Plenaria

“Este hoy será un futuro


Movilizar la inconformidad como acto de plena democracia, encauzar toda una gama de sensaciones bajo un mismo instrumento que nos brinde la finalidad esperada, la cual es, resarcir los daños recibidos, procurando evitar futuras fatalidades. Una masificación de la indignación desde la motricidad de un cambio en movimiento.

Nos aventuramos a la movilización electoral, los días avanzan con premura de la misma forma en como los candidatos ultiman sus vetustos detalles para darle fin a una campaña política a la vanguardia de lo que siempre saben ofrecer: promesas, publicidad, abrazos y sonrisas; es imprescindible autocuestionarse sobre el juego de roles que desempeñados desde la sociedad, vernos con la necesidad de importancia, enmarcar nuestras acciones desde los parámetros adecuados con miras a conectarnos y actuar con la crítica de la mirada precisa, del pensamiento cauto y de la acción metódica.

Hacer andar las ideas con los pies sobre la tierra; no fluctuar entre espesas capas de incertidumbre, ser capaces de tomar posición, de controvertir, contradecir, interrogar; ser deliberativos en cuanto a la información masificada que nos llega por todos los medios, ejercer de colador procurando por la optimización de un filtro seguro y consecuente, sin grietas que den pie a la filtración de las mezquindades populistas. Que las ideas caminen de conformidad con la estabilidad dada por nuestros pasos llevando consigo la objetividad de pensarse primero como un ser colectivo por encima de un espectro particular.

Movilizar las emociones: ¿hasta qué punto la centralidad de nuestras decisiones radica en la matriz del ser emocional? Diría que, en un porcentaje alto, somos tendientes a decantarnos por una elección impulsados en un ánimo belicoso de emocionalidad y sensaciones. Las emociones nos trazan un mapa que decidimos recorrer frecuentemente, nos guían a través de diversos caminos; son las emociones ese motor, esa chispa adecuada que impulsa nuestras acciones y comportamientos; apelar a la emocionalidad como estrategia efectiva de consolidación electoral, decir lo que queremos oír, oír lo que queremos que nos digan, observar al candidato con el aura fulgurante de quién me representa, ver en él mi identidad, mis deseos y pensamientos; abanderar causas de revolcón social en pro de una ventaja politiquera. Mirar bien si detrás de ese aquel que me representa no se esconde una intención de apariencia; no es solo ver el show en el escenario, es mirar entre telones como se construye el acto.

El voto como representación: como un sentir masivo de la ciudadanía que se transforma por la personalización de mis deseos por medio del individuo-candidato que surge en las gradas y se lanza al ruedo con la gloriosidad de los ungidos. Sentirnos representados, identificados con alguno de los tantos contendientes es raíz principal para asignar el voto, la vitalidad de verse a sí mismo reflejado por medio de las acciones de un tercero, saber que tus pensamientos e ideas también son acompañadas por un extraño que se hace íntimo al verlo en tarima con micrófono en mano y puño en alto hablando con un tono de voz dotado de pegajoso convencimiento, eso es ver tu idealización en movimiento, en forma corporal por el candidato sonriente y atento que te abraza con vitalidad y extiende sobre tu regazo su volante son su partido y número para marcar en el tarjetón; la vaguedad de convencerse de que es el ideal; el juego de la representación como una estrategia de captación masiva de votantes, apelar a ser una figura en nombre de todos. Poseemos una democracia representativa que es contradictoria y antes de mirar por encima del hombro para señalar y acusar, coloquemos el dedo índice sobre nuestro pecho e identifiquémonos como los primeros culpables dentro de nuestra lista de acusados.

El discurso con el poder de la palabra: la jocosidad de los lenguajes, el juego simbólico de las parábolas, los ejemplos y las profecías, la virtud de la oralidad y la buena dicción, no hay político exitoso si carece de esta herramienta fundamental para lograr transmitir su imperiosa voluntad; es por medio de la palabra que se llega a la movilización de las emociones, después de despertar la emocionalidad se pasa al terreno de la acción como único modo para concretar lo que las emociones demandan; es el lenguaje preciso, elemental y claro el que conecta, son los políticos pseudos maestros del encantamiento a través de la palabra, el endulzamiento del oído, la estocada final dentro del proyecto proselitista de convencimiento, una flecha lanzada  que si da en el blanco garantiza la victoria.

