Primera legislatura y un balance desde el gobierno

A Petro le han salido mal las cuentas. Y no podía ser de otra manera. Ha cometido una cadena sucesiva de errores que hoy evidencian un desgaste que ni el mejor baño de masas puede desconocer. Es impensable hacer una nueva política si sus aliados son los políticos de siempre; los reencauchados que a cambio de poder entregan hasta el hígado. No puede generar confianza alguien que habla de cambio y se guarda en la intimidad con los maestros del oportunismo. Los que han mutado sin descaro de una bandera a otra a cambio de dádivas, protagonismo y poder.

Es impensable hacer una nueva política con una lista en el Congreso tan disoluta, inexperta, carente de carisma, de creatividad e ideas. Los enemigos más letales de Petro en el Congreso no están en la oposición. Están en su partido. Han sido ellos los que lo han dejado tirado en debates clave de su gestión.

Haber llegado con una lista cerrada puso a los poderes locales a enfilar unos desconocidos a quienes les ha quedado grande el libreto. Los escándalos, la ineptitud y las actuaciones extrapolíticas han debilitado la moral de la izquierda que despilfarra la oportunidad de oro para gobernar en un País de derecha.

Es cierto que Colombia necesita cambios estructurales. Es cierto que la mercantilización de los derechos fundamentales en manos de actores privados ha trazado una barrera infranqueable de extrema inequidad. Pero su vanidad es tan grande como sus ganas de cambio.

En esencia, las reformas son necesarias, pero no mediante imposición. Hay voces de actores muy sensatas y expertas a quienes el Presidente ha desgajado porque no admite una voz que le contradiga. Su incapacidad de interlocución le impide atender asuntos necesarios para que el País tenga reformas estructurales y no un gobierno expresado en trinos.

Y este es, a mi juicio, el mayor error de todos: su gabinete. El cuerpo de ministros es una caricatura. Desde el día 1 era evidente que había ministros en una posición inmerecida. Jamás sabremos cuál era el favor político que debía pagar quien dice no deber favores políticos, porque a los buenos ministros los asfixiaron hasta procurar su salida; y a los malos los ha defendido a sangre y fuego, en un país, que ve mucha televisión y lee poco, pero no se deja meter los dedos a la boca.


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John Fernando Restrepo Tamayo

Abogado y politólogo. Magíster en filosofía y Doctor en derecho.
Profesor de derecho constitucional en la Universidad del Valle.

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