Por qué no hay que creerle a la tasa de desempleo: una revisión sobre su medición y ocultamientos

“…Es verdad que los datos no mienten, sin embargo, estos son tan solo una pretensión de objetividad en un mundo social sumamente complejo. Antes de dar cualquier dato por cierto, es fundamental que nos adentremos en la verdad que nos dice y la verdad que nos oculta…


Unas de las mayores consecuencias que ha traído la pandemia global del Covid-19 han sido aquellos perjuicios relacionados con la economía, y más exactamente, todos aquellos alrededor del mercado laboral. Este mercado es probablemente el más relevante en términos de bienestar social, en tanto la gran mayoría de la sociedad se ve en la obligación de participar en él para conseguir el sustento necesario para vivir. Por esta y demás razones están siempre muy atentos todos los ojos sobre su estado y sus variaciones.

Lamentablemente, en la comunicación y el discurso cotidiano, un mercado tan vital y complejo suele verse reducido al indicador de desempleo o tasa de desempleo, el cual, intuitivamente, se piensa que mide el porcentaje de la población que no tiene trabajo en aquel momento; esto es -muy- parcialmente cierto, ya que tal indicador no permite realmente visibilizar una serie de condiciones fundamentales y muy preocupantes en nuestra sociedad alrededor del trabajo. Veamos brevemente, y con la mayor claridad posible, algunas de estas cruciales omisiones y entendamos porque no hay que confiarse de la tasa de desempleo.

Este indicador, cuya medición, criterios y metodología están a cargo del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), se obtiene mediante el cálculo de los ocupados y desocupados a partir de la población en edad de trabajar (12 años en la parte urbana y más de 10 en la parte rural[1]) y la población económicamente activa: aquellos en edad de trabajar, que trabajan o buscan empleo. Con la esperanza de ser más ilustrativo, veamos la siguiente gráfica:

Elaboración propia, con información del DANE

Ahora bien, la tasa de desempleo es el claro contraste entre los ocupados y los desocupados. Sin embargo, la concepción estadística de ocupados probablemente diste bastante de la definición que tendríamos comúnmente, ya que, según el DANE, los ocupados son aquellos que:

  1. Trabajaron por lo menos una hora remunerada en la última semana.
  2. Los que no trabajaron en la última semana, pero tenían un trabajo.
  3. Trabajadores familiares sin remuneración que trabajaron en la semana de referencia por lo menos 1 hora.

Es decir, si usted “trabajó” al menos 1 hora, dentro los 7 días de la semana, usted es alguien ocupado y no cuenta como desempleado; incluso si no recibió remuneración alguna por trabajar una hora en su casa.

Por su parte, para ser considerado como desempleado, debe cumplir con los siguientes requisitos:

  1. No tener empleo durante la última semana.
  2. Haber hecho diligencias para emplearse durante los últimos 12 meses.
  3. Estar disponible.

Podemos ver de esta manera lo “fácil” que es ser considerado un empleado u ocupado según las estadísticas: si usted cuidó a un familiar durante una hora, usted no es desempleado; si usted pidió limosna en la calle durante una hora, usted no es desempleado; si usted buscó reciclaje para vender durante una hora, usted no es desempleado. Tan solo hay que ocuparse una hora a la semana, y recibir cualquier remuneración, para ser considerado un ocupado y no entrar en la tasa de desempleo.

Esto nos da muestras de la cantidad de condiciones que esconde o no permite visibilizar este indicador sobre el trabajo, concretamente, estos son algunos de ellos:

  • Informalidad: durante el último par de décadas, la tasa de informalidad en el país ha rondado entre el 65 y 50% (solo en las principales ciudades, sin contar la parte rural)[2]. Esto quiere decir, que en general, la mayoría de las personas ocupadas en el país trabajan en condiciones precarias o no ideales, en tanto que no cuentan con una adecuada remuneración, afiliación a seguridad social, salud, pensión, ni acuerdos formales y legales de contratación o en ambientes inadecuados.
  • Trabajo infantil: en tanto la población mayor de 10 o 12 años se cuenta como población en edad de trabajar, aquellos niños, niñas y jóvenes que trabajen, entran en la suma de personas ocupadas y disminuyen la tasa de desempleo.
  • Precariedad y salario: las cuentas para ser empleado o no, nunca indican el monto de remuneración por el trabajo desempeñado, es decir que cualquier peso ganado cuenta para ser empleado en el país. Lo anterior es preocupante al reconocer que la canasta básica alimentaria en 2020, según el informe de EDUCAR Consumidores, requiere el 90% del salario mínimo legal vigente[3]. Esto significa que aquel trabajador con un salario mínimo debe emplearlo casi todo exclusivamente en su alimentación, dejando solo un 10% para otros aspectos fundamentales como la vivienda, el transporte, la educación, la salud, y demás. Esta lamentable situación salarial es de entenderse si revisamos el ranking de salario mínimo de 100 países, en el cual Colombia ocupa el puesto 61[4].

Podemos ver así, de manera general, cómo la medición y concepción del desempleo, a partir de su indicador, no permite evidenciar una serie de preocupantes condiciones sociales en el país. Sabiendo la complejidad propia del mercado laboral, escuchar la última tasa de desempleo del 14,2%[5] es simplemente incongruente e indolente con la realidad laboral del país.

Es verdad que los datos no mienten, sin embargo, estos son tan solo una pretensión de objetividad en un mundo social sumamente complejo. Antes de dar cualquier dato por cierto, es fundamental que nos adentremos en la verdad que nos dice y la verdad que nos oculta.

 


[1] Glosario de términos del DANE, disponible en https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/fichas/empleo/glosario_GEIH.pdf

[2] Empleo informal y seguridad social del DANE. Disponible en https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/empleo-informal-y-seguridad-social

[3] Informe disponible en https://educarconsumidores.org/wp-content/uploads/2020/07/CABASA.pdf

[4] https://datosmacro.expansion.com/smi/colombia

[5] https://www.semana.com/economia/macroeconomia/articulo/desempleo-en-colombia-fue-de-142-en-marzo-de-2021/202128/

Juan David Montoya Espinosa

Economista y politólogo de la ciudad de Medellín, interesado por los temas sociales alrededor de la justicia, la desigualdad y la subjetividad capitalista; consciente del compromiso social que tengo, no solo por mi formación en las ciencias humanas, sino como ser humano que se construye y proyecta en la sociedad.

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