Apelamos a la crítica mal enfocada para exorcizar nuestras frustraciones, válido es controvertir la inoperancia de las instituciones, la negligencia de los elementos de poder judicial, es justo vociferar en contra de la debilidad de la democracia, del Estado y los gobiernos; apelamos al juzgamiento de todo nuestro alrededor como causantes de lo que ahora tenemos que padecer, eso es necesario al igual que lo es visibilizar nuestro protagonismo dentro de ese escenario pues somos también parte del Estado y de las instituciones, somos integrantes directa o indirectamente de esa masa que identificamos como el problema; partir desde el reconocimiento de nuestros errores, carencias y faltas para llegar al puerto final que es la unidad edificadora de un país partiendo desde nuestros papeles protagónicos y apelando al  error-acierto para no dar pasos en falso. Es entonces quizá un cuestionamiento a la comodidad del señalamiento moralista, a la inoperatividad del sistema del que somos piezas; mirémonos en el conjunto de las carencias como miembros de un todo imperfecto que falla y mejora a cada paso, entendiendo que los fallos también son nuestros.

La política colombiana es ese advenimiento amenazante de una ejecución mal planeada, nuestra política es en medida producto de un esquema premiador de la vivacidad y la malicia, todo un engranaje de posibilidades inconclusas, promesas estampadas en papeles que mueren en el bote de basura; entendamos nuestra política como un deber general coherencia, al mirar fuera del espectro seguramente entenderemos lo fundamental de no mirar desde la cortina de la ventana sino desde la calle y en perspectiva. Estamos próximos a movilizarnos a las urnas y la invitación data de una mera simplicidad, la cual es ejercer ese poder llamado voto desde la premisa de ser leales a sí mismos sin engañarnos con falacias burdas.

Lo que hemos visto en el espacio de competencia política es lo mismo de cada elección, el bombardeo de pautas publicitarias, reuniones, festividades, la calurosa bienvenida dotada del abrazo, el saludo de mano y la mecánica sonrisa, hemos visto la virtud elemental de la buena palabra, el juego de las convicciones, la manipulación y las artimañas, hemos visto más de lo mismo y elementos nuevos, tal vez alguno han visto esperanza, otros una completa decepción, hay quien ve oportunidades y otro que ve carencias, unos ven una obligación, otros un favor por pagar y otro renovado para cobrar después, hay quienes no ven nada, solo la ilusión de promesas incumplidas. Estamos tan cerca de salir a caminar con nuestras emociones e ideas, movilizar la insatisfacción, la rabia, el desencanto, desatar el poder de la colectividad, redimir las equivocaciones, pensarnos como la suma de una acción presente y el producto en una acción futura. Cada acción conlleva una reacción, una consecuencia, miremos el hipotético futuro para elegir en el presente concreto.

Lo que es hoy al pasar el día se convertirá en mañana, somos resultado de nuestras elecciones pasadas, lo que fue teje lo que es y proyecta lo que será; requerimos del retrovisor y el sacudón para no caer en las tentaciones de la conveniencia particular; ejercernos como mecanismo integral de determinaciones estratégicas, saber que somos un todo por todos.

El domingo 13 de marzo elegiremos nuevamente a los integrantes del poder legislativo en el país, entre el coctel de desazón, tristeza, decepción y esperanza nos aventuraremos a ejercer el voto como un arma de cambio, caminaremos con claridades y dudas, animados por la convicción, los principios o el beneficio, respiramos y respiraremos política en cada rincón, caminaremos con la emocionalidad como detonante o llevaremos la racionalidad de compañera, llegaremos, tomaremos el tarjetón y marcaremos, elegiremos así como lo hemos hecho siempre apelando a la voluntad de escoger lo que creemos es lo correcto; una democracia constituida de subjetividades que se transforma en una objetividad de mayorías y al pasar el día llegará un después inmodificable y pesado en donde el arrepentimiento no tendrá protagonismo. Será lo que decidamos ahora lo que nos salvará o nos hundirá.

Queda como reflexión pensar en lo que somos y seremos, moldeados por los actos y las elecciones, pensar en lo que seremos y en lo que son aquellos llamados políticos; es pensar en la verdad, en nuestro devenir, en lo que queremos y en lo que necesitamos.

La política es una herramienta de servicio y construcción de futuro de la cual todos formamos, imposible de sustraerse. La política somos todos, sin excepción, es un asunto de todos no de unos pocos.

Víctor Andrés Álvarez Sánchez

Soy estudiante de derecho en la Institución Universitaria de Envigado; apasionado por la literatura, la política y el cine; creo en el ejercicio democrático como el más importante mecanismo para impactar positivamente la sociedad

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