada a la guerra, que debe elegir entre trabajar o estudiar, que se gradúa de la universidad empeñada con el Estado o con los bancos privados.

Esta generación que hoy marcha le perdió el miedo a casi todo, porque nacieron en un país en donde a cualquiera lo matan por nada y lo visten con camuflado y botas al revés para mostrar resultados en una guerra sin sentido. Está generación perdió el miedo a que una granada le arranque los ojos porque nacieron en un país donde los medios desinforman, ocultan la verdad y vendan los ojos a la sociedad. Esta generación que hoy marcha y protesta, tiene como único miedo el futuro incierto y por derrotar ese miedo siguen resistiendo. No sé ustedes, en lo personal, coincidir con esta generación me da una enorme tranquilidad, tranquilidad de saber que serán estos jóvenes los maestros y maestras de mi hija de seis años, que serán ellos y ellas los jefes de mi hija cuando se haga profesional, pero sobre todo, serán estos jóvenes que hoy resisten, quienes gobiernen y hagan las leyes que regirán los destinos de un país que, después de esto, seguro será mucho mejor para mi hija y esas futuras generaciones.

Diego Ibarra Piedrahita

Soy historiador, egresado de la UdeA, Magíster en Conflicto y Paz de la UdeM, me he dedicado los últimos 12 años a la función pública, en donde he sido Asesor de Control Interno, Secretario de Salud encargado, capacitador en el programa de Paz y reconciliación de la Alcaldía de Medellín y Coordinador de Alto Gobierno de la Escuela Superior de Administración Pública, Antioquia-Chocó.
Muchas gracias

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