Colombia es una patria mal herida a pesar de sí misma, en este momento masacra líderes y lideresas sociales legalmente reconocidas como miembros directivos de Juntas de Acción Comunal; sin embargo, reduce la diplomacia en medio de una guerra internacional, al delirio de un hombre que no comprende la dimensión institucional… De la Democracia Liberal.
Volver para advertirlo… Y mañana vendrán por mí
El pasado sábado 7 de octubre, el planeta conmocionaba ante los desgarradores y deshumanizantes ataques del grupo terrorista Hamás a habitantes de Israel, la manifestación del odio segregacionista y una ofensiva que reaviva una guerra ante la cuál Colombia, como nación, ha sostenido prudencia y persistencia al insistir en la protección y el respeto irrestricto de los Derechos Humanos y el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario que permita el camino a la sensatez.
Parecería apenas responsable sostener esta postura diplomática, entendiendo que no solo se trata de la opinión de sectores ideológicos frente a la génesis del conflicto en Medio Oriente, y cualquier otro conflicto, ni de una opinión irrelevante que pudiese emitir un Jefe de Estado más, sino de la Seguridad Nacional y la estabilidad transaccional (necesariamente económica) del país; la integridad de más de 50 millones de personas que ya padecen conflictos internos.
El 6 de octubre circularon panfletos, comunicados en redes sociales y notas de voz y radiales en Nariño, Caquetá y Putumayo, departamentos al sur de Colombia identificados como zona de alta presencia de grupos criminales transnacionales, entre otros, narcotraficantes y vinculados a la guardia (dictatorial) venezolana, ordenando el cierre total de establecimientos comerciales y restricciones a la movilidad de los ciudadanos por anuncio de paro armado que iniciaba el viernes 6 de octubre a las 7:00 PM y se extendía hasta el lunes 9 de octubre a las 6:00 AM. Un escenario distópico que encarnó la zozobra de las épocas sangrientas de finales de los 90’ y principios de los 2000’ en esos territorios, impidiendo incluso, cualquier tipo de correría política.
Todo falso humanismo que maquilla la prensa nacional como portavoz de los poderes, se diluye ante el aturdidor, casi antisemita, Twitter (X) del presidente Gustavo Petro y el silencio estremecedor del activismo gubernamental ante el secuestro de comunidades enteras dentro del mismo país. En medio de la conmoción política de indignación y polarización que están suscitando estas elecciones en el territorio nacional, se desdibujan las graves consecuencias de este delirio republicano; el bloque de constitucionalidad del Estado Colombiano vergonzosamente pisoteado por los bajos impulsos de un hombre.
Para el 15 de octubre, ayer, Israel decide suspender el aprovisionamiento tecnológico y armamentístico a Colombia, también cualquier colaboración en materia de seguridad, declarando hostilidad en las pronunciaciones de Petro Urrego, ante lo cual el Jefe de Estado colombino responde con la amenaza de romper relaciones comerciales bajo el argumento de no relacionarse con regímenes que violenten DDHH y DIH. Cuando la ruptura de relaciones comerciales se da con varias naciones democráticas, se señala este fenómeno en la región como bloqueo económico, al mejor estilo del Socialismo Totalitario de Nicaragua, Cuba y Venezuela; países que han sido aislados por violentar Derechos Humanos a sus propios habitantes y a los cuales Petro Urrego no ha condenado como Jefe de Estado, al igual que tampoco condena al presidente ruso Vladimir Putin, quien lleva más de un año tratando de invadir Ucrania, violentando cualquier atisbo de Derecho Internacional Humanitario.
“Solo le pido a Dios
Que el dolor no me sea indiferente
Que la reseca muerte no me encuentre
Vacía y sola sin haber hecho lo suficiente”
